La primera vez que le pregunté a un agente de policía qué haría si fuera presidente de Colombia, fue en un punto de la ruta entre Bogotá y Medellín en una escala del bus en Puerto Triunfo por allá en 1992, en pleno Magdalena Medio y a pocos meses de que se fugara Pablo Escobar de la «cárcel La Catedral». Hasta antes de conocer su respuesta, ignoraba que este pasajero era policía.
Sus palabras me dieron la impresión de que quien era mi compañero de viaje, sabía de armas y tenía claro el rol del Estado frente a las mismas. «Le quitaría todas las armas a los civiles», me dijo mirándome a los ojos. Inmediatamente le pregunté el motivo de su respuesta y mientras se tomaba una gaseosa en lata respondió: «Vea, yo soy policía. Y a los policías nos resulta muy jodido andar en la calle haciendo nuestro trabajo con tanta gente armada. El bandido está armado, al igual que sus víctimas, y por eso, muchas veces terminan las presas siendo los cazadores y el cazador termina siendo la presa. El tema es que así terminamos todos en un para Estado y ahí sí nos jodemos todos».
La expresión «para Estado» me caló, era la primera vez que la escuchaba. Me dijo «Vea, voy para Medellín, desde donde me va a recoger un helicóptero, que me llevará con 4 agentes más a un corregimiento donde no hay carretera y ni siquiera hay guerrilla. Por eso nosotros allá somos El Estado, la policía es la autoridad, somos el orden que hace que la libertad de la gente que vive allá no se altere. ¿Sí me entiende? Somos los que hacemos que lo que dice el escudo nacional se cumpla: «libertad y orden» pero eso lo hacemos porque somos El Estado, el único que tiene derecho a portar armas».
Me llamó mucho la atención que diez años después, en el 2002, el entonces candidato a la presidencia de la República, Álvaro Uribe Vélez hablara en una entrevista en el programa «Yo José Gabriel» sobre el término «para Estados». El entonces candidato le explicó claramente al futuro embajador en México y de paso a los votantes que lo elegimos por vez primera, que la ausencia de Estado permitía la aparición de “para Estados”, esos territorios dominados por otros actores que imponían a sangre y fuego su ley y su modelo de orden, es decir, las reglas de juego económicas, sociales, ambientales, culturales y políticas que deberían obedecer los habitantes de ese territorio so pena de exilio o de muerte.
El ex senador por el partido liberal fue atinado en su lectura del país pues es inaceptable para una democracia, permitir en el territorio nacional zonas bajo el control de grupos violentos, de izquierda o derecha que le arrebaten el rol al Estado eso que el policía me citara 10 años atrás: el poder exclusivo para garantizar la libertad y el orden.
La postura del Dr. Álvaro Uribe en aquel programa de RCN podría haber sido contradictoria en comparación a la que tuvo años atrás, cuando siendo Gobernador de Antioquia apoyó a las Asociaciones Comunitarias de Vigilancia Rural y Seguridad Privada (Convivir) creadas con base en el artículo 42 del Decreto ley 356 de 1994, impulsadas por el entonces ministro de Defensa Fernando Botero Zea en el gobierno del entonces presidente Ernesto Samper; no obstante hay que recordar que vivíamos otras épocas, y como versaba el mencionado decreto, con las Convivir se buscaba crear un instrumento “de participación comunitaria” enfocado hacia el logro de la paz y la seguridad en el campo.
Lo que aconteció con las Convivir es lo que se llama en las ciencias políticas el “desdoblamiento” de las políticas públicas pues a pesar de sus grandes propósitos y nobles fines, una política pública puede generar resultados diferentes, a veces muy negativos y adversos, donde realmente no se sabe si fue peor la cura o la enfermedad. Aquí es cuando podemos recordar la frase “El diablo está en los detalles”.
Por eso, la firma del Decreto 2362 por parte del hoy presidente Iván Duque, tiene una connotación contradictoria cuando dice en su cuenta de Twitter “El monopolio de las armas debe estar en manos del Estado” pero abre esa puerta que tanto le inquieta a diferentes sectores del país cuando se lee en el parágrafo del artículo 1 una especie de excepción, que al ser tan general y poco precisa da lugar a comprensibles preocupaciones.
En un país donde el mercado negro y la corrupción permiten conseguir casi cualquier cosa, en una sociedad donde las riñas callejeras fueron el adorno de la cena del 24 de diciembre en más de 20.000 familias, en un país donde pareciera emerger el espíritu de la violencia de mitad de siglo XX entre liberales y conservadores que dividió familias y pueblos entre sangre y dolor -ahora en redes sociales-, en un país que a pesar de haber firmado un acuerdo de paz pareciera alimentarse de un odio desbandado, es una peligrosa estrategia vender la idea de que las armas en los bolsillos de “honorables ciudadanos” darán lo que el Estado aun no nos ha dado: la seguridad.
Cuando me despedí de aquel policía llegando a Medellín por la autopista norte, justo a la altura de la fábrica de Zenú, su última frase antes de despedirse fue “Hecha la ley, hecha la trampa. Aquí el que quiere anda armado y suele ser el bandido, pero por eso hay que desarmarlos a todos para que en este Estado, donde ha llovido tanto plomo, se pueda al fin respirar en paz”.
Fuentes:
http://caracol.com.co/radio/2018/12/26/nacional/1545823427_073691.html
http://es.presidencia.gov.co/normativa/normativa/DECRETO%202362%20DEL%2024%20DE%20DICIEMBRE%20DE%202018.pdf
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-605402
https://www.eltiempo.com/politica/gobierno/duque-mantiene-suspendidos-permisos-para-porte-de-armas-durante-un-ano-308858
Comentarios