La ley de la selva. Esa parece ser la norma de la convivencia en Bogotá. Esta historia refleja en toda su magnitud el nivel al que ha llegado la intolerancia.
Martes, 2 de febrero, 11 de la noche. Un pasajero le hace la parada a un taxi en la avenida Boyacá con 39 sur, y le pide al conductor que lo lleve al barrio Santa Librada, en la localidad de Usme, sur de la ciudad.
El taxista se niega a hacer la carrera. Entonces, el pasajero se baja del vehículo y descarga un puño sobre el vidrio. El taxista reacciona enfurecido, sale de su carro y le rompe la cabeza con un palo al pasajero que, según las autoridades, iba con tragos.
Herido, el pasajero intenta alejarse, pero el taxista le sigue buscando pelea. Entonces, el pasajero se devuelve y le asesta una puñalada en el pecho. Este miércoles, los dos amanecieron en el hospital de Kennedy.
No es un caso aislado: cada hora en Bogotá se reportan 53 riñas a la línea de emergencias 123. En el 2015, hubo meses como junio, cuando el promedio subió a 105 por hora. En ese mes, se registraron 75.464 casos, cuando el promedio mensual en toda la ciudad fue de 33.510 enfrentamientos.
Y más dramático: un viernes a las 5 de la mañana, las riñas se multiplican por cinco según la policía: la cifra pasa de un promedio diario 53 a 266, y un domingo a las tres de la madrugada el número de enfrentamientos es diez veces mayor, pues se eleva a 563 casos en una hora.
Ruido excesivo por la música a alto volumen, trabajos de mantenimiento en los edificios, congestiones en las estaciones y portales de TransMilenio, y situaciones como la del taxista y el pasajero de esta historia son algunos de los motivos que generan enfrentamiento entre vecinos, entre ciudadanos. Muchos se limitan a insultos, pero no son pocos los que terminan en golpes y puñaladas, como en este caso.
En el 2015, 13.442 casos de los enfrentamientos entre ciudadanos terminaron en lesiones comunes, por golpes o por puñaladas en la mayoría de los casos. Yo te golpeo, tú me apuñalas. Así están las cosas.
Twitter: @YolandaGomezT
Mi señora, la causa no es otra que la perdida de estatus de la autoridad, estado, cárcel y muchas instancias a las que el ciudadano se obligaba a ver como la garantía para su convivencia. La prueba es que para los delincuentes no hay reato en herir o matar pues sabe que generalmente no le va a pasar nada.Si le pasa, tiene visita de la mami, de la mujer los domingos, comida fija y a cualquier momento afuera.
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País de ñeros… y absoluta falta de ley.
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Dona Yolagom, Ud tiene toda la razón y toca uno de los puntos más sensibles de la idiosincrasi colombiana, pero dejemosla a nivel de la ciudad. Una desagradable experiencia con esa situación me acaeció unos años atrás, regresé a la Ciudad por unos días, después de lustros fuera del país, rente un carro y carambas, hice el primer pare en la carrera 5 y fui verbalmente agredido por lo menos 5 veces,al no pasar un semáforo en rojo, un energúmeno chofer se bajó de su carro dispuesto a golpearme y yo dudé si dejarme hacerlo o virar a la derecha. Al regresar a Toronto muchos connacionales, me hicieron la misma pregunta :
y manejó en Bogotá? Y como le fue?
Un abrazo
Manuel Pérez T.
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