Cometí un casseticidio / Crabs: ¿This is the end? / Prolegómenos de Sabina y Serrat
Años buenos, recuerdos pasajeros, vainas que se van quedando en el pasado: Mientras se cierra una mezquita del rock, uno tiene que hacer espacio y deshacerse de tesoros invaluables. Entre tanto, dos abuelos de la música luchan por mantenerse de quince, y otros tantos venden 6.000 boletas en una noche.
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¡Arriba Gaiteros! Por si no saben, anoche los Gaiteros de San Jacinto se ganaron un Grammy Latino.
Siempre he pensado que los Grammy son una basura, pero ojo, cuando se trata de las categorías orientadas hacia el world music o hacia las músicas tribales o autóctonas, no es tan así. Las categorías obvias son basura… las categorías escondidas, las no mundanas, esas tienen gracia. Y esta familia de gaiteros se tiene bien merecido su éxito.
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Iron Maiden agotó el stock de 2.000 boletas de platino en una noche: (CORRECCIÓN: Me hacen ver que en efecto las agotadas no son 6.000 sino 2.000, corrijo el asunto) Ayer, a las 11:58 p.m., faltando dos minutos para la medianoche, en homenaje a la canción Two Minutes To Midnight, comenzó la venta de boletería para el concierto del 28 de febrero en Bogotá. Tuboleta.com tuvo que habilitar una primera página especial sólo para este evento, eliminando la opción de comprar otras boletas. Eso ya es un síntoma increíble.
Los precios, bastante interesantes: En la primera etapa, Platino estuvo a $165.000 -ya se acabó, toca esperar a segunda etapa-, y Preferencia, a $67.000. Inevitable comparación: Menos de la mitad del precio de Soda Stereo y de Toto. Claro, las condiciones serán un poco diferentes. Hoy, creo yo, nadie se puede quejar de que lo quieren dejar por fuera del concierto de Maiden. Sabia decisión. Eso sí, ojalá los precios bajos no signifiquen sacrificios del espectáculo, es decir, por ejemplo, que Iron Maiden no presente toda la parafernalia que suele mostrar… ojalá no se trate de eso.
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El fin de Crabs: El pasado miércoles, Crabs dio su última fiesta. Al menos la última en ese lugar. Fue un encuentro de amigos… 900 de ellos, según cifras que me soltaron esa noche.
A algunos lectores les parece que hablar de un bar en Bogotá se torna aburrido porque es algo muy local. Los entiendo, pero también quiero darles a entender qué ocurre: Se trata de un bar de nicho muy especial que alcanzó varias veces el reconocimiento en encuestas como el mejor sitio de rock de la ciudad. Ha sido escenario de bandas internacionales y ha creado un culto dentro del rock local. Pero su historia representa la historia de todos los sitios de rock, sea el bar rockero de Manizales o el de Cúcuta. En un mismo lenguaje, deberían identificarse.
Hablé un rato con Oscar Zuluaga, el dueño del sitio, mientras manejaba las luces del escenario en donde una banda conformada por músicos de varios grupos le rendía tributo a The Doors. Allí conocí además a un lector de este blog, Okham.
Básicamente, el fin de Crabs es un asunto de propiedad horizontal. La casa está instalada en un sitio en donde el urbanismo llama a gritos a los constructores para aprovechar el lote y meter cinco pisos en donde hoy funciona uno. De multiplicar un metro cuadrado por cinco. Y esa era una multiplicación que le estaban exigiendo a Oscar en el arriendo. Así, cualquiera se revienta.
Pero de esos minutos entre cervezas, mientras el tipo también seguía atendiendo a la gente que le pedía una cerveza como si fuera el primer día del bar, nos dio a entender que esto es un proceso… Crabs seguramente va a volver a nacer, en otro sitio y en otras circunstancias, pero volverá a surgir. Hay un final melancólico y luego un ingreso al estado de hibernación… El cangrejo saldrá de la cueva nuevamente.
Estuve hasta la 1 a.m… supe que a las 2 a.m., Zuluaga se subió al escenario, mientras el grupo cantaba The End, de The Doors. Cuando llegó la última línea, ese extendido "Thiiiis is the eeeeee-eeee-ennnnd", Oscar tomó el micrófono y cantó el final. Lagrimas y mocos entre el público, un asunto muy melancólico. Me cuentan que fue un momento inolvidable.
Buena suerte para el viejo Oscar y su combo de gente. Ojalá el cangrejo camine nuevamente.
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Casseticidio: Por cosas de la vida, ahora que estoy intentando volverme un tipo serio, me vi obligado a hacer espacio en casa. Para lograrlo, tuve que hacer sacrificios. Uno de esos, bastante grave para un melómano, es que tuve que aceptar que ya no tenía en donde más guardar la colección de cassettes que tenía guardados en un depósito… y tuve que deshacerme de ellos.
Eran unos 500. Decidí regalarlos. Algunos terminaron en manos de conocidos (es extraño: no sería nada raro que el celador de mi edificio esté barriendo la puerta al son de King Crimson, Barclay James Harvest, Deep Purple o The John Mayall’s Bluesbreakers), y otros en la caneca. Para escoger a donde iban, los miré uno a uno. Recordé que había algo de romanticismo en la idea de rayar con esfero la cartulina que iba entre la caja y escribir con garabatos propios lo que hoy en día es "un playlist en iTunes" (coño, qué aburridos que somos ahora).
También estaba lo de pegar las calcomanías que traían los TDK, para que no se extraviaran. Hallé además, la edición en cassette de The Wall, de Pink Floyd, en una presentación insólita, con los dibujos chiquititos. Y estaban los cassettes del centro o los comprados en el mercado de las pulgas, marcados con tipográficas de hace 60 años. El recuerdo de los agácheses del centro, insólitos momentos que ya no volverán.
Pero había que aceptar la realidad. Ya tengo casi toda esa música en formato digital… y suena mejor. Ya no tengo casi aparatos para llevar cassettes, y ni pensar en transfers de lo que me falte…
En fin, hay que aceptarlo…
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Sabina y Serrat, una entrevista insólita: Ayer, a través del Facebook, les pregunté a ustedes si estaban interesados en hacer algún tipo de pregunta a Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat, con quienes hablé ayer para un artículo que publicaré este domingo en El Tiempo. Utilicé tres de las preguntas que me llegaron, y yo monté otras 10 preguntas.
Lo insólito es que mi castillo de preguntas se derrumbó, pues se suponía que los iba a entrevistar por separado (cada uno en su habitación de hotel) y resulta que me los pusieron al mismo tiempo… Papito, a improvisar.
Fueron 18 minutos muy bacanos. Espero que lean el artículo, saldrá el domingo en el periódico. Gracias a quienes me enviaron preguntas.
Suerte y pulso a todos.
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