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Creo que nunca tuve la oportunidad de despedirme como nos merecíamos. Y no espero que respondas a este mensaje, es más, no quiero… ya nos dimos cuenta la última vez cómo resultó de mal esto de estar hablando. Sin embargo, hoy, igual que un náufrago que envía una botella con una carta adentro, incluso sabiendo que se va a ahogar, solo espero ser leída y, como el náufrago, ser recordada no contestada.

Se me hace un nudo en la garganta porque ante mi aparente frialdad, pragmatismo, ante la aparente fugacidad de mi amor por ti no hay más que una decisión rotunda, una fuerza frágil y quebradiza de olvidarme de que alguna vez quise como te quise a ti. Pero sabrás que las cosas nunca suceden como uno espera, y de vez en vez te me apareces todavía incesante, aun cuando tengo los ojos abiertos, aun cuando ruego no encontrarte de verdad, aun cuando insisto en olvidarte, aun en medio de esta tabla húmeda. La vida juega así con nuestras decisiones… con nuestras terquedades.

Por eso hoy no espero en absoluto remover el pasado ni mucho menos confundir las cosas, pues ya las habíamos dejado claras y creo que para ninguno de los dos ha cambiado nada desde aquel diciembre. Solo quiero decirte, entonces, que nunca esperé no estar presente cuando estuviste lejos, nunca imaginé que de un momento a otro habríamos de abandonar tantas cosas que soñamos juntos, que sufrimos juntos, que lloramos juntos y que sucedieron separados, y de todas formas, incluso ante la tristeza que eso me causa, creo que todavía no es nuestro momento. El agua me llega cada vez más cerca al cuello.

Mas no por eso me contengo de contarte que, así no lo creas, yo también lloré sola, yo también miré esta página en blanco una y mil veces escribiendo y borrando, yo también le pregunté a viejos amigos por ti, yo también te llamé y colgué, yo también soñé con contarte sobre mi vida, yo también busqué en tus fotos rogando que no estuvieras todavía con alguien que no fuera yo. Yo también me arrepentí y quise decírtelo, pero no te dije. Así pasaron los días, los meses y se hizo cada vez más natural esta decisión que había tomado… y no me arrepiento. No te precipites, no me arrepiento no porque no te quisiera, no me arrepiento no porque no fuera feliz contigo, no me arrepiento porque aprendí de nuevo a ser feliz conmigo, aprendí a amarme como quería amarte a ti, sin obligaciones, sin imposiciones, sin esa falta de juventud, de libertad que nos iba consumiendo…¡Glu, glu, glu!

Ya no recuerdo las peleas y mucho menos los reproches o los culpables. Nos recuerdo como esas novelas que tanto leo, como esos cariños que todos creen imposibles, nos recuerdo. Aunque sabes, en los libros el mar siempre era calmo; en mi vida, en cambio, es solo esa fastidiosa distancia entre la tierra de mis padres y la figura cadavérica en la que me he convertido.

Finalmente, creo que ya es evidente para ti el porqué de mis palabras, pensarás que el motivo tiene que ver con que ella contó haberte visto, y pensarás todavía más que es porque rumoró que sales con alguien, debes creer que al fin “me di cuenta de lo que había perdido”. Ciertamente todo eso, seguramente, tendrá mucho que ver con el porqué, mas como no quiero cambiar la situación de lejanía por la que pasamos, como no quiero arrancarte de ella para que vuelvas conmigo, deberás creerme cuando te digo que no es lo que te estoy proponiendo.

Tal vez yo tampoco sé por qué te escribo, y escribirte es solo la excusa para responderme… otra de mis tantas vanidades… que ahora ante este sol inclemente parecen tener menos sentido. Es más, si tu supieras el poco, el poquísimo sentido que tiene el cuerpo cuando está en medio del mar, cuando quisiéramos desgarrarnos las piernas para que no pesaran tanto, cuando quisiéramos tener la valentía de hundirnos, soltarías una carcajada ante la banalidad de estas palabras, de estas y de otras. ¡Bah! pero qué hablo, palabrerías de sal en la lengua.

Escucho las sirenas a lo lejos. Un parlante grita fuerte. ¡Ya vienen por lo sirios! y por los otros, los sin tierra. ¡Tranquilos! repiten. No se ahoguen, repiten. La guardia costera, repiten. Son 2500, repiten. Refugiados, repiten. ¿Y quién rescata a los náufragos enamorados?, silencio. ¡Glu, glu, glu!. Tu carta entre las olas.

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