Me llama la atención como Whatsapp “viola” las leyes de la física.
Esta aplicación, ya cotidiana para muchos,
tiene unas funcionalidades increíbles,
que nos hacen pensar,
que es posible “volver en el tiempo”
y dar la respuesta correcta,
con solo subir sobre la conversación para encontrar esa pregunta que nos hicieron
y volverla a contestar.
Nos permite borrar lo que escribimos,
sin que el otro lo lea,
eliminando el enorme problema
que la palabra dicha,
dicha esta.
Nos permite mandar,
Y mandar palabras,
Imágenes,
Videos,
Audios;
llevándonos en muchos casos,
A escuchar,
incluso a obedecer…
Es un espacio íntimo,
Entre dos:
O entre muchos.
Donde las conversaciones son tan difíciles de leer,
que nos recuerdan
escuchar a esos amigos de antes
que hablaban sin turnos
y sin sentido
pero sintiendo lo que decían.
Me está gustando Whastapp,
porque reta las reglas del tiempo,
de las palabras,
del momento,
de la atención,
de la capacidad de respuesta rápida,
del desarrollo de la paciencia para recibir una respuesta,
Y esa extraña ansiedad al leer:
(Escribiendo…)
No tiene tiempo,
pero conserva el pasado;
no tiene cuerpo,
pero está lleno de sustancia;
no tiene vida,
pero nos la da muchas veces…
A muchos les está enseñando ortografía,
a leer con más calma,
a no dejar escrito todo lo que se piensa,
y a guardar con cariño
Las palabras que nos escribieron;
A muchos nos falta aprender,
a esperar un segundo antes de mandar lo escrito,
revisar lo dicho,
su sentido,
su ortografía,
su ritmo,
porque cada vez más,
nos definen por como chateamos.
Y, quizá, lo más bello…
… es que hoy,
Miles de personas leen más palabras que nunca,
y eso hace que hasta la misma idea del “libro”, este cambiando….
Todo partiendo de la vieja premisa:
Que son los pulgares los que nos hicieron lo que somos,
Y nos llevan a decir en menos de un segundo
Con un tecleado cada más rápido:
What’s up (¿Qué pasa, buen amigo?)
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