Esta corrupción es el hijo perverso de las reelecciones presidenciales. Muchos funcionarios públicos de los últimos gobiernos están salpicados de escándalos muy complicados como consecuencia de la concentración de poder y la necesidad de mantenerlo.
A esto se suma que la reforma política de la Constitución del 91 nos lleva la “operación avispa” en candidatos al congreso, que terminó siendo ajustada con las famosas listas preferentes, convirtiendo a esos políticos en microempresas electorales.
Y así, nos hemos inventado y reinventado la corrupción en la política, contagiando al sector privado, porque no es posible que solo se sea corrupto de un lado. Contratistas de diversas vertientes financian las campañas de estos candidatos, con el fin de tener alfiles (o esclavos) en los cuerpos colegiados, para presionar cosas a su favor, modificando el ejercicio de la democracia y de las licitaciones públicas, a un lobby de minorías extorsivo y mercado negro de adjudicaciones.
Esta enfermedad está en nuestras venas: los colombianos somos propensos a ser corruptos, porque consideramos que está bien incumplir las normas y pagar porque las cosas se hagan a nuestra manera y conveniencia. Un tweet que apareció en diciembre del año pasado (sin tener certeza de quién sea el autor), deja ver esta realidad de manera asombrosa:
“La clase alta compra jueces, la media al tránsito y la baja puestos en la fila; cada quien es corrupto en la medida de sus posibilidades.” @_Sileno
La verdad, es que hoy el tema central de debate en Colombia es la corrupción, y quizá es el remplazo del tema de la guerra y de la paz, donde los colombianos clamábamos por el fin de la violencia, pese a que en nuestra cotidianidad somos violentos; y ahora, nos escandalizamos por la corrupción, cuando diariamente cometemos actos de esta índole.
Desde la triste memorada frase del expresidente Turbay («Hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones»), hasta Odebrech y Reficar, el país ha visto miles de sucesos donde las clases dirigentes han hecho lo posible por controlar el poder de la Nación y beneficiarse en ese proceso.
En una simple búsqueda en Google Trend (Corrupción – Colombia) y en el archivo de El Tiempo (Corrupción), es claro que es un tema recurrente en nuestra realidad y que tiene fuertes relaciones con el proceso de aprobación de las reelecciones presidenciales de manera reciente, y en los últimos meses, con los escándalos del día; lo curioso es ver como las tendencias de búsqueda son diferentes a las publicaciones de El Tiempo, dejando ver como una sola noticia tiene mucho más impacto en las audiencias de manera impactante: según las búsquedas el pico más alto fue en mayo de 2004, cuando se comenzó a hablar de la reelección presidencial, pero esto no tuvo una cantidad de publicaciones o menciones tan altas en el diario; situación que fue contraria en 2010, cuando El Tiempo tuvo su récord de publicaciones sobre esto (con 2961 menciones), y si bien la gente se interesó en el tema en ese momento, no fue tan intenso como en 2004.
Hoy la palabra corrupción vuelve a estar de moda, y nos recuerda la regla del “vivo vive del bobo”, que se nos ha inculcado desde pequeños, incluso con la lectura de “El Lazarillo de Tormes” en los colegios. Nuestra sociedad considera que hacer trampa está bien e inclusive es divertido y es aplaudible, y hasta que eso no cambie, seguiremos bajo el yugo de los tramposos.
En la drogas este comentarista, la corrupción acaso no paso por la presidencia de Samper?, y no habia reelección, y esta empeorando con o sin reelección, y ahora es lega, gracias a santos
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Buenas reflexiones sobre la corrupción -que nos atosiga desde Hammurabi y Asoka- pero pecan por llamar «triste» al prodigioso apotegma semi-matemático del Gran Gurú Turbay. La verdad es que no solo los colombianos son corruptos (a pesar de que estan muy alto en el ranking que mide sus variaciones) sino la humanidad entera, por encima de fronteras nacionales, barreras ideologicas o diferencias religiosas o intelectuales. Por lo tanto el apotegma turbayano no es triste sino felizmente preciso, destinado a ser grabado en piedra para eterna memoria de politólogos y sociólogos del orbe ahora y de otros planetas despues: la corrupcion no se elimina sino que se controla. Pretender otra cosa es mamertismo seudoético
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No salgamos con el cuento de que las reelecciones tienen que ver con la corrupción. A mis
66 años y desde que tengo uso de razón, la corrupción ha existido, especialmente en la política. No creo que haya habido un gobierno que no sea corrupto.
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