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Mientras los papás salen a trabajar en la madrugada, los niños descansan y se levantan tarde en Semana Santa.

Esa es la verdad y está llena de frustraciones, complejidades, dificultades y hasta distanciamiento con los ritos religiosos. Esta semana es cada vez más vista como un periodo de descanso, que como un espacio de retiro espiritual, como ya todos lo sabemos.

Pero más allá del debate entre si son vacaciones o un espacio espiritual, lo que sí es claro, es que en muchos casos es un espacio complejo para los padres, porque sus hijos no van al colegio, pero ellos sí deben trabajar.

Esto hace que los niños se queden donde las abuelas, que los papás tengan que hace maromas para poder estar trabajando en sus oficinas y en vacaciones con sus hijos.

Este debate llega todos los años y siempre dejamos pasar la oportunidad de las vacaciones para mostrarle a nuestros hijos, el esfuerzo que hacemos día a día, de salir a trabajar, para lograr tener la libertad que deseamos para toda la familia.

Al salir a trabajar, deberíamos despertarlos y mostrarles que mientras ellos descansan, nosotros salimos a cumplir con nuestro deber y que comprendan que lo hacemos por ellos, por nosotros.

Varias veces mi hijo se me ha acercado a mi estudio con la misma pregunta: “Papá, ¿quieres jugar conmigo?”, y después de muchos momentos de frustración y de esa tristeza que nos tumba por dentro al ver que no puedes jugar con tu hijo en ese momento, comprendí que debo responderle con la misma franqueza que él me pregunta, explicarle qué pasa y hacer un trato con él:

“Claro que quiero jugar contigo, es una de las cosas que más me gusta en la vida; pero ahora no puedo porque estoy trabajando. No confundas que no puedo con que no quiero; pero hagamos un trato: juguemos 5 minutos y después yo sigo trabajando”…

Esto me ha funcionado de una u otra manera, y ha permitido que él comience a entender que el trato en la vida es algo complejo: para hacer lo que quieres, primero tienes que hacer lo que debes; y la semana santa es un espacio increíble para mostrarles esto, explicarles el sentido del deber y la responsabilidad, o incluso el sentido de la familia, porque muchos padres logran tener vacaciones estos días, y disfrutar con todos de un merecido descanso.

No dejemos pasar la oportunidad de contarles a nuestros hijos la verdad: que trabajamos, por ellos, por la familia, por nosotros mismos. Que cada día que salimos de casa, damos nuestras virtudes y capacidades en el trabajo, para poder tener la libertad de comprar lo que queremos, pagar el colegio de nuestros hijos, poder comprar ese helado que tanto les gusta, ir a ver esas películas que nos apasionan y nos hacen soñar, incluso, poder ir de vacaciones para alejarnos un poco de ese trabajo que tanto nos ha dado.

Trabajar no es pecado, pero cuando no podemos jugar con nuestros hijos por eso, sentimos un dolor profundo, que en los tiempos de vacaciones es muy difícil de manejar, y por esto se lo debemos decir a nuestros hijos, para que entiendan lo que hacemos y que no es que no queramos jugar con ellos en ese momento, sino que no podemos porque debemos salir a trabajar esta semana santa, mientras ellos se quedan en casa jugando, descansando, aprendiendo, riendo, viviendo la diversión.

Las vacaciones de los niños, rara vez son la de los padres, y en vez de quejarnos por esa tragedia del tiempo, podemos aprovechar para enseñarles a ellos, que cada día que salimos por esa puerta en la mañana, es para que ellos sean cada vez más libres.

 

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