Si hablamos de las peores cosas que podrían pasar en un trabajo, tener un mal jefe, sin duda, encabeza el listado.

El jefe versus el líder ya se ha convertido en un tema cliché, pero creo que en épocas en las que las dinámicas de trabajo de los millenials se han satanizado, es necesario hablar de ello.

Si hacemos un sondeo, estoy segura de que muchos hemos tenido un mal jefe.

Yo he tenido ambos: el bueno, quien me enseñó que con lecciones firmes y amorosas es posible lograr grandes cosas; el otro, que la letra con sangre entra.

De ambos aprendí mucho, pero del malo aprendí- entre otras cosas- a no ser como él.

Cuando un equipo laboral está motivado y se siente feliz, se nota; pero cuando no, se nota aún más.

De hecho, según un estudio realizado en conjunto por las universidades de Harvard y Stanford , tener un mal superior  tiene peores consecuencias para la salud que ser un fumador pasivo.

Y si bien, muchos dicen que la motivación va por dentro; tener un mal jefe influye fuertemente en el rendimiento laboral y, obvio, en el amor que uno tiene por lo que hace.

 

¿Jefe o líder?

Antes de contratar a alguien que lidere un equipo de trabajo, las empresas – además de basarse en el perfil profesional de esa persona- deberían enfocarse en si palabras como empatía, comunicación, planeación e inteligencia emocional hacen parte de su diccionario mental.

Cuando esto no ocurre, el equipo estará destinado al fracaso laboral, o peor aún, a una desmotivación general y continuada por el trabajo que a la larga tendrá graves consecuencias en los resultados.

Un equipo desmotivado trabaja por dinero, no por pasión. Y si bien el dinero es uno de los aspectos más importantes al momento de aceptar un trabajo, no lo es todo.

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¿Por qué? Porque con la frustración viene la tristeza y con esta la enfermedad. Porque las ganas de no levantarse de la cama un lunes se hacen más fuertes cuando no hay motivación.

¿Se han preguntado por qué hay áreas enteras de una compañía que cambian sus empleados con frecuencia? Tal vez no sea el sueldo, ni el ambiente con sus compañeros; probablemente sea un mal jefe.

¿Cómo identificarlos?

El jefe dice «hagan», el líder lo cambia por «hagamos».

Cuando las cosas salen mal, el jefe busca culpables; el líder asume la responsabilidad de su equipo y busca soluciones en conjunto.

Si el líder ve que uno de sus coequiperos no está rindiendo en sus labores, se toma el trabajo de preguntar qué sucede y cómo puede ayudar; el jefe reclama, juzga y se enfada.

El líder acepta nuevas maneras de hacer las cosas y permite que su equipo lo aconseje en momentos importantes; el jefe dice: «¡Se hace como yo digo!».

El líder corrige con amor y comprensión y enseña algo nuevo cada día a los integrantes de su equipo; el jefe es egoísta con lo poco o mucho que sabe, pues se siente amenazado por sus subalternos.

El líder entiende que la vida personal es igual, o más importante, que la laboral; el jefe solo quiere números, sin importar las consecuencias.

El líder es inspiración, motiva, es un buen ser humano; el jefe saca lo peor de quienes lo rodean.

El líder tiene seguidores, y alguno de ellos algún día dirá: ¡Yo quiero ser como él!; al jefe lo recordarán para no repetir el patrón.

No sean el segundo.

 

En Twitter: @AnaLuRey