¿Cómo salir de la carrera en contra de las manecillas del reloj?
Quizás sea momento para salir de la carrera en contra de las manecillas del reloj y moverme a través del ritmo de mi cuerpo. Quizás sea el momento de darme cuenta que valgo por lo que soy y no por lo que hago o produzco. Quizás esta sea la oportunidad para probar qué significa vivir sin metas y contratos, dejándome llevar por el placer de ser.
Lo digo porque, para mí, está siendo insostenible la forma en que me relaciono con el tiempo. Lo he dado por hecho durante muchos años, pero ahora que lo pienso es raro, muy raro, tener un tiempo definido para dormir, comer y vivir, además de sentirme culpable por darme unas pocas horas de descanso. Ser parte de la carrera del tiempo drena toda mi energía y me lanza a una cama desgastada y consumida.
Curiosamente fue a través de la sabiduría maya donde encontré una luz para salir de esta carrera del tiempo. Según sus conocimientos, durante muchos años la humanidad ha medido el tiempo de manera artificial dentro de una frecuencia 12:60. Esta frecuencia se refiere al ciclo de 12 meses del calendario, controlado por el reloj de 60 minutos. Esta estructura y organización del tiempo fue diseñada para que todas las dinámicas sociales, laborales y culturales, respondieran a la capacidad productiva del ser humano.
En consecuencia, el tiempo vale por lo produzco y a cambio de ello recibo dinero. Así el famoso dicho “el tiempo es oro” nos envuelve en una realidad artificial y autómata que nos lleva a vivir en el constante loop del reloj.
Sin embargo, aunque hoy en día seguimos en la frecuencia 12:60, desde la visión maya se abre una nueva posibilidad de relación con el tiempo. Se trata de la frecuencia 13:20, esta frecuencia nos invita a conectarnos con el tiempo mediante el movimiento de nuestro cuerpo al ritmo natural del universo.
Para ello contamos con 13 articulaciones principales (cuello, hombros, codos, muñecas, caderas, rodillas y tobillos), y con 20 terminales corporales que se encuentran en los dedos (10 dedos de las manos y 10 dedos de los pies).
Así, cada vez que me permito experimentar el movimiento, con estas partes del cuerpo, puedo verificar una noción distinta del tiempo.
Pueden sonar extraños estos planteamientos, pero cuando observo cómo viven los niños, todo cobra sentido. Para ellos el tiempo se congela y se dilata con el juego. No existe el tedio y el cansancio cuando se trata de la diversión y el movimiento de su cuerpo, sólo existe el eterno presente.
Siento que estar en casa es la ocasión perfecta para hacer esta experimentación. Jugar en conexión con mi niña interior y bailar como reconocimiento a mi propio ser. Aprender a vivir en un ritmo más orgánico y natural que responda a mi bienestar y felicidad.
Ahora, si tienes el privilegio de compartir día a día con niños, te invito a disfrutar de este gran regalo. Atrévete a jugar, a moverte en diversión y aprender de ellos cómo expandir tu ser.
Paola A. León – @frq1320
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