El cuerpo es uno de los vehículos de más alta tecnología que he conocido. Su diseño es perfecto desde la estructura más diminuta que lo compone, hasta el sistema integral que se constituye en sí mismo. También posee una capacidad inmensurable de almacenar y procesar información de diversas frecuencias, donde no existe el tiempo como realmente lo conocemos.
Como parte de esta grandiosa tecnología, conocí hace poco sobre el poder de conexión y comunicación que posee una de las principales redes de nuestro cuerpo, se trata de la fascia. La fascia es el tejido conectivo que une todos los órganos, desde los músculos hasta los tendones, o las células que nos componen. Este tejido conectivo está compuesto por proteínas esenciales como el colágeno y la elastina, y es el responsable de darle coherencia, flexibilidad y estabilidad estructural al cuerpo.
La fascia, a su vez, es una gran antena biológica que capta la luz y la energía para conducirla a todo el sistema, dándole dinamismo y vitalidad al cuerpo. Según estudios realizados por Thomas Myers, autor del libro ‘Vías anatómicas’, se asegura que esta antena puede transportar información 3 veces más rápido que el sistema nervioso, ya que al mantener conectado al cuerpo en su totalidad, lo que ocurra en la planta del pie, por ejemplo, se siente inmediatamente sobre los músculos superiores de nuestro cuello.
Myers también afirma que para mantener una fascia sana e hidratada es fundamental realizar movimientos fluidos con prácticas diarias como el yoga, tai chi o baile. Así mismo los masajes o las terapias miofasciales son recomendados para mantener la salud de la misma.
Uno de los puntos que más me llamó la atención sobre la fascia es que, además de ser una grandiosa red de comunicación interna del cuerpo, también incide sobre las dimensiones mentales y emocionales de nuestro ser.
Este tejido conectivo funciona como un archivador de emociones atrapadas, capaz de almacenar la información en forma de contracturas musculares o dolores corporales. Es decir, que cada vez que se oculta, apacigua o reprime una emoción, la fascia lo va registrando en el cuerpo. Curiosamente, este tejido no entiende del tiempo como nuestra mente lo hace, por lo tanto la contractura o el dolor que se puede estar manifestando en el momento presente, pudo haberse generado por una emoción atrapada en el pasado.
Lo más interesante es que si la fascia tiene la capacidad de archivar dichas emociones o memorias, nosotros al ser portadores de la misma, podemos acudir a esta para preguntarle qué es lo que sigue allí atrapado. Con certeza podemos recibir la respuesta, y con ese reconocimiento, liberar la emoción.
Con toda esta información no busco dar recomendaciones de cómo mantenernos saludables o manejar nuestras emociones, pues personalmente sigo experimentándome en el cuerpo con una lista de emociones por procesar y de actividades por probar.
Solo quiero compartir la grandiosa tecnología que veo que somos. Si solo la fascia porta estos grandes potenciales y esta inteligencia única, imagina lo que porta cada parte de nuestro cuerpo, nuestras células y nuestro ADN.
Para mí es claro que no necesito más de lo que ya soy. Quizás solo basta con establecer una comunicación consciente con mi cuerpo, para disfrutar de esta tecnología y sentir a plenitud, para viajar en el tiempo, experimentándonos en infinitas posibilidades y descubriendo lo ilimitados que somos.
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