Cuando llegué del baño, encontré a María Gleisy sentada en mi puesto. Estaba mirando su celular, intentado conectarse a internet. No aguantaba las ganas de subir las fotos en el avión y las primeras en Bogotá, nunca antes había salido de Tumaco. Estaba ansiosa por contárselo y mostrárselo a sus hijos y amigos, a los de siempre y a los que ha hecho en durante su proceso de sanación.
María Gleisy es una de las 11 mujeres sobrevivientes de violencia sexual que nos visitaron este lunes en la redacción de EL TIEMPO, para pasar todo el día trabajando con nosotros y conociendo el movimiento en el periódico. Además, esa noche ellas serían las estrellas en el lanzamiento del documental ‘Proyecto Tumaco: El Poder en mi Voz’, de la campaña liderada por la periodista y activista Jineth Bedoya Lima, #NoEsHoraDeCallar, que comenzó a realizarse hace dos años.
Fue una sorpresa recibir su visita. Ese día eran las representantes no solo de sus compañeras, sino de un municipio de Colombia que se está dando a conocer con mucha más fuerza gracias a la música, a la cultura y a las historias de sus habitantes. Cada una fue asignada en una sección, sin embargo, el tiempo dio para dar un recorrido por los diferentes pisos, las secciones, la rotativa, cerca de los fotógrafos y los presentadores. Eran las once de la mañana, hora en que la sala de redacción en su mayoría está llena y los teclados suenan con fuerza, así como los teléfonos y los televisores.
A nuestro equipo de Redes Sociales llegaron María Gleisy y también Ruth Belly. Sonreían no solo con los dientes, también con la mirada. A lo lejos se hacían señas con sus compañeras, preguntándose mutuamente cómo la estaban pasando. La campaña de #NoEsHoraDeCallar creó una hermandad entre todas ellas, gracias a la catarsis que ha facilitado en cada uno de sus procesos.
Allí estábamos junto con Julia Larkin, nuestra practicante inglesa. Las cuatro conversamos y reímos como si nos conociéramos de antes; nos hablaron de sus hijos y de ‘El Morro’ y ‘El Bajito’, las playas de agua tibia que visitan constantemente. Claro, es que no hay nada que el mar no cure.
Para ambas, esta es su primera vez en Bogotá. De Tumaco son más los recuerdos felices que los tristes, así que sus vidas ahora son tranquilas, aunque aseguran que algunas personas continúan viviendo aterrorizadas. Juntas nos contaron que ya no sienten miedo de guardarse el dolor, que al contrario, quieren contarlo para que más personas denuncien y eviten que sus hijos caigan en manos de personas malas que les ofrecen “mejores vidas”. Así, con una gran sonrisa, Ruth Belly concluye esta idea diciendo que “toda la vida no va a durar la guerra”.
Pasaron por aquí para impulsarse a nuevos vuelos gracias al periodismo. Este les ha dado la mano para recuperarse y regresar a la vida. Gracias a él cruzaron el camino con quienes las ayudaron a reconocer su condición de víctimas y les permitieron engancharse a un proceso diario de construcción que también, con el periodismo, pretenden dar a conocer. Aunque el #ProyectoTumaco comenzó con 120 víctimas, estas 11 mujeres ya salieron a hablar. De seguro esta será otra cadena que motive a denunciar y a exigir justicia, para evitar que las cosas malas se repitan. Ellas son el tipo de personas que me hacen descansar, que me hacen irme de mí misma.
El día pasó muy rápido, así sin más. Quedé pensativa junto a Julia, quien me preguntó más sobre los estragos del conflicto armado en Colombia. Ella –inglesa- y quien ya vive en el país hace unos meses, quedó inquieta con las historias del #ProyectoTumaco, Me dijo con un semblante triste que nunca en su vida ha experimentado la “necesidad de tener esperanza”, porque todo lo ha tenido y -de donde viene- las preocupaciones son otras.
Siempre amaré el hecho de encontrarme aunque sea por unas horas con personajes como María Gleisy y Ruth Belly. Terminamos siendo no tan diferentes: aunque las heridas las produzcan hechos aislados, el dolor puede llegar a ser el mismo. Reconocerse como víctimas ha sido clave para reponerse.
Con ellas intercambiamos lo que somos y agradezco ese ejercicio. Me alegro que existan este tipo de proyectos y de ver lo que lograron en ellas, escuchar tanta propiedad y amor por encima de todo. Termino con esto que dijo María Gleisy y que llevaré en mi corazón: “En el amor las cosas se dan más fáciles, no hay necesidad de pedirlas”.
Lástima la lentitud de la justicia, del Estado y sus entes, del congreso, que para otras cosas si corren y forman alborotos que tambien los «medios informativos» acolitan
Califica: