En casi todas las culturas existe el ritual de recibir el año nuevo con deseos de renovación y propósitos de cambio. En las últimas semanas, los colombianos hemos visto esta costumbre reflejada en las secciones de opinión, en donde diversas columnas se dedican a la reflexión. En ésta me propongo compartir con ustedes mi resolución para el 2013.
Dicen que en cada problema hay una oportunidad. Me gusta esa forma de pensar porque implica un reto permanente, una invitación a ponerlo todo en contexto para ver las cosas desde otra perspectiva y así reconocer lo positivo de cara a la adversidad. Este ejercicio, que suena simple, requiere de esfuerzo para ponerse en práctica y de compromiso y constancia para convertirse en un hábito. Por eso, en este año que comienza, nuevamente he resuelto enfocarme más en las oportunidades que en los problemas.
Colombia es una nación privilegiada que está llena de oportunidades, pero éste es un hecho facil de perder de vista. Al vernos bombardeados por constantes escándalos, muchas veces los colombianos nos sentimos frustrados. Como un niño que en su afán de ser grande mide su crecimiento a diario, nos es común sentir desilusión ante la aparente falta de progreso. Sin embargo, si cambiamos nuestra perspectiva es evidente que en realidad estamos creciendo cada año y que venimos progresando a un buen ritmo.
En poco más de una década hemos pasado de ser descritos como un estado fallido a ser la nueva promesa de América Latina. Reconociendo nuestros grandes avances, el mundo está creyendo en el potencial de Colombia en medio de un clima global de incertidumbre, hecho que nos debería motivar a creer en nosotros mismos.
Habiendo sentado las bases para consolidar la seguridad en nuestro territorio, ahora nos dirigimos hacia la construcción de una seguridad integral para nuestra sociedad que va más allá del ámbito militar. Hemos comenzado a invertir en nuestra gente para que puedan estar seguros de que podrán contar con una vivienda digna, oportunidades en la juventud y un apoyo solidario en la enfermedad y en la vejez.
Emprendimos un enforme esfuerzo para sanar las heridas de nuestra sociedad y reparar los daños dejados por medio siglo de un conflicto armado anacrónico y sin sentido. Conscientes de las lecciones del pasado, nos hemos propuesto superarlo y avanzamos con realismo y prudencia para al fin liberarnos de un lastre que desde hace demasiado tiempo injustamente socava el progreso de toda una nación.
En los últimos diez años, una apuesta audaz en el campo tecnológico nos ha venido abriendo puertas a una poderosa herramienta que universaliza el acceso al conocimiento y nos permite aprender, colaborar e innovar para enriquecer nuestras vidas y depurar nuestra democracia. A medida que sigamos ampliando el acceso a Internet, nuestros niños, el recurso más valioso que tenemos, entrarán a la era de la ilustración digital en donde encontrarán todo tipo de oportunidades.
Aunque se ha vuelto cotidiano ver en toda situación adversa una crisis, muy pocas en realidad lo son. Crisis es un término médico que describe un punto de no retorno. Si bien es cierto que aun debemos mejorar en muchos frentes, es posible superar todos los desafíos que enfrentamos con determinación y trabajo. Pero sobre todo con un cambio de actitud.
Si seguimos buscando el porqué de nuestros males en el espejo retrovisor no avanzaremos. Por eso en el 2013 los invito a visualizar las cosas como pueden ser y a enforcarse siempre en las oportunidades.
Creo en el poder de las ideas. Pienso que vivimos en el siglo de las oportunidades. Busco comprender, compartir y colaborar.
Economista (B.A.), McGill University (Montreal, QC). Abogado (J.D.), The George Washington University Law School (Washington D.C.) con un programa en derecho internacional y comparado en Cornell Law School & Université Paris I Pantheón-Sorbonne.
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