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La nostalgia de la Cartagena de los años setenta eternizada en las instantáneas que toma Tony Lafont.

la-polaroid-de-pedro-badanDebido al auge de la fotografía hecha en este siglo XXI a través de smartphones, tabletas, pads y otras   maravillas tecnológicas, los usuarios le disparan a todo. Es divertido el ver a grupos de turistas (sobre todo si son asiáticos), recorrer el centro de las ciudades y disparando por aquí y por allá, montando sus recursos en las varillas para las selfies. Luego, las fotos se descargan en el computador o no necesariamente, se envían  por redes sociales se comparten se manosean y se comentan por unos y otros.

Una de las formas más curiosas que tenía el ser humano para tomar la instantánea y revelarla ante sus ojos era la Polaroid, una máquina a la que se le alimentaba con rollos de papel que venían ya con el proceso químico adherido que lograba la magia del revelado sin invertir horas en un laboratorio, si se contaba con él,  o desplazarse a centros profesionales de revelado y ampliación para sacar la copia deseada. Con la Polaroid  no. Se acercaba la cámara al objeto o a la persona deseada, se obturaba, la máquina arrojaba el papel con el  compuesto químico y en pocos minutos, ¡zas! El prodigio estaba hecho. La instantánea tomada y revelada en poder de su realizador. Seguramente aún deben existir algunas de estas máquinas en manos de fotógrafos de parque que buscan ganarse la vida a costillas de los enamorados, los grupos colegiales en plan mamador de gallo y uno que otro despistado en plan de romántico vintage. Pero como muchos otros inventos, también la Polaroid ha sido desplazada por lo digital y hoy se vende como heredada curiosidad del siglo pasado en los mercados de pulgas.

En su más reciente novela El hombre de la cámara mágica, Pedro Badrán revive la nostalgia por la Polaroid. Acompañado de una excelente prosa a la cual nos tiene acostumbrados Badrán en sus trabajos periodísticos, en sus novelas y cuentos publicados como La pasión de Policarpa (2010), Hotel Bellavista y otros cuentos del mar (2002) y Manual de superación personal y otros cuentos (2011), entre otros, revive esa nostalgia encarnada en Tony Lafont un fotógrafo que convierte su Polaroid en una extensión de su cuerpo, mientras hace un inventario pormenorizado y exhaustivo de un viejo hotel de Cartagena que convierte en su todo, en su universo particular y va construyendo un álbum en el que los objetos que pueblan el hotel, sus paredes carcomidas por la humedad, sus huéspedes que estuvieron y los que llegan, son el reflejo mismo de ese universo. Todo quedaba registrado, porque Tony Lafont sabía mirar y también escribir. En un cuaderno de hojas cuadriculadas marca Titán, húmedo en los bordes y con una letra diminuta, iba anotando todo: “Mis instantáneas serán este olor a humedad, la grieta en la pared, el maullido de la gata en celo, las sábanas del hotel, el zumbido de un mosquito en la habitación, la brisa que sopla en el patio, esta sombra bajo los almendros, la siesta de las dos de la tarde…”. Todo registrado. Frases de los inquilinos, habitaciones solitarias, armarios con ropas colgadas, camas sin tender. Foto 1, Foto 20, Foto 54. Y escriba Lafont. Deje su bitácora llena de señales para que todo el que la lea y vea las fotos, entienda de su universo reducido a esas cuatro paredes desvencijadas y sus personajes atiborrados de contrastes y que son divertidos, melancólicos, ingenuos, tiernos y sangrones:

Frase del doctor Alandete: de diez políticos, once son corruptos.

CarátulaNostalgia por la Polaroid y por la Cartagena de los años setenta y por ese hotel en el que Pedro Badrán afirma haber vivido y conocido por dentro como los marinos que se saben de memoria cada rincón de su barco. Hay que leerla para dejarse atrapar por el demonio de la instantánea y recuperar, así sea en la memoria, el hechizo de una época pasada a la que Tony Lafont le abrió sus puertas de par en par.

El hombre de la cámara mágica, publicado en la colección Literatura de Random House es una muy buena alternativa para estas épocas de vacaciones que se acercan y si el destino turístico de casualidad lo lleva a la Costa, abrirlo en la playa y dejar que el olor del salitre que sale de sus páginas se enrede con el que viene arrastrado por la brisa y las olas del mar. Y si el presupuesto lo lleva a Cartagena, busque el hotel. A lo mejor el Tony Lafonto se aparece por ahí con su Polaroid para eternizarlo a usted en su universo particular.

Aquí puede escuchar la entrevista con Pedro Badrán. Otra manera de acercarse a este encantador de palabras. La ilustración de Badrán y la Polaroid es de Juan Carlos Arroyo.

@culturatotal

https://soundcloud.com/distritocultural/entrevista-a-pedro-badran

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