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Desde finales del año pasado y los primeros días de este 2016, la Pelona ha realizado una labor digna de encomio, por las calles de la cultura.

La Pelona nunca se ha quejado por la falta de trabajo. Es más, a ella le sobra y a veces se encuentra en dificultades para tener a todos sus ‘clientes’ satisfechos.

A Rafael Baena, ese amigo bacán que desde el momento de conocerlo se sabe que la amistad será para siempre, se lo llevó comenzando la novena. Siempre recordaremos a Rafa como dueño de un humor negro que iba saliendo en la medida en que expulsaba el humo de sus infaltables Pielroja. Como periodista se le puede seguir el rastro a través de las numerosas publicaciones y casas editoriales en las que participó, colaboró, mandó y aportó. También quedan sus miles de fotografías recogidas en ese trasegar suyo por este planeta, pues es que Baena y cámara fotográfica eran uno. A la novela entró tarde, pero entró con todo ese bagaje aprendido en el ejercicio diario del periodismo, de sus continuas lecturas de nuestra historia y de hilvanar con puntadas mágicas esos párrafos que nos hicieron estremecer, gozar y hasta tomar partido por alguno de sus personajes.

Rafael Baena

A los pocos días de la ida de Baena, el fundador y líder de la legendaria banda de metal Motörhead, Lemmy Kilmister, muere el 28 de diciembre. Lo que en principio podría parecer como una inocentada más que se daba a tan solo cuatro días de haber cumplido los 70 años, la Pelona se lo llevó de gira por el más allá después de haber sostenido una larga batalla contra un agresivo cáncer. Lemmy se había enterado de la enfermedad tan solo dos días antes. Murió en su casa acompañado por su familia y sentado frente a su videojuego favorito.

Lemmy era famoso por subir al máximo sus amplificadores, colocar el micrófono por encima de su cabeza para cantar mirando hacia arriba y por sus himnos camorristas como el clásico Ace of Spades. Vivió en Los Ángeles y causó polémica por su colección de objetos nazis. Formó parte de la banda Hawkwind antes de crear Motorhead a mediados de la década de 1970.

A Lemmy le idolatraban sus amigos y compañeros, entre ellos el actor Billy Bob Thornton, y músicos como Henry Rollins, Joan Jett o Dave Grohl. Bad magic, publicado en agosto de 2015, fue su última referencia discográfica, el 22º en la cuenta de Motörhead. «Por el momento, solo me planteo dar conciertos y grabar discos. Es lo que más disfruto, mucho más que escribir una biografía o un documental», apuntaba. Murió con las botas puestas.

El caballero solía beberse una botella de Jack Daniels al día. Más allá de su conocido gusto por el bourbon, fue también un personaje musical de envergadura. A él se le asignaron importantes bautizos sonoros en el Reino Unido: la psicodelia por los Hawkwind, el punk por la celeridad de su música y ser mentor del bajista de los Sex Pistols, Sid Vicious, y, sobre todo, el heavy metal después de que James Hetfield de Metallica le calificase como “padrino” del género. Pero seguramente lo que más le habría gustado a Lemmy era el haber podido estar en esa nave que en los cincuenta capitaneaban Little RichardElvis Presley y Jerry Lee Lewis, músicos que eran sus favoritos, y a los que definía como las tres piezas angulares de una revolución.

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Y en los primeros días que van corridos de este 2016, la Pelona nuevamente mostró su guadaña.

El 4 de enero el turno fue para Pierre Boulez una de las principales figuras de la vanguardia musical de la segunda mitad del siglo XX y uno de los grandes compositores-directores de su época.

Boulez falleció en Baden-Baden, Alemania, donde vivía desde que abandonó Francia, exasperado por lo que consideraba como el conservadurismo musical de su propio país.

Su trabajo sobre las relaciones entre la creación y la interpretación lo convirtieron en una figura clave del mundo musical, cultural e intelectual, y no sólo en Francia

Este teórico y pedagogo siempre quiso que la nueva música estuviera representada en los programas de las salas de conciertos e impulsó la creación musical de vanguardia. Fue una de las principales figuras de la vanguardia musical junto a sus contemporáneos Karlheinz Stockhausen, Luciano Berio,  György Ligeti y Luigi Nono, entre otros.

Pierre Boulez

Al día siguiente invitó a salir a un viaje sin retorno a Robert Stigwood quien fue manager de los Bee Gees y Eric Clapton.

 

Robert Stigwood, representante de artistas y productor cinematográfico, murió el lunes 4 de enero, a los 81 años. Australiano de nacimiento, desarrolló su carrera en el Reino Unido, Según la historia, en ese entonces dominaban dos clases de managers. Unos eran duros, con actitudes que bordeaban el gánsterismo; los otros, caballeros homosexuales de modales refinados. Stigwood pertenecía a la segunda categoría y tuvo encuentros ásperos con los que simbolizaban el primer modelo. En 1966, un intento de hacerse con los servicios de The Small Faces provocó que le visitara su representante, el iracundo Don Arden, que amenazó con lanzarle por la ventana. Las negociaciones se interrumpieron y Arden siguió desplumando al desventurado grupo.

 

La naturaleza incierta del pop le impulsó a buscar fuentes de ingresos más regulares. Y así fue como llegó al filón de los musicales, presentando Hair en Londres y financiando proyectos escandalosos como Oh! Calcutta!; después llevaría al cine Jesus Christ Superstar (1973) y Tommy (1975), con excelentes resultados económicos. Abiertas las puertas de Hollywood, estableció un verdadero imperio.

Robert Stigwood y Bee Gees

Y el 10 de enero el turno fue para David Bowie.

“Mira hacia arriba, estoy en el cielo/Tengo cicatrices, que no pueden ser vistas”. Esas son las primeras palabras de la canción Lazarus, que forma parte del último álbum de David Bowie, Blackstar y que el caballero dejó como despedida a los incontables seguidores de una estrella polifacética, misteriosa, original y cambiante. El álbum salió el 8 de enero, el día de su cumpleaños 69 y dos días después, el mundo no volvería a contar con su presencia.

Amaba Nueva York, la ciudad donde decidió fijar su residencia, pues decía que podía salir a caminar por sus calles sin que nadie lo reconociera.

En el universo Bowie nunca hubo respuestas, solo interpretaciones. Así fue desde el 10 de febrero de 1972, fecha en la que Ziggy Stardust se mostró por primera vez en la Tierra. Antes ya había sido mod y hippie, pero sus siguientes personalidades y su “habilidad para detectar sonidos y estéticas adecuadas en cada momento se afilaron, generando un impacto difícil de igualar”, como bien lo escribiera Guillermo Arenas en el País de España. Su influencia se extendió a pasarelas, salas de cine, museos, karaokes y hasta en la Estación Espacial Internacional, donde el astronauta Chris Hadfield interpretó hace un par de años Space Oddity.

Nos quedan sus 26 trabajos musicales publicados y sus innumerables participaciones como artista en películas en las que dejó su impronta.

jagger bowie turner

Y para rematar, como le escribiera León de Greiff a la Pelona:

“Señora Muerte que se va llevando

Todo lo bueno que en nosotros topa!

Solos –en un rincón- vamos quedando…”

@culturatotal

 

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