Como en un preescolar, el eje temático de esta semana en Dardos al coco serán las profesiones. Ya en el anterior post mi amigo F.M.J hizo una aguda observación sobre los policías y hoy me toca a mí el turno de referirme a una profesión de odios y amores, sobre todo por su exposición pública: el periodismo, aunque lo que más pasiones despierta, no es la profesión en sí, sino los periodistas.
En las recientes semanas, dos comunicadores, de esos que por su posición directiva son reconocidos a nivel nacional, fueron protagonistas, como no les corresponde, de las noticias y de paso nos ayudaron a abrir los ojos sobre cómo funciona la industria informativa, a partir de la cuál los ciudadanos, no sólo se informan, sino que arman sus referentes de la realidad.
Vicky Dávila, la primera que se robó la atención, es una mujer que en su aparición en los noticieros de televisión ganó cierta fama y poco a poco fue escalando en el mundo de los medios hasta convertirse en directora de un espacio noticioso de la radio en la mañana. Ella, que a juicio de muchos fue bastante complaciente en la época en la que Uribe era presidente, de un momento a otro se volvió un gallo fino a la hora de inculpar y hasta agredir a sus entrevistados.
Siguiendo esa posición bravucona, tan de moda entre los dueños del micrófono que se volvieron expertos en azuzar a la audiencia ávida de indignaciones, se encontró por fin con un funcionario que la frenó en seco y de cierta forma le recordó que la función de los periodistas es preguntar y no acusar, mucho menos si es Vicky, cuyo criterio queda en evidencia con sólo un par de Tweets, sin mencionar que para eso existe la justicia. Sin duda, puede ser más efectista ese comunicador que se dedica a acusar a sus entrevistados, pero el que realmente el más valioso es el que a través de sus preguntas hace quedar en evidencia al bandido, al corrupto, al mentiroso o al incompetente y así cumple su única función que es la de informar. Acá el episodio de la discordia.
El segundo en protagonizar noticias recientes, fue Hollman Morris, un reconocido periodista ahora gerente de Canal Capital. ¿Cómo podría uno negar la importancia del trabajo periodístico de Morris, sobre todo para mostrar la cara de las víctimas? ¿cómo podría uno estar de acuerdo con la estigmatización que sufrió en el gobierno de Uribe? Sin embargo, eso no lo excusa como para direccionar la información a su antojo y a conveniencia de su jefe, el alcalde Gustavo Petro y convertir el canal de la ciudad en un instrumento de propaganda del alcalde. Acá el episodio reciente, para quien no lo conozca.
Seguramente muchos dirán que el sesgo informativo, por no decir manipulación, es natural en todos los medios privados y seguramente así será, en algunos casos más que en otros, pero no sobra recordar que el medio que dirige Hollman Morris es público, que lo pagamos todos los bogotanos, los que votaron y los que no votaron por el actual alcalde, y por lo se debería garantizar un mínimo de equilibrio informativo y dejar de lado la censura, como lo hizo Morris como gerente.
Bien lo dijo Nicolás Gómez Dávila,“los medios actuales de comunicación le permiten al ciudadano moderno enterarse de todo sin entender nada”, porque con juicios que nadie les ha pedido, limitando la información para evitar tener una perspectiva más completa de la realidad, lo único que hacen es incumplir con su deber natural: el de informar a los ciudadanos. Ya la justicia se encargará de hacer los juicios y los políticos de hacer la política, que los periodistas se ocupen de lo que les toca.
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