La muerte, que como diría mi señora madre es lo único seguro que tenemos, aunque nos llega a cada ser humano, no es igual para todos. Y en los últimos días hemos visto, en vivo y en directo, como un aterrador show que ya es casi cotidiano, pero no por eso menos espeluznante, la forma en la que muchos han muerto tal vez prematuramente ante los ojos del planeta, sin que este tenga real voluntad de hacer algo.
El primer capítulo de este lamentable show de muertes masivas es la reaparición del ébola, un virus mortal que ya ha dejado más de 800 muertos en África y que ya pisó Estados Unidos, alojado dentro de un médico norteamericano que trabajaba en África occidental y fue contagiado, lo cual auguraría por fin, luego de cientos de muertes, una real preocupación por el virus. Esto que parece una película catastrófica de esas de domingo por la tarde, que como es de esperarse afecta a países del continente más pobre, seguramente requeriría de un Rambo o simplemente de la voluntad del mundo entero, pero esa utopía cada vez se ve más lejana. No en vano, la secretaria de la Organización Mundial de la Salud dijo “no es de sentido común que las autoridades nacionales y la comunidad internacional permitan que el virus del ébola circule ampliamente por un largo periodo entre personas”, pero si algo hay en el mundo, tanto como muerte, es carencia de sentido común, por no decir interés en la vida.
Últimamente, no sólo la secretaria de la OMS ha llamado la atención del mundo más bien con poco efecto, también lo ha hecho el secretario general de la ONU, parecería que más por formalismo, frente al otro escalofriante show que hemos visto en tiempo real: el conflicto en la franja de Gaza. Allí, el hombre, que es el virus o la bacteria más peligrosa del planeta, ha asesinado a más del doble de personas de las que ha matado el temible ébola, sólo que en este caso como más le gusta: a punta de bombas que acaban masivamente con la vida en muchos metros a la redonda, en el mejor de los casos.
En este conflicto, igualmente, el mundo sentado en su cómodo sofá, comiendo crispetas, ha visto por televisión la pirotecnia de bombas fatales que caen sin discriminación en escuelas, hospitales, casas de familias, etc. y como para no hacer muy evidente la complicidad, los gobiernos del mundo han emitido mensajes de una tibieza aterradora, dejando muy claro que les interesa muy poco o nada lo que allá pueda pasar. Tan evidente es que el mundo ha volteado la cabeza para hacerse el bobo, que varias protestas que se han hecho en diferentes países, han sido acalladas por la policía en cada lugar.
Seguramente los virus han matado personas desde que existe la humanidad y también sin duda el hombre se ha matado desde que puso un pie en la tierra, sólo que hoy, cuando todos podemos ser testigos de primera mano de lo que pasa en cualquier rincón de la tierra, estamos presenciando la muerte de miles de seres humanos, por supuesto los más indefensos y pobres, y tal como una película de domingo en canal nacional la estamos viendo por pedazos sin un atisbo de interés, mientras dormimos reposando un suculento almuerzo.
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