Foto de Se lo explico con plastilina
Aquí hay mucha gente que lo único que quiere es irse. No son pocos los que anhelan dejar este tierrero de corrupción y violencia para encontrar un mejor porvenir en otras partes, a veces obviando lo que dice el conocido refrán: en todas partes le dan con el mazo, o a Dios rogando para que no se cuezan habas en todas partes…o bueno la idea es esa. Y no es nada criticable, pues todo el mundo está en su derecho de perseguir lo que considere una mejor calidad de vida, o sino que lo digan los cubanos.
Es que ese concepto de patria es una cosa tan compleja y que yo entiendo tan poco, que lo único que me atrevo a decir por simple experiencia y desprevenida observación es que acá nos hacemos compatriotas solamente en torno a la selección Colombia (cuando gana), en el descontento y la desconfianza. Por lo demás, creo que son muy pocas cosas las que nos unen, empezando por la indiferencia frente a la vida de las otras personas que por fortuna o desgracia (como usted lo quiera ver) también nacieron acá.
Y esto lo digo, igualmente, por una observación más bien desprevenida. El mundo entero se conmocionó hace poco por la monstruosa desaparición de 43 jóvenes en Ayotzinapa, México, y los mexicanos mismos colmaron sus calles llenos de tristeza, indignación y rabia, porque parece que tienen claro que la vida es sagrada, y eso que Mockus no ha ido a decirles lo obvio porque parece que ya lo entienden.
Casualmente por esos días en los que se veían imágenes de plazas llenas en México, en el Congreso de Colombia se adelantaba un debate sobre los falsos positivos, que generó menos impacto que el aleteo de una mosca. ¿Y por qué es sorprendente que nadie se hubiera enterado de este debate? Porque para hacer claridad, los “falsos positivos” (cínico eufemismo) fueron asesinatos realizados por la fuerza pública, muchas veces en complicidad con los paramilitares, para presentar “resultados” favorables a una política, al parecer estatal, de presentar muertos como avances en el logro de la “paz” nacional.
Y los cadáveres-trofeo ni siquiera eran de combatientes, eran de miles de personas que “no estaban recogiendo café” porque en Soacha, por ejemplo, no se cultiva el fruto nacional, y mucho menos estaban empuñando un arma, aunque con la vileza jamás imaginada les hubieran puesto armas en las manos muertas para que sí parecieran combatientes y eso en varios casos lo hacían los que se supone que nos protegen…
Mientras tanto, acá varios promotores o por lo menos justificadores de esa barbarie siguen haciendo las leyes del país, porque cientos de miles más los han escogido para que estén allí y “nos” representen a los “colombianos”. Y todos vivimos en este pedazo de tierra con dos océanos, selva, agua y cadáveres de inocentes como abono para las flores y las frutas tropicales.
En otros países del mundo parece que el valor de la vida los une y por eso los asesinatos y desapariciones los ponen a marchar, a exigir que el estado impida que eso pase y que bajo ninguna circunstancia sea cómplice del asesinato de las personas, pero parece que en nuestro caso lo que genera es que nos marchemos. Algunos se marchan por el simple hecho de salvar su vida, otros se marchan para buscar mejores oportunidades, pero muy pocos marchan con tristeza por solidaridad entre compatriotas, sea lo que eso signifique. Y bueno, la marcha puede ser literal o no, porque al final lo que pasa es que nada pasa.
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