Por A. Moñino

Confieso que de haber sido un concurso de ficción, creado en ‘El Siguiente Programa’, me hubiera parecido muy chistoso ese nombre de “Miss tanguita”. Infortunadamente, como en este país la realidad supera a la ficción – y me perdonarán el inevitable cliché para este absurdo – ese título es real. Real de cierto, verdadero, aunque como todo “reinado” se empecine en un no menos problemático y aún más ridículo “real” de realeza.

Sí. En Barbosa, Santander, se hace la versión «infantil» del concurso donde unas señoras en busca de triunfo, dinero, atención, una coronada o lo que sea que quieran conseguir, se suben a pasarelas patrocinadas por la cerveza nacional de la alegría a contonearse en tanga ante un público que asiste con diversas motivaciones: algunos a criticar, otros a admirar, a desear, seguramente otros a gritar improperios y todo lo que uno se pueda imaginar en un desfile de verbena como es este. Hasta ahí puede uno compartirlo o no, e incluso criticarlo, pero al fin y al cabo cada adulto verá a quién le muestra su tanga y con qué objetivo.

Pues bien, a este escenario suben también a niñas entre 6 y 10 años con el patrocinio de la misma cerveza y por nada más y nada menos que la alcaldía, es decir el Estado mismo; para no ir más lejos los habitantes de Barbosa que sostienen con sus recursos a su alcaldía y, según entiendo, por años patrocinan “Miss tanguita”, que hasta ahora se hace público. Y entonces lo que puede ser criticable, chistoso o ridículo entre adultos, al involucrar niños se vuelve detestable y cuestionable por donde se le mire. Ojalá el ICBF y las autoridades (aunque a la alcaldesa, que se ufana de ser cristiana, le parezca perfecta la tradición de hacer un desfile de niñas en tanga), también encuentren ahí varios problemas y preguntas suficientes para cancelar semejante esperpento para siempre.

Porque lo que por desgracia sí se repetirá por cuenta de RCN es el nefasto legado personal de Diomedes Díaz, que al ser erigido como protagonista televisivo será ensalzado cual símbolo patrio, aunque su vida sea, cuanto menos, cuestionable y a pesar de que haya sido condenado por un asesinato. Por supuesto yo preferiría repetirme completa toda Padres e Hijos, antes de ver el despropósito este del cantante vallenato, que como campaña de publicidad invitó a la gente a “diomedizarse”, aunque esto podría interpretarse también como una invitación a cometer delitos si uno hilara muy fino.

Y ya muchos dirán que todo esto es porque no me gusta su música, y aunque en efecto no me simpatiza, se equivocan. Por el contrario, no negaré que su legado musical, solamente musical, sea lo suficientemente importante en la cultura popular del país y sin duda uno de los fenómenos más destacables en la historia musical reciente en Colombia, gústenos o no. Que escuchen sus canciones quienes las quieran escuchar, que las bailen y compren sus discos quienes allí encuentren algo valioso o al menos catártico, pero de lo que se trata esto es de invitar de forma tácita o implícita a “diomedizarse”, como si fuera algo deseable.

Deseable, en mi opinión, es que fracase rotundamente la novela de Diomedes, que sea un duro golpe al bolsillo del canal que la promueve y emite (aunque dudo que así sea) y que igualmente “Miss tanguita” fracase en el mundo real, como quiera que se prefiera entender la palabra «real». Que este despropósito en un tiempo sea la inspiración ridícula de chistes sobre algo que en un país absurdo alguna vez fue motivo de festejo, así como el entretenimiento estuvo dado por cuenta de un personaje en su vida personal totalmente olvidable y más bien despreciable. Que este terrorífico martes 13 sea recordado como el último en el cual los espectáculos fueron desfiles de niñas en tanga y telenovelas que enaltecen personajes tan cuestionables.

*Imagen tomada de El Tiempo.

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