Por A. Moñino

Hace un par de meses, con argumentos entendibles aunque no justificables, por las páginas de Facebook de mis amigos y conocidos que montan bicicleta empezó a popularizarse la noticia de un escuadrón de caballeros que en sus corceles de acero se dedicaban a capturar ladrones de bicicletas, algo así como el Rey Arturo en el siglo XXI. Todo muy loable en apariencia. Sin embargo, pienso que no es nada diferente a una “parapolicía”, algo totalmente irregular que en un abrir y cerrar de ojos se puede volver más peligroso que el crimen al que combaten. Aclaro que no pretendo acusar a estos personajes de nada, porque seguro están cargados de buenas intenciones, sino más bien ir un poco más al fondo del asunto.

Así mismo, las redes sociales todos los días muestran videos de cómo linchan a un ladrón de celulares en Transmilenio y todos se unen al “ajusticiamento”, así sea con los comentarios rebosantes de odio, si es que no pudieron estar presentes para tumbarle un par de dientes al hampón y ojalá matarlo para librarnos del problema de una buena vez y que en el país sólo quedemos los “colombianos de bien”, controladores de “plagas”, gente divinamente. Igualmente a diario se vuelven virales fotos de quienes son acusados de ladrones y pocos se preguntan qué tan cierto puede ser; el efecto efervescente de indignación de red social.

Esta sed de venganza y “reparación” ha llegado a tal extremo que un joven de 16 años fue asesinado a manos de una horda desesperada de “súper héroes” que querían hacer pagar al culpable, me imagino que sin mediar palabra. Como ya veo venir las acusaciones, aclaro que no estoy a favor de los ladrones y que por el contrario también me llena de rabia que alguien se apropie de lo que uno compra con trabajo honesto y esfuerzo diario. A mi también me han robado, como a cualquier colombiano.

Aún así, también estoy convencido de que el mundo ha creado unas instituciones especializadas para dar un tratamiento a los criminales y que las penas de muerte en plaza pública, con la gente tirando tomates y escupitajos al reo, quedaron más bien en las películas de época de la edad media. Otra cosa distinta es que en Colombia esas instituciones funcionen a medias, cuando funcionan, y que muchos se sientan en el derecho de “ayudar” a la “limpieza social”.

Sin embargo, un análisis más bien simple me indica que tomar justicia por cuenta propia no es la idea más acertada, eso ya lo han intentado Tirofijo, los hermanos Castaño, Pablo Escobar, entre muchísimos otros y los resultados saltan a la vista y salpican sangre. A riesgo de que el linchado ahora sea yo, me gustaría saber algo de la vida del ladrón de 16 años que mataron a golpes, porque tal vez en ella podamos encontrar alguna pista del problema de raíz que lo llevó a hacer lo que hizo y que de paso le significó la muerte.

Acá lo que debería exigirse, con más fuerza que un puño al ladrón, es que la justicia cumpla con su trabajo como debe ser y que sin importar quién sea la víctima o su estrato, los criminales paguen completas sus sentencias, sin beneficios por sembrar un frijol en la cárcel o leerse el libro gordo de Petete, empezando por los ladrones de los impuestos, los ladrones del sistema de salud, entre otros. Eso sin contar con que usted, querido justiciero lector, deje de comprar celulares, joyas en compraventa o repuestos de carro que seguramente hacen parte de la cadena productiva de ese ladrón que tantas ganas tiene de ver muerto.

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