En estos días le llenaron a un precandidato presidencial su página de Facebook con las nuevas banderitas arcoíris que activó la plataforma en junio, declarado el mes del orgullo gay, como mecanismo de interacción, así como es el pulgar arriba del “me gusta” o el corazón del “me encanta”. Y se me hizo gracioso porque es una forma aparentemente explícita de contrarrestar su discurso oscurantista del odio y seguramente exaltará en sus seguidores la furia y los estimula para seguir mandando, totalmente iracundos, a la hoguera a todo aquello que no esté alineado con su pensamiento retardatario. Por otro lado, una vez se acabe la campaña de Facebook sobre el orgullo gay, estas elocuentes banderitas se convertirán en likes que adornarán cada publicación.
Igualmente, una exsenadora a la que el declive venezolano le parece maravilloso y seguramente se imagina haciendo mítines multitudinarios mientras el país se muere de hambre y el desempleo se dispara, anunció que irá por la presidencia para el 2018 y, como era de esperarse, hordas enfurecidas han llenado las redes sociales de comentarios al respecto y han compartido con indignación la noticia en todos los medios posibles. Por supuesto, al hacerlo, le han ahorrado buena parte del dinero que debería destinar para hacerse notar.
Y aunque cualquier ingenuo pueda pensar que le está haciendo un favor a la patria demostrando todo su decidido activismo político, en realidad se está convirtiendo en la gasolina que esos mismos aspirantes a la presidencia necesitan para aglutinar a sus fuerzas, ganar visibilidad y prensa gratis, mientras avanzan peligrosa y firmemente en su camino hacia la Casa de Nariño con el impulso inicial de quienes se han dedicado a difundir sus noticias gratis, así su comentario editorial que acompaña al contenido que comparte sea de rechazo.
Recuerde, estimado lector, que los medios masivos están haciendo noticia cualquier meme que ronda las redes sociales o cualquier contenido que se hizo viral en internet. Por lo tanto, tanta interacción con los mamarrachos que quieren ganarse la banda presidencial, así su intención sea hundirlos, por el contrario, les da gran visibilidad gratis. Mi recomendación entonces es frenar este impulso incontrolable que tiene por compartir sus odios o por manifestarlos en las redes sociales y procurar, más bien, que el olvido sea la mejor manera de manifestar su desacuerdo con unos u otros políticos. Cuide también sus fuentes de información y antes de hacer aquel gesto de desaprobación de señora de club, que lo lleva de inmediato a hacer un clic, piense si lo que está a punto de compartir es mínimamente confiable o solamente un chisme difícil de confirmar; respire profundo y trate de invertir mejor su tiempo y energía en indagar más sobre el candidato que sí sea de su preferencia.
Dejemos entonces que los politiqueros que detestamos se mueran en el olvido (ese golpe para un ególatra –porque todo aquel que quiere la presidencia sufre de alguna dosis, mayor o menor, de egolatría- sería fatal), que se hagan tan irrelevantes como se lo merecen, no contribuyamos a alimentar bolas de nieve de las cuales nos podamos arrepentir, procuremos no caer en la desgracia que se cierne sobre otros países que, de like en like, terminaron erigiendo como grandes líderes a los más ignorantes y despreciables.
Lo que sí podría compartir, si quiere en redes digitales o reales, es este mensaje de no darle impulso a esos candidatos a la presidencia que probablemente nos van a hundir.
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