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La cifras de desempleo en España son tan grandes, tan abrumadoras para esta sociedad y para esta economía, que no entiendo cómo al salir a caminar por Madrid no veo marchas de protesta diarias, manifestaciones de descontento, repudio y rechazo con los políticos, banqueros y empresarios que han permitido que se haya llegado a esta situación.

Hay una vieja escena de Mafalda en la que intenta imaginarse los millones de habitantes que tiene China, convirtiéndolos en pequeños puntos que va poniendo uno detrás de otro, los cuales se van desbordando de la imagen hasta que la pobre niña desaparece. Algo parecido me está pasando al tratar de imaginar los cinco millones de personas que están sin trabajo en España.

Vamos a visualizarlo. Cinco millones doscientas setenta y tres mil personas. Es casi la cantidad de gente que hay en la Comunidad de Madrid. Son medio millón más que los habitantes de Irlanda o Nueva Zelanda o Costa Rica. Es un poco más que la población entera de Noruega. Es como si cualquiera de esos países estuviera lleno de desempleados, sin nada qué hacer, sin percibir ingresos por su labor, sin generar riqueza para la economía.

Tenemos en España un pequeño país de gente sin trabajo.

Si estas personas se pusieran una junto a otra, saldrían de Madrid, atravesarían Francia, Alemania, y Polonia, pasando por media Europa hasta llegar a Moscú, en una cadena humana de cuatro mil kilómetros de largo.

Y si nuestro flamante y querido y preocupado y desaparecido presidente Mariano Rajoy saliera de su enclaustramiento para contarlos uno a uno, desde el primero, tardaría unos 120 días consecutivos, sin comer ni dormir ni descansar, en llegar hasta el millonésimo quinto.

Algunas mentes más simples necesitan comparaciones deportivas para las cantidades. Queridos hinchas futboleros: harían falta sesenta estadios como el Santiago Bernabéu repletos, a rebosar, sin una sola silla vacía, para albergar a todos los desempleados de España.

(Cinco millones de desempleados, en un país que tiene más de tres millones de viviendas vacías, sin ocupar, sin vender, sin usar, deteriorándose mientras constructores, inmobiliarias, empresarios, bancos y políticos culpables de que se llegara a esta situación, deciden qué hacer con ellas).

Ni siquiera se trata tan sólo de esos cinco millones de personas que no tienen ni trabajo ni ingresos. Se trata de sus hijos y de otros familiares que dependen de ellos, de las hipotecas que tienen que pagar, de su comida diaria, de la ropa que visten y de los medicamentos que compran. Siete, nueve o doce millones de personas que sufren directa o indirectamente la crisis en España.

No sé en qué planes tendrán quienes están a cargo del país en momentos tan duros, tan inciertos para tanta gente. Comprendo que el actual presidente no esté deseoso de dar entrevistas ni de mostrarse públicamente. Y que el anterior se haya ido con la cabeza gacha, desapareciendo del mapa.
Son cinco millones de razones para sentir tristeza, vergüenza y miedo por el futuro.

De cañas por Madrid


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