Seguro que esa no es la cuestión. Entiendo la posición atea como insostenible. Sea en una deidad o en algo producido por el hombre, terminamos creyendo en algo. Como en la ciencia por ejemplo, porque no dispongo del tiempo para confirmar todo lo que me dice y debo creerle o no. 

«La tierra es redonda». Sí yo también lo creo, y creer es el verbo adecuado porque yo no he hecho el mínimo esfuerzo en comprobarlo. Si en algún caso se diera que alguien nos refutara y buscáramos imponernos en la discusión, encontraríamos con facilidad citas eruditas para confirmar esta afirmación, o llegado en caso, acometer el trabajo de experimentar y demostrarla. Ahora, si yo creo que no tiene esa forma y que la tierra es plana porque así me lo dicen mis ojos; pues no pasa nada en tanto que ninguna de las dos posturas cambiaría la realidad. Solo que con esta última, y al ir a buscar bases para mi creencia, tendría vacuos asideros y el trabajo de llegar a demostrarlo sería pesado e infructuoso, pienso yo.

Supongo que a todo creyente le pasa que tiene dudas de su fe. En algún momento, viendo algunas contradicciones elementales en esa fe en la que fui criado, las que me generaron serios cuestionamientos, la llegué a abandonar. Hoy no puedo demostrar la no existencia de Dios, pero me decidí por no creer en Él —así como otros decidieron creer y no pueden demostrar que existe—.

Pero las preguntas no paran, y la ciencia o no tiene las respuestas o se dedica a hacer estudios como el que me enteré hace poco de la Universidad de Oxford —aunque parezca de la San Martín—. Uno que encontró directa la relación entre tamaño de trasero de las mujeres y su inteligencia. Podría decir: creo, y explicar así el porqué me atrae es parte de la anatomía femenina, o decir: no creo, porque me acuerdo de las declaraciones de alguna voluptuosa. Estudios como estos me hacen dudar de la ciencia, replantearme mis creencias. Así y todo, a las ciencias puras les creo un poco más. Deberá ser porque me dan la oportunidad de meter el dedo.

Se afirma que la ciencia avanza. Podríamos discutir si este adjetivo, en nuestro uso del idioma, es el adecuado; pero sería irnos para otra plaza. Me quedo con él para recordar a Newton: duramos muchos años creyendo a su mecánica una ley universal hasta que algún Einstein dijo no creo y ya sabemos (?) que pasó. Hoy no le sigo mucho la pista a la Física, pero entiendo que hay otro genio que no le cree a Einstein y parece haber dado con otra verdad temporal. Va ella creando, pues, sus nuevos confines. Vuelvo a Newton. No porque hoy sus leyes no sean fieles a lo que de verdad ocurre se han dejado de usar, pues estas ayudan a explicar la realidad con bastante certeza a los mortales comunes y corrientes. 

Ahora, en pleno proceso de asesinato de Dios, ese ser que nos ha acompañado desde siempre, se ven personas que en su reemplazo no aceptan más verdad que las producidas por el empirismo, en las que la verdad debe ser capaz de demostrarse a través del método científico, sino no es aceptada como tal. ¿Y entonces qué hacemos con las ciencias sociales sumerce?, estas que son imposibles de regir por leyes naturales como las puras y donde tenemos que creer más aún. ¿Tenía esposa Jesús? La historia como ciencia nos podría ayudar, algunos dirán, otros que eso pasó hace mucho tiempo. ¿Qué pasó con el general Alzate entonces?

Debido a mi no creo referido a las deidades, llego a esta analogía: el hombre llegó a inventar a Dios para hacer más simples muchas explicaciones, por ello también aún algunos le siguen manteniendo, tanto así que para algunas religiones Adán y Eva existieron —si no me creen miren dentro del Tea Party—.

En últimas, nos toca creer en unas versiones más que en otras. Dudo mucho que lleguemos a saber la verdad. En tanto que muchos, buscan refugio en la Ciencia como una religión que aunque no se denomine religión como tal, ya ustedes me aclararán, tiene su radicalismo en el cientificismo y al revisar la Historia, ella nos demuestra que dentro de los radicalismos, y sus verdades absolutas, sus creyentes terminan mal.

Ve, a lo bien, ¿cómo fue la vuelta del general?

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