El miércoles a la noche pude volver a los días de salir con poquísimo dinero, ir al estanco, ‘hacer vaca’ y comprar el trago con base en criterios de barato y bastante y, como en aquellas gloriosas épocas, esperar un resultado similar al que se obtenía hace 20 años, bueno… no se logra.

El día VIII a las 5 de la mañana me sentí adolorido. En estos casos el aforismo de Einstein no aplica en cuanto que después de beber dos copas de champaña, de una botella sometida con rigor a los criterios antes mencionados, esta me dejó como resultado una seca terrible y una gripa truculenta. Apaleado. Nada que hacer, el examen de Filosofía Política me espera a las 9:00, Así que alistarme, un repaso de último minuto a los resúmenes y salir.

Esta vez el bus sí pasó y llegué con tiempo suficiente para tomarme un café y comerme un croissant. El frío me jodía las manos y las orejas, el dolor de garganta había retrocedido un poco, pero no así la congestión nasal. ¿En el examen? Al pelo, o al menos eso creo yo.Terminé y salí para el Berlinale Palast a ver si lograba entrar al estreno mundial de la película Vergine giurata.

Dos cosas me motivaban de este metraje: la primera, el tema de los derechos de las mujeres en nuestro mundo patriarcal; el segundo viene de localizar la problemática anterior dentro de un pueblo albanés en tanto que al vivir en Kosovo, sé da la existencia de ese código de conducta que los rige más que cualquier otra ley civil: el kanun. Algo tan fascinante como arcaico en cuanto son unas normas de comportamiento social en donde la mujer no tiene opinión y está absolutamente sometida a la voluntad de los hombres. Además es la opera prima, en largometrajes, de Laura Bispuri cineasta italiana y la única cinta que por su país concursa por el Oso de oro de esta edición de la Berlinale.

Los que quedamos afuera

No logré llegar y la perdí. Pude pedir tiquetes para la función del día siguiente a las 21.00 y mequedé oyendo la conferencia de prensa para enterarme de lo que la directora y sus actores pudieran llegar a decir. Mencionó su afinidad con Albania y que ella trató de alejarse del prejuicio etnocéntrico durante la realización. Además, habló del la metáfora del cuerpo, absolutamente esencial para entender la película.

 

El mapa del muro

Rematé el día con Elser, 13 minuts del mismo director alemán, Oliver Hirschbiegel, de El bunker —al que le debemos tantos memes— que vuelve al camino que más conoce: Hitler. Esto ayudó un poco ha resolver mi duda sobre la calidad de este filme en cuanto que sus anteriores películas, hechas en Hollywood, habían pasado sin pena ni gloria y ni siquiera me habían llegado a motivar. Claro, la historia llama poderosamente la atención: son 13 minutos en los que un atentado que pudo evitar la Segunda Guerra Mundial, falla. Falla tanto como el retorno de Hirschbiegel, pues su película no terminó de cuajar y  echó a perder una interesante historia. Con el rabo entre las piernas me fui para la casa, no sin antes comprarme el libro Eichmann en Jerusalén. Por primera vez en estos días me dormí poco después de las 22: 00.

En el día IX, la gripa fue a peor, tanto que pensé que era la chikungunya. La lloradera de los ojos, las continuas limpiadas de nariz y la tos me tenían jodido, sumado a la sensación de apaleamiento que llevaba, me hicieron dudar de ir al examen de Teoría de la Democracia, menos mal era a las 11:00 y logré moverme para llegar. El sol, que por fin había salido a dar la cara, hacía que el lagrimeo fuera a peor. Repetí el desayuno del día anterior y  ahora a resolver la última prueba escrita que me quedaba. Salió peor de lo que esperaba, pero aún así se logró.

Berlín es cool

Fui a la Berlinale y no me sentí capaz de entrar a ninguna película, seguro que si lo hacía me quedaría dormido. Pedí las boletas para las películas del día de mañana y a casa. Entre dormido y despierto, con más ganas de atender una partida de ajedrez transmitida por radio, pasé la tarde hasta las 19:00. Por eso, mis queridos ayer no saqué nada. Comer algo e irme a ver a Alba Rohrwacher —muy famosa por estas latitudes— en la Vergine giurata. La fila era corta, saqué mi boleta y el tipo me pregunta por mi badge de prensa que, claro, no tenía conmigo. ¡Fracaso! Menos mal a pocas cuadras de allí encontré un bar en donde me pude tomar unos buenos rones venezolanos —irónicamente se llama Diplomático— a ver si lograban contener lo que tuviera. Así alivié un poco el dolor de cobro que la Berlinale me había dado por primíparo.

Así que ya queda poco, mañana será el último día y la premiación. Mis favoritos: El Club, 45 years y Ixcanul. Vamos a ver qué tal se me dan los dotes de adivinador.

Lo del día VII acá

Ve, el ron funcionó.

Relatos en: El Galeón Fracaso

Cinalternativa

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