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Lo único de lo que me podría quejar del lugar en donde duermo, es precisamente la falta del mismo que supone quedarse con uno de los príncipes de la ciudad. Este lugar va de un after a otro. Con ardor en los ojos me levanté para lograr llegar. A las 8:11 am estaba saliendo rumbo a Postdamer platz, el lugar de Berlín que acoge al festival.

Taxi, la película iraní arrancaba a las 9 am en el Berlinale Palace, la primera vez que iba a ir a la sala principal. Cuando vi la «fila» supuse que no iba a poder entrar. Había muchísima gente paraBerlinale palast una sola sala, pero lo que no sabía era su impactante tamaño: son 1600 personas las que puede acomodar. Tiene un poco menos espacio entre las sillas que las salas de CinemaxX, y una pantalla que roza los 18 metros. Cine a lo grande, cine de verdad.

Tal cual como la película de Jafar Pahani. El iraní nos vuelve a mostrar que las ganas son más fuertes que las prohibiciones. Sale de su apartamento para repetirnos la dosis de su aclamado This is not a film. Vuelve y nos mezcla otra vez realidad y ficción dentro de un taxi que él maneja. Un ladrón, una profesora, un pirata de películas y una niña, sus pasajeros. Una lástima que a Pahani aún tenga la prohibición de salir de su país, hubiera sido bueno poderlo oír en la rueda de prensa que no hubo.

Esperé entonces a la segunda película, quería ver como le había ido a Herzog con Nicole Kidman en Queen of the Desert. Como en la película de ayer de Isabel Coixet, Nadie quiere la noche, era otra vez la misma idea: una mujer con toda la terquedad de que es capaz, en un desierto. Y las cosas le salen bien. Pero a la película no. La verdad es que lo único que lamenté fue no haberme dormido, pero también era debido a que tenía delante de mí a Audrey. Al final, uno de los asistentes —un señor alemán que va por su 21ª Berlinale — me dijo: «En la Berlinale todo debe ser políticamente correcto». Como a manera de disculpa.

arepa con cucharaSalí para ir a la rueda de prensa y ver a Nicole y no logré entrar, ya estaba llena la sala. Buscar pues, algo de comer y aguantar el frío. Algunos lo combaten bailando, como este portugués que no le dio por más sino por comer arepa con cuchara mientras yo me reía de su encarte.

 

 

 

 

45 yearsA las 3.30 pm Andrew Haigh me regaló el mejor momento que he tenido en la Berlinale. En 45 years, Kate Mercer(Charlotte Rampling, de actuación sublime) es una mujer casada hace 45 años que está planeando una fiesta de aniversario con su esposo, Geoff Mercer (Tom Courtenay). Así de tranquila y sencilla es la historia en donde la tensión gira sobre una exnovia de Geoff que se murió en unas vacaciones en suiza. La historia de Geoff en las montañas suizas contra la planicie de la campiña inglesa —como en tantas películas inglesas— en la que vive 45 años de casados podría ser la metáfora que define esta cinta. Y la escena en donde ella toca el piano, la música que interpreta me dejó sin palabras.

Esta vez, logré entrar a la rueda de prensa. No fue que haya corrido más que los demás, fue que los demás no corrieron. Estaba casi vacía. Allí estaba el director y en algún aparte nos regaló: «Hay momentos que marcan una relación» y esta muestra uno de ellos. Una historia que nos marcará a todos y donde es fácil encontrarse reflejado.

De las cosas que dijo Rampling, me marcó cuando confesó que le gustan más los filmes pequeños, más en la independencia que dentro del sistema, en donde no solo se buscan nuevas la formas de hacerlo, sino que va más allá tratando de explicarnos. Filosofando.

Mirá lo de ayer: día I

Ve, yo creo que Herzog se embobó con Nicole.

Relatos en: El Galeón Fracaso

Cinalternativa

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