A una semana de las elecciones regionales en Colombia: reflexiones para el votante
Se acercan las elecciones regionales en Colombia, y aunque parezca una afirmación exagerada, creo que en estos comicios el país define su rumbo en mayor medida que lo que podría definirse en una contienda presidencial, como la que acontecerá en 2018. Lo anterior se debe a que nunca antes en la precaria historia de nuestro país se habían dado procesos sociales a nivel local como los que se están gestándo y desarrollándo con el fin de generar cambios a nivel estructural. De ahí que los escenarios principales de deliberaciones políticas y toma de decisiones serán los municipios y los departamentos.
Como primera medida, hay que señalar que las repercusiones de la próxima firma de un acuerdo de paz entre el gobierno nacional y las Farc se darán, fundamentalmente, a nivel local. Esto es así por la naturaleza del conflicto que se buscar terminar – de tipo estructural –, la localización de las áreas de mayor incidencia de la violencia – el sector rural –, así como el contenido y alcance de las medidas que se implementarán para atender los derechos de las víctimas a la justicia, la verdad y la reparación. En otras palabras, la garantía de una paz duradera en el país depende de lo que pueda suceder en el contexto de los gobiernos regionales: cómo se implementan las decisiones relacionadas con el postconflicto, y cómo se ejecutan los recursos que vienen para dicho propósito.
De igual forma, el papel de las regiones, y de lo local en general, es enorme de cara al manejo de la crisis económica que el país afrontará durante los próximos años, debido a los problemas que conlleva el haberse entregado a un modelo económico extractivista, que actualmente está en crisis. El modelo de desarrollo del país se encuentra en un estado de fragilidad que no se puede desmentir, y las famosas locomotoras que lo soportan ya no tienen carbón suficiente para empujar las necesidades de los colombianos. Bajo este contexto, también los gobiernos departamentales y municipales tendrán la gran tarea de “remar en las aguas turbias” de la austeridad, mientras que el nivel central replantea la estrategia económica del país.
Teniendo en cuenta lo anterior, y por supuesto, los más elementales principios que caracterizan cualquier estado soberano y democrático – algo que Colombia argumenta ser y que a veces pareciera ser desafiado por la evidencia de los hechos –, algo queda claro: hay que votar. Más que nunca – o mejor, como siempre debería ser –, los ciudadanos deben concientizarse de su papel fundamental en el devenir de nuestro Estado, y consecuentemente, ejercer su derecho al sufragio, que al final debería ser pensado como un deber moral, cuando no legal.
Mi intención no es sugerir partidos, proyectos políticos o candidatos. Infortunadamente vivo en otro país, y no puedo ejercer mi derecho, por lo que en esta oportunidad debo guardar la compostura y esperar a que los resultados se den. Sin embargo, quisiera lanzar al aire unas cuantas reflexiones de cara a lo que se viene el próximo domingo 25 de octubre:
Primero; como se dijo anteriormente, ejerza su derecho. Sólo cuando los ciudadanos de un país entiendan la importancia de elegir a quienes los representarán en el poder, aquellos tendrán la real posibilidad de verse beneficiados con acciones tangibles para solventar sus problemas cotidianos. Si por desconocimiento o pereza no registró su cédula, igual haga el esfuerzo de salir de su casa y votar en uno de los centros de votación acondicionados para personas como usted – que son muchísimas. Y no espere hasta último momento, porque corre el riesgo de quedarse sin poder votar debido a la legendaria pereza colectiva de nosotros los colombianos.
Segundo; trate de votar a conciencia. Independientemente de lo que digan, todos tenemos la posibilidad de marcar una diferencia con nuestro voto, y por lo tanto debemos ser responsables a la hora de elegir. Desconfíe de aquellos que le ofrecen tamales o arman grandes fiestas para propulsar una candidatura, y más bien aproveche esta semana y busque en los medios o en internet el perfil de los candidatos y sus propuestas. Entre más concretas, mejor, porque siempre será más fácil cumplir con lo poco que con lo mucho.
Tercero; evite ser instrumento de corrupción y ascenso al poder de corruptos. El sufragio debería ser el acto más sagrado del ciudadano – como lo es la comunión para los católicos –, y por eso piense en el daño que le estaría haciendo al país si usted se presta para una compra de votos. Y no sólo eso, piense que quien le ofrece eso, le está diciendo entre líneas que usted no sólo es un burro que no puede elegir por sí sólo, sino que es además un idiota útil al que se le puede timar con cualquier pedazo de mogolla o bulto de cemento.
Cuarto; a la hora de escoger sus candidatos, piense en el futuro de su municipio o departamento a largo plazo, en vez de enfocarse en aquello que podría verse como soluciones inmediatas a problemas aparentemente urgentes. Al final, todo es urgente, pero no todo puede lograrse a través de acciones que adolezcan planeación. Piense en el lugar en el que le gustaría que vivieran sus hijos o en el que pueda usted disfrutar de su vejez. No me cansaré de pensar que en quien más tenemos que desconfiar es aquel que le echa la culpa de todas las desgracias al que está a punto de reemplazar, y que además vocifera que él va a resolver todos los problemas de una buena vez. El paraíso se erigió en 6 días, pero eso es cosa divina y no humana. En un país que está aún haciéndose como el nuestro, todo toma tiempo.
Y quinto; si lo anterior no le generó ningún tipo de convicción, o simplemente piensa que votar no tiene sentido en un país como Colombia, acuérdese de todas las vueltas que ha podido hacer en los días libres que le han dado por sufragar, y haga lo que le dicte el corazón.
Twitter: desmarcado1982
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