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Muchos esperábamos que la primera etapa de montaña del Tour de France 2016 fuera un momento decisivo para el resultado final de la carrera, de acuerdo a lo que había sucedido en los últimos años: Sky apretando desde lejos, Froome lanzando un ataque implacable a mitad de subida, y ventaja suficiente para pedalear de forma relativamente cómoda durante el resto de días. Y bajo éste sainete, esperábamos ver a Nairo Quintana aguantando –esta vez sí- el ritmo del británico y, por qué no, incluso sacando ventaja desde las primeras de cambio.

Sin embargo, nada de eso pasó. Y es que no sólo el boyacense no sacó a relucir sus quilates de escalador, sino que el conjunto de David Brailsford no sacó los tacos de dinamita. Y es que, al final de cuentas, el Col d´Aspin no es AX 3 Domaines (2013) ni la Pierre de Saint Martin (2015). Su tenue 6.5% de desnivel en 12 kilómetros no pudo tensar las cuerdas ni mucho menos brindar un espacio para pensar en desmoronar el orden hasta ahora seguido al pie de la letra.

La subida del Aspin fue extraña, como señaló un meditabundo Valverde. Si bien se impuso ritmo y el pelotón mermó sus integrantes con prontitud, a partir del meridiano de la subida hubo una especie de acuerdo tácito de no agresión. Tal vez quienes quieren disputar el tour están pensando en el suculento platillo de montaña que vendrá en sábado y domingo, y por eso han dado la orden de que se imponga un paso militar, pero sin iniciar hostilidades. O puede ser que las fuerzas estuvieran tan igualadas y justas que, aunque se quiso causar un mayor impacto, simplemente no se pudo. Más bien haciéndonos pasito, dijeron todos al unísono.

Parece ser, en todo caso, que en el Lac de Payole se han hundido las aspiraciones del delfín francés Thibault Pinot. Si bien el galo del equipo FDJ había preparado con mimo su carrera nacional, una vez más enfrentó un bajonazo en su rendimiento al entrar a los Pirineos. Perdió 2:46 con los favoritos, y se aleja así de la posibilidad de llevar a cabo su estrategia: aguantar en la montaña y sacar ventaja en las contra-reloj, a partir de los evidentes progresos hizo este año en dicha disciplina.

La etapa de mañana, que une a las localidades de Pau y Bagneres-de-Luchon, trae una nueva esperanza a los que esperamos ver fuegos artificiales desde la primera semana de competencia. El suculento plato montañoso vale para que, a pesar de ser sábado, nos levantemos desde las 7 de la mañana para ver el Tour. Los 19 kilómetros al 7.4% del sacrosanto Tourmalet recibirán a los ciclistas muy temprano, donde ya habrá fatiga. Luego, los siguientes premios de montaña – Hourquette d’Ancizan, Val Louron-Azet y Peyresourde – terminarán de machacar las piernas de los pedalistas antes de un rápido descenso que debería mostrarnos un rosario de corredores tratando de terminar la etapa de forma heroica.

Mañana nos “vemos” con más Desmarcando la Ruta del Tour.

Twitter: @desmarcado1982

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