La amplia oferta de diferentes servicios de transporte y de vehículos ha generado una satisfacción gigante a quienes pueden acceder a ellos. Lo de la foto es un vehículo que no es muy claro qué puede llegar a ser, pero la gente que lo usa lo defiende a capa y espada.

 

UBER es otro ejemplo típico (un vehículo que parece cumplir todas las leyes pero también parece que no, y nadie está seguro pero el caso es que es muy rico andar ahí), pero también existen muchos más servicios y vehículos que «sí están pero no están» bien definidos en las normas. Paso a dar otros ejemplos:

Las bicicletas eléctricas: en este momento no hay nada que las defina de principio a fin, pero legalmente hay que decir que son una bicicleta porque tienen la posibilidad de ser pedaleadas por su dueño -que no lo sean es otra historia (y que le quiten los pedales es otra, como la de la foto de arriba)-. Me indican mis fuentes que este vehículo pronto será regulado de manera más precisa por el Ministerio de Transporte. Por lo pronto, sugiero seguir mi metodología de evaluación para vehículos que no se sabe si son o no una bicicleta.

– Los ciclomotores: estos parecen gozar de un estatus más claro en la legislación (sí se mencionan en el Código de Tránsito como «motociclos» pero no se definen en ninguna parte). Suenan más duro y echan humo, y generalmente tienen un motor de 49 cc de dos tiempos que no le hacen bien a nadie (o sí, a su conductor que no tiene que pedalear, pero a costas de los pulmones y oídos de quienes rodean).

Las patinetas motorizadas: Son un aparatico particularmente horrible, que suena más duro que un bebé llorando a medianoche y transitan esporádicamente por todas partes (andenes, ciclorrutas, vías… les falta andar por el techo de una casa). Ni idea cómo se llaman de verdad ni qué categoría vehicular tienen o deberían tener. El caso es que son más feos que pegarle a la mamá.

Segway: Son el vehículo predilecto de los policías y vigilantes que recorren distancias largas, y son la Oda a la Vagancia de los turistas citadinos. Cuando salieron en el giro del siglo XX al XXI parecían como de una película del futuro, pero ahora solo parecen cosas que usan los policías y perezosos.

–  Hoverboards: Aquí ya entramos en el terreno del sci-fi un poco más, porque este cosito es simplemente una rueda que anda de alguna manera (no sé cómo funcionan pero andan solitas) y seguramente le dan un dolor de tobillos terrible a quien la utiliza -pero también estoy seguro que no son capaces de admitirlo porque les habrá costado un montón de plata y no van a decir que finalmente salió una chanda-.

Estos son apenas unos pocos ejemplos de lo que bautizaré los ORNIS: Objetos Rodantes No Identificados. Y nuestras ciudades se van a llenar de ellos. Por esto es que no me cansaré de repetir que la legislación del transporte debe tener en cuenta la función de los vehículos por encima de sus características físicas. Porque en pocos años vamos a estar pidiendo a la gente que llene el siguiente espacio cuando le preguntemos cuál es su modo de transporte habitual:

Entonces les invito, queridos lectores y lectoras, díganme ustedes ¿Cuáles otros #ORNI conocen y quisieran dibujar o mandar una foto? Nos vemos en Twitter .