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«Cuando aprendemos a reconocernos
y sentirnos diferentes, es que podemos respetar y aceptar que el otro también
es diferente»


Esperanza o tal vez frustración, pero
ante todo, perseverancia y discernimiento, con inteligencia y capacidad, y no
por la fuerza o por la viveza.

Así, podríamos catalogar a aquellos sujetos, ignorantes
de sus limitaciones, pero muy inteligentes a la hora de encontrar todo tipo de
medios posibles para resolver necesidades, que no pudieron controlar o prever y
que buscan en los demás coercitivamente poder darles solución.

Una sociedad que se desenvuelve en medio de una
cultura del atajo, del «vivo» y de la mala administración que se le hace a los
recursos públicos; ejemplo, claro y bastante disiente, el carrusel de la
contratación en Bogotá y el de la salud,  y un sin numero de desfalcos al erario como el
reciente caso de la DIAN, entre muchos otros.

Un país que se consume y se desintegra a costa de la
corrupción, el desfalco al erario, la impunidad, la falta de efectividad de la
justicia y un sin número de problemas que develan los grandes retos a futuro y
nuestra huella dejada en el pasado; a pesar de caracterizarnos por ser alegres,
emprendedores, recursivos y, lo mas importante, 
conservamos la esperanza y el sueño de ver un mejor país, tratando de
soslayar las hostiles condiciones sociales y humanas, pero con un deslumbrante
territorio rico en recursos naturales; pero, lastimosamente, somos pobres
mentalmente y nos creímos el cuento de que el colombiano promedio era violento,
narcotraficante o ladrón y pocas veces nos percatamos de mirar el otro lado de
la moneda donde está la Colombia que se vive con pasión y valor.

Una cultura que no asimila con facilidad premisas
básicas como: «los recursos públicos son sagrados» o «no todo vale», donde
pareciera que la ley y la cultura se mantienen a distancia, y un país que
reconoce que la lucha por afrontar los problemas está específicamente en la
guerra contra las FARC, y, las hoy llamada BACRIM; y que va importar ser un
desempleado, tener malos servicios de salud, no tener cultura y educación y ser
pobre, si primero debemos centrar nuestra atención en un grupo de desadaptados
y polifacéticos sujetos, identificados como delincuentes, que no solo utilizan
un arma para robar, sino que se visten de cachaco y corbata para aparentar lo
que les fue imposible o tal vez difícil hacer a costa de la violencia; un país
donde el cinismo y la hipocresía relucen y se hacen palpables en expresiones
como ésta: «la corrupción es algo inherente al ser humano»; un país que refleja
la permisividad con los «vivos» que ya se convirtieron en los verdaderos dueños
de éste y en donde la ética se convirtió en una simple «novela de
ciencia-ficción».

 

Lucha con amor, pasión y esperanza, pero sea cual sea
tu fuerza y batalla que emprendas en la vida, no te desvanezcas ni te
subordines a lo que las mayorías dicen, no siempre tienen la razón, por algo
dice Rousseau, que «el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe», y aplicar
esto a la realidad colombiana es bastante factible y convincente, porque o es
uno el que manipula y arrastra masas o es la ignorancia que se propaga como
pandemia.

Corrupcion-Administrativa-Colombia.jpg

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