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Este blog fue publicado por el Fondo Monetario Internacional.

Por Alejandro Werner

Las economías de América Latina y el Caribe están recuperándose lentamente de la recesión regional de 2016. Esta mejora gradual puede entenderse en función de ajustes que están en curso tanto en los saldos externos como en los saldos fiscales, y que obedecen a shocks previos en los términos de intercambio de las materias primas y factores internos específicos de cada país. Pero los vientos en contra en ambos frentes están menguando paulatinamente, allanando la ruta hacia un crecimiento del PIB real de la región de aproximadamente 1 por ciento en 2017.

Se espera que la actividad económica cobre aún más ímpetu en 2018, pero a un ritmo más lento de lo que se había previsto, en tanto que se proyecta que el crecimiento a mediano plazo permanezca alrededor de un modesto 2,6 por ciento.

Los riesgos a los que están expuestas estas perspectivas reflejan factores internos, como preocupaciones por temas de corrupción en algunos países y elecciones en el horizonte, así como un agudizamiento de los riesgos externos, en particular una mayor incertidumbre acerca de las políticas en el resto del mundo, una creciente ola de nacionalismo económico en las economías avanzadas y un potencial endurecimiento de las condiciones financieras mundiales. Las perspectivas de cada país dependerán de la interacción entre estos factores externos e internos:

  • Las condiciones externas están mejorando gracias a un leve repunte de la demanda de países de importancia clave y una cierta recuperación de los precios de las materias primas, así como a condiciones financieras relativamente favorables. Tras las elecciones en Estados Unidos, las perspectivas de un crecimiento más alto y un probable estímulo fiscal en ese país deberían beneficiar a sus socios comerciales. Pero los cambios previstos en la combinación de las políticas fiscales y monetarias de Estados Unidos (incluido un ritmo más rápido de normalización de la política monetaria) y la incertidumbre acerca del carácter y al alcance de otros cambios en las políticas estadounidenses pueden afectar la inversión y el consume.
  • Por otro lado, la recuperación de la demanda interna en la región ha sido en general más débil de lo previsto, ya que la confianza de los consumidores y las empresas permaneció atenuada, en vista de la incertidumbre acerca de las futuras relaciones comerciales con Estados Unidos en el caso de México y a los escándalos de corrupción en otros países. Al mismo tiempo, las presiones inflacionarias internas están cediendo en varios países, a medida que el efecto de traspaso de anteriores depreciaciones se disipa y va creando espacio para un recorte de las tasas de interés.

Historia de dos ajustes

En muchos países de la región, las perspectivas están dadas por el ajuste que están experimentando los saldos externos y fiscales en respuesta a un fuerte shock en los precios de las materias primas. Concretamente:

  • El déficit en cuenta corriente de la región se corrigió en 2016 después de que alcanzara un máximo en 2015. En el caso de los exportadores de materias primas, los exportadores de metales (como Chile y Perú) parecen ya haber llevado a cabo el ajuste al shock negativo de los términos de intercambio, pero en los exportadores de petróleo el ajuste todavía está en curso.
  • El déficit fiscal primario de la región aumentó de 0,2 por ciento en 2013 a 2,6 por ciento en 2016. Varios países han emprendido una consolidación fiscal, pero en muchos este proceso continuará en los próximos años.

La divergencia de los resultados de crecimiento está disminuyendo porque las profundas contracciones en algunas de las economías más grandes están llegando a su fin, pero aún se observan diferencias importantes entre las tasas de crecimiento.

En América del Sur, el crecimiento tocó fondo en 2016. Factores internos, agravados por un fuerte shock en los términos de intercambio, hicieron mella en el desempeño económico de la región y dieron lugar a marcadas recesiones en algunas de las principales economías.

En Argentina se prevé que la recuperación económica prosiga en 2017, impulsada por un repunte del consumo privado (dado que el firme compromiso del banco central para que la inflación descienda hacia la meta fijada para el final del año restablecerá el crecimiento positivo del salario real), un gasto de capital público más fuerte y una reactivación de las exportaciones. Se proyecta que el crecimiento permanezca alrededor de 2½ por ciento en 2018 y 2019. Se espera que con la reversión gradual de los desequilibrios macroeconómicos heredados del gobierno anterior se sienten las bases para un crecimiento más fuerte y duradero a mediano plazo.

En Brasil, tras una contracción acumulada del producto de aproximadamente 8 por ciento en los últimos tres años, se prevé que el crecimiento retorne a terreno positivo en 2017, con el apoyo de, entre otros factores, una cosecha récord de soja, un estímulo excepcional al consumo proveniente de la liberalización de cuentas de indemnizaciones que habían estado inactivas, precios más altos del mineral de hierro y una disminución de la inflación más rápida de lo previsto. Si bien la enmienda constitucional que exige un nivel real constante de gasto federal no destinado al pago de intereses es algo positivo, resulta imperativo emprender una reforma de gran alcance de la seguridad social para restablecer la sostenibilidad fiscal y garantizar que el sistema de pensiones esté en condiciones de sustentar a las futuras generaciones de brasileños.

En Venezuela, se prevé que la economía continúe en una profunda recesión y camino hacia la hiperinflación, debido a la monetización de amplios desequilibrios fiscales, que se suma a importantes distorsiones y a una fuerte restricción en la disponibilidad de importaciones de bienes intermedios. La grave crisis humanitaria que está en curso se ve complicada por el empeoramiento de la pobreza, el colapso del sistema de salud, crecientes preocupaciones en materia de seguridad y un éxodo cada vez mayor de gente a países vecinos.

Pese a cierta mejora de las condiciones externas, las perspectivas para Chile siguen siendo moderadas debido a persistentes debilidades internas, por lo que se prevé que en 2017 el crecimiento permanezca en 1,7 por ciento, es decir, apenas una leve mejora con respecto al 1,6 por ciento registrado en 2016.

En Colombia, gracias a la oportuna adopción de una política económica más restrictiva, la ordenada desaceleración económica continuó el año pasado conforme la demanda interna se ha ido ajustando al shock permanente que ha sufrido el ingreso nacional. Al mismo tiempo, una huelga nacional y otros factores excepcionales dieron lugar a un crecimiento más flojo de lo previsto, pero para 2017 se espera un repunte moderado.

La economía de Perú creció a un ritmo rápido en 2016, apoyada por la creciente producción de cobre y un sólido consumo privado. Se prevé que en 2017 la inversión y el crecimiento se vean frenados por vientos en contra por acontecimientos domésticos derivados de la investigación de sobornos relacionados con la empresa brasileña Odebrecht, así como por inundaciones y deslizamientos de tierra que han sido los peores registrados en décadas.

Un panorama externo cambiante

En el caso de América Central y México, las perspectivas y los riesgos se ven influidos por los lazos comerciales, migratorios y de inversión extranjera directa de estos países con Estados Unidos, en un momento de cambio para la economía y las políticas estadounidenses.

El crecimiento del PIB real de México se desaceleraría a 1,7 por ciento en 2017 (frente a 2,3 por ciento en 2016) y luego experimentaría una ligera recuperación, a 2 por ciento, en 2018. La incertidumbre en torno las relaciones comerciales con Estados Unidos y el aumento de los costos de endeudamiento representarían un freno sobre todo a la inversión —pero también al consumo— y contrarrestarían el impulso positivo generado por la aceleración del crecimiento de Estados Unidos y la fuerte depreciación del peso en términos efectivos reales. La inflación se encuentra por encima de los niveles fijados como meta, principalmente debido a la liberalización de los precios internos de los combustibles instituida en enero de 2017, un efecto acentuado por el traslado de la depreciación del peso a los precios internos. Las prioridades para las políticas mexicanas deberían consistir en mantener la estabilidad macroeconómica y la confianza del mercado en un ambiente de mayor incertidumbre, y fortalecer el marco fiscal para afianzar la credibilidad de la política fiscal.

En América Central, Panamá y la República Dominicana, el crecimiento se ha mantenido en líneas generales estable y robusto, gracias a la recuperación de la economía estadounidense y al bajo nivel de los precios del petróleo. Los países de la región se beneficiarían institucionalizando la disciplina fiscal y reforzando los marcos de política fiscal.

Las perspectivas de la región del Caribe están mejorando gracias a la recuperación de los países exportadores de materias primas tras la recesión de 2016 y al mayor crecimiento de las economías que dependen del turismo, con lo que ha colaborado el afianzamiento del crecimiento de Estados Unidos. Sin embargo, la deuda del sector público sigue siendo un importante factor de vulnerabilidad para la región.

Trazando la ruta hacia un mayor crecimiento

La flexibilidad de los tipos de cambio ha sido un mecanismo clave para absorber los shocks externos e internos en muchos países de la región, y es crítico mantenerla frente a la agudización de la incertidumbre mundial. Las recientes caídas de la inflación, que reflejan el traslado limitado de las significativas depreciaciones, han atenuado las tensiones para la política monetaria y creado margen para recortar las tasas de interés.

Dado el carácter estructural en la disminución de los precios de las materias primas y la moderación del producto potencial, los países deberían persistir en el ajuste fiscal. Algunos han implementado planes al respecto, pero es necesario avanzar más, teniendo en cuenta que en muchos casos los saldos fiscales primarios se mantienen por debajo de los niveles necesarios para estabilizar la deuda. La magnitud y el ritmo del ajuste variarán según el país, en función de la dinámica de la deuda, los riesgos fiscales, las perspectivas macroeconómicas y las condiciones del mercado. Los planes de ajuste deben estar concebidos cuidadosamente a fin de priorizar el gasto en capital físico y humano, el cual es sumamente necesario para la región.

Con el ajuste en curso y una proyección de moderado crecimiento a mediano plazo —2,6 por ciento —, es esencial eliminar los cuellos de botella estructurales para respaldar y estimular ese crecimiento. Las prioridades serán, entre otras, mejorar la educación y la calidad de la infraestructura, promover más la participación laboral de la mujer donde esta sea baja, y realzar el clima empresarial y la gobernabilidad.

La próxima edición de nuestro informe Perspectivas económicas: Las Américas, que será publicada el 18 de mayo, analizará estas cuestiones más a fondo.

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