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Muchachito,

En mi corazón solo crecen cactus, aquí solo los dromedarios encuentran calor; durante el día es caliente y seco, y de vez en cuando se levanta un ventarrón.

Soy como un trilópodo sin cuernos, que le teme a los vientos y a la precipitación. Miro hacia abajo y veo arena que se desmorona, y pienso: esa arena soy yo.

Tengo los labios secos y una ausencia en el alma resquebraja mi piel, entonces solo me consuela el hecho de que nadie me ve.

¿Habrá algo más allá del desierto? ¿Es esa un ave que tampoco sabe dónde está? ¿Olvidaré para siempre el sabor del pez… el vértigo, el suspiro, la humedad?

A ratos quisiera inundarme, pero me gana un espíritu reptil. ¿Soy una serpiente testaruda y miserable? ¿Un búho que anida en los huecos de los árboles?

¿Seré acaso un buitre que se alimenta de insectos? ¿O un lobo que no se supo amamantar? ¿Un coyote que tiene plantas por sesos…o un canguro que no sabe saltar?

Tú, acebo, respóndeme:

Estoy hecha de plumas o tengo escamas…

Tú, creosota, dime:

Estoy en el Sahara o en Chihuahua…

Tú, saguaro, contesta:

Conocen ustedes un pozo, una gota de agua…

¿Por aquí queda Comala?

No respondan, yo no quiero hidratarme, no pido prosperidad. Yo no pido la Luna, solo una mano para atravesar el mar.

Posdata:

Hay días en los que “tengo la boca llena de tierra”, como Susana.

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