En los últimos años, al inicio del año, dedico unos cuantos posts a la importancia de no hacer dieta en enero. Considero que sostenernos en la molestia de no compensar por el “exceso” de las fiestas es un buen ejercicio. Enero, con sus aires frescos, parece marcar la pauta, definir la ruta para el momento en que finalmente haremos las cosas bien, pero esas son más ficciones de la mente.
No necesitamos compensar; la sola idea trae consigo su carga violenta.
Además, enero es una palabra, no más. Es una idea, ya está. Por más que las ideas puedan ser poderosas, la idea de enero viene con su tinte mágico, en el cual no creo. Empezamos el año buscando algo externo que nos salva: una dieta, un mejor hábito, algo de afuera que nos resuelva el caos.
Yo empiezo mí enero reconstruyendo mi cuenta de Instagram que fue robada, pero más que eso, empiezo con la intención de trabajar adentro, un regalo que me deja un año tan convulso como el 2020.
Estoy clara: mi trabajo permanece interno porque, inevitablemente, lo externo muta. Mi trabajo es acercarme a mi mente acelerada porque es mi mente la que crea mi mundo, mi año.
Ya pronto será febrero y no sabremos para dónde se fue enero. Pero quedamos nosotras, con la posibilidad de acercarnos a nosotras mismas con curiosidad, sin dietas ni parafernalias, solo nosotras y la vida que somos.
PS: cambié el handle de IG, ahora es @franca.maravilla.
Camila Serna
Coach, autora del libro «Yo debería ser flaca» por Penguin Random House.
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