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Así como uno puede apasionarse por cualquier cosa, hay a quien le apasionan los libros.

Pero no a cualquier libro. Tampoco me refiero a una manía compulsiva por leer, ni a la constante necesidad de tener un libro en las manos. Los bibliófilos, en el sentido más literario de la palabra, son personas aficionadas específicamente a las ediciones originales, más correctas o más raras de los libros. Y no lo digo yo, lo dice la RAE.

En fin.

A primera vista, uno creería que esto de la bibliofilia no es algo que atraiga multitudes, sino algo mucho más subterráneo, casi excluyente. Y aunque no sean cientos de miles los bibliófilos en el mundo (o yo no creo que sean tantos…), y su oficio sí sea excluyente, como veremos (económicamente), se trata de una cultura apasionante, y, a su manera, es un modo de vida.

Pongamos un ejemplo sencillísimo.

El Quijote es un libro muy famoso que se escribió hace más de cuatrocientos años. Supongamos que usted o yo queremos conseguir el libro; queremos poder afirmar que tenemos el Quijote en nuestra biblioteca. Si usted o yo de verdad deseamos eso, lo más seguro es que vayamos a la librería más cercana y consigamos una edición barata pero decente del mismo. O quizás busquemos en Internet, cosa que es aún más sencilla (seguramente los muchachos de Google Books encontraron la forma de negociar los derechos con Cervantes… ¿quién sabe?). Entonces, podríamos decir que lo tenemos. Al Quijote.

Pero… ¿y qué haría un bibliófilo?

Considerando la importancia del libro, un bibliófilo documentado sabría de comienzo que la primera edición del Quijote data de inicios de 1605. Quizás también sabría que en poco menos de un año (1606) ya se habían impreso cinco ediciones a lo largo y ancho de la península Ibérica, y que otras tantas (tanto legales como ‘piratas’) se encontraban por esa fecha en proceso de encargo e impresión. Entonces, con estos datos en mente, se lanzaría a encontrar uno de los sobrevivientes de estas escasas tiradas, y lo conseguiría a cualquier costo.

¿Es clara la diferencia? Lo que empiezo a entender cuando veo esto es que la bibliofilia se basa en el amor por lo original, en la necesidad de entrar en contacto con objetos que vivieron o fueron creados en la época de interés, y que de alguna manera se han mantenido hasta hoy.

Así, un bibliófilo no simplemente tendría al Quijote en la biblioteca; tendría algo más por el estilo de «una copia de El ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha, 3 vol, in- folio, 299 por 215 mm, completo según tal catálogo… (estoy inventando, ya les digo de dónde saqué esto) …con 9 páginas blancas y 357 de texto, ilustrado por tal y tal personaje…»

¿Me explico?

Lo que veo aquí es que el valor que tiene el Quijote en una biblioteca especializada no radica tanto en su texto, que usted o yo podemos conseguir actualizado y entendible por veinte mil pesos (original); el valor, y no me refiero únicamente al valor monetario, estaría en la antigüedad de la edición, en la calidad del papel y su conservación, en la ‘cercanía física’ de aquel libro con su autor o con personas prominentes (por ejemplo, un libro perteneciente a la biblioteca personal de Cervantes, si la tuvo, o a la biblioteca de algún rey o emperador, tendría una valor altísimo) y a muchos otros factores imposibles de poner exactamente en términos monetarios, pero que podrían interpretarse como una importancia sentimental por la que algunos están dispuestos a pagar cifras exorbitantes.

Ahora sí, estimado lector, le diré dónde leí todo esto, porque claramente no es algo que uno se encuentre en la calle, ni que se me haya podido ocurrir: encontré el tema en una novela escrita hace dieciséis años por el español Arturo Pérez-Reverte. Novela que dista mucho de ser un escrito corriente, pues este Pérez-Reverte es lo que uno llamaría sin duda un hombre culto y recorrido, inicialmente corresponsal de guerra y finalmente (actualmente) escritor ‘de tiempo completo’, con más de veinte novelas publicadas a la fecha. Es además académico de número de la Real Academia Española, lo que es curiosísimo pues existen exactamente veintiséis puestos de este tipo en la academia, cada uno identificado con una letra del alfabeto, mayúscula o minúscula.

Arturo Pérez-Reverte es la letra T.

Si alguna vez se cruzó en su televisor con la película The ninth gate (La novena puerta, de Roman Polanski), le cuento que es una de las nueve cintas basadas en textos de Pérez-Reverte que se han producido en los últimos años. Y fue allí donde encontré la primera referencia que he oído de la bibliofilia, por la cual busqué el libro en el que estaba basada: se llama El club Dumas, y una vez más digo que me parece lo más emocionante del mundo leerlo sabiendo que lo estoy leyendo en el mismo idioma en el que se escribió.

Aunque físicamente el libro puede verse normal (poco menos de quinientas páginas, el que tengo aquí es de editorial Alfaguara hispánica y desconozco si existen otras ediciones en español) al leerlo se encuentran algunas cosas que hacen de éste un libro especial. Por ejemplo (y tengo que contarles un poco de la trama de la novela), mientras se lee cierta parte luego del inicio, el lector se encuentra con la copia fiel de nueve grabados a los que se está haciendo referencia en ese momento; grabados alrededor de los cuales gira una de las líneas narrativas de la historia, relacionada con demonología y la muerte de un impresor hereje en 1667 (NO lo relacionen con el Código Da Vinci, repito, NO lo relacionen – es en serio, son dos asuntos muy diferentes), cosa que le permite a quien lee el libro seguir el proceso del personaje principal, una especie de detective de libros que se ve envuelto en esta trama y otra relacionada con las obras de Alejandro Dumas.
Estos grabados fueron hechos especialmente para la novela, al igual que algunas páginas de novelas ficticias que son citadas por el autor. Leo por ahí que mucha gente piensa que el libro al que se hace continua referencia (el llamado Delomelanicon, escrito supuestamente por el Diablo y de donde habrían salido los grabados) existe en realidad. Y se esfuerzan por conseguirlo.

Qué le vamos a hacer.

Mientras se lee El club Dumas, se encuentran muchos datos interesantes y que (digo yo) el señor Pérez-Reverte no sacó de la manga de su camisa, sino de su experiencia. Por ejemplo, que es posible (aunque caro y difícil) falsificar ciertas páginas de un libro de este estilo, sometiéndolas a procesos de envejecimiento y comparando la tipografía de las otras páginas del libro para copiarla, teniendo en cuenta errores e irregularidades; también que existen también falsificaciones ‘de época’ (manipulaciones hechas a la obra original en años cercanos a su producción) a veces muy difíciles de detectar. O que (ésta me gustó mucho) algunos encuadernadores introducían páginas ‘de reciclaje’ dentro de las carátulas de los libros (de esas que son duras y gruesas, muy durables según leo). Un librero cuenta que en cierta ocasión se encontraron «bulas de la Santa cruzada, de 1843 (…) en las tapas de unos memoriales sin valor del siglo XVI«. En últimas, no solo leer este libro es un placer, sino que uno se da una buena untada de literatura e historia en general, a la vez que se aprenden expresiones comunes en el medio, como ‘edición príncipe’ (la primera edición impresa de un texto que hasta entonces solo existió en manuscrito) o ‘incunable’ (cualquier texto impreso en Europa antes del año 1501).

Y la historia, les digo, es supremamente entretenida.

El hecho es que la bibliofilia une a personas de todo el mundo alrededor de esos objetos de culto que son los libros antiguos. Y aunque el precio de los susodichos es altísimo y difícil de estandarizar, quiero creer que estas bibliotecas guardan más valor de lo que pesan en oro, literalmente. Quizás cada libro en estos estantes es  algo más que tinta de colores sobre papel viejo; por la forma como fueron creados, por las manos que los han tocado, por la vida e influencia que han tenido, más de un libro en apariencia viejo y pesado es, en sí mismo, una obra de arte.

dancastell89@gmail.com

PD: Un texto antiguo y raro, por lo que tiene relación, es el número uno de la entrada anterior.

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