Para hoy tengo cuatro: añado los títulos originales de las obras entre paréntesis, junto con su año de publicación.
Yo estaba acurrucado en mi cama y Salamano se había sentado en una silla delante de la mesa. Estaba enfrente de mí y apoyaba las dos manos en las rodillas. Tenía puesto el viejo sombrero. Mascullaba frases incompletas bajo el bigote amarillento. Me fastidiaba un poco, pero no tenía nada que hacer y no sentía sueño. Por decir algo le interrogué sobre el perro. Me dijo que lo tenía desde la muerte de su mujer. Se había casado bastante tarde. En su juventud tuvo intención de dedicarse al teatro; en el regimiento representaba en las zarzuelas militares. Pero había entrado finalmente en los ferrocarriles y no lo lamentaba porque ahora tenía un pequeño retiro. No había sido feliz con su mujer, pero, en conjunto, se había acostumbrado a ella. Cuando murió se había sentido muy solo. Entonces había pedido un perro a un camarada del taller y había recibido aquél, apenas recién nacido. Había tenido que alimentarlo con mamadera. Pero como un perro vive menos que un hombre habían concluido por ser viejos al mismo tiempo.
Albert Camus
Además, decían, si las banderas están ahí para celebrar el hecho de que la muerte ha dejado de matar, una de dos, o las retiramos antes de que hartos comencemos a detestar los símbolos de la patria, o vamos a pasar el resto de la vida, es decir, la eternidad, sí, decimos bien, la eternidad, mudándolos cada vez que los pudra la lluvia, que el viento los desgarre o el sol les coma los colores. Eran poquísimas las personas que tenían la valentía de poner así, públicamente, el dedo en la llaga, y hubo un pobre hombre que tuvo que pagar el antipatriótico desahogo con una paliza que, si no se le terminó allí la pobre vida, fue porque la muerte había dejado de operar en este país desde primeros de año.
José Saramago
Me desperté, pues, el domingo por la mañana sin la preocupación habitual de tener que emprender inmediatamente la marcha; y por más que esto ocurriese en el más profundo abismo, no dejaba de ser agradable. Por otra parte, ya estábamos habituados a esta existencia de trogloditas. Para nada me acordaba del sol, de la luna, de las estrellas, de los árboles, de las casas, de las ciudades, ni de ninguna de esas superfluidades terrestres que los seres que viven debajo del astro de la noche consideran de imprescindible necesidad. En nuestra calidad de fósiles, nos burlábamos de estas maravillas inútiles.
Julio Verne
A los Graduados, los Hispanos
y demás cultores
del «Sonido Paisa» hecho a la medida
de la burguesía,
de su vulgaridad.
Porque no se trata de «Sufrir me tocó
a mí en esta vida»
Sino de «Agúzate que te están velando».
¡¡Viva el sentimiento afro – cubano!!
¡¡Viva Puerto Rico libre!!
Ricardo Ray nos hace falta
Andrés Caicedo
dancastell89@gmail.com
Me acordé de otra de las Urbes Luminosas, si alguién sabe como conseguir un ejemplar de ese libro, se lo agradezco por que el mio desapareció irremediablemente.
«En silencio me tiro sobre el nido y allí duermo sin más esperanza que la muerte»
Diálogo con los zopilotes
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jaja fresco, eso de los comentarios nunca lo he entendido pero nos pasa a todos que aparecen repetidos – gracias por comentar.
Sí, Ireland es ficticio, pues en la obra que le digo aparecen supuestamente citados decenas de autores, pero al inicio del libro queda claro que todos los minicuentos fueron escritos o por Borges o por Bioy Casares. Mañas de ellos. Me parece que eso le da a sus obras un aire fantástico entre realidad y ficción, y lo disfruto mucho.
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Perdón por todas las entradas, este sistema está frito. Todas las veces notificó que mis comentarios no sirvieron (¿se referiría a los contenidos?)
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Le cuento que me fregó con lo de Ireland, mis pesquizas concluyeron que sí existía. Ni modo. Supongo que eso solo confirma que vivo una realidad repleta de datos reales provenientes de la ficción. Aporto un poema corto de Jorge Cadavid:
Mímesis
Las cosas habitadas
por las palabras
Basta nombrarlas
para verlas moverse.
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Le cuento que me fregó con lo de Ireland, mis pesquizas concluyeron que sí existía. Ni modo. Supongo que eso solo confirma que vivo una realidad repleta de datos reales provenientes de la ficción. Aporto un poema corto de Jorge Cadavid:
Mímesis
Las cosas habitadas
por las palabras
Basta nombrarlas
para verlas moverse.
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Le cuento que me fregó con lo de Ireland… ¿cómo es eso de que no existió?, ¿todas mis pesquizas se reventaron contra la ficción? Caramba, lo único bueno de eso, desde mi historia personal, es que he vivido en la literatura, jajajajaja.
Mi aporte con un poema de Jorge Cadavid:
Mímesis
Las cosas habitadas
por las palabras
Basta nombrarlas
para verlas moverse.
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