El Aleph fue el primer texto que me acogió. Me di cuenta después, pero había estado hablándome desde hacía mucho tiempo. Desde el colegio, en algún libro de español, la primera mención del Aleph como un lugar (en un sótano) desde el que se podía ver cualquier otro lugar, llevó a que me creara una primera imagen del objeto, no como lo que es en realidad, sino como una habitación. Claramente estaba equivocado, pero para ser un recuerdo infantil, me parece suficientemente bueno el que no se haya desvanecido aún, que todavía exista.
Debo haber escuchado de nuevo el título en medio de las bibliografías completas de Borges, pero éstas no dejaron un recuerdo perdurable en mí. Quizás pasaron uno o dos años antes de encontrármelo de nuevo, esta vez como su símbolo; la primera letra del alfabeto hebreo. La circunstancia no podría ser más ajena y extraña; una clase de álgebra lineal. El símbolo, impreso en la camiseta del profesor, nos llevó a un amigo y a mí a intentar dibujarlo en el cuaderno (aún ahora no me parece fácil hacerlo). Mi amigo se llama David. El significado matemático del Aleph es fascinante; si tienen mucho tiempo pueden ver este documental, sobre matemáticos que terminaron mentalmente incapaces luego de intentar lidiar con el infinito. El propio Borges cita varios de los significados de «Aleph» dentro del texto.
Descubrí los relatos cortos (y lo más importante – el placer que muchos de ellos encierran) hace muy poco tiempo, e inicialmente me sorprendió imaginar que semejante objeto pudiera estar descrito en menos de treinta, de veinte páginas. No recuerdo cuál fue la última gota, el impulso definitivo que me llevó a buscar información sobre el libro como tal. Ahora lo tengo en mis manos.
Me tomó por sorpresa encontrar su texto completo, de forma gratuita, en Internet. Cada día me maravilla más la época en la que nací, la época en la que vivo. Imprimí el relato comprimido, en mi letra favorita y un tamaño pequeño, para cargarlo conmigo y leerlo. No soy capaz de leer un texto de más de veinte párrafos en la pantalla de un computador.
Es curioso que, apenas una semana antes de leer el relato, tenía entre mis manos uno de los textos de los cuales Borges extrajo los epígrafes al inicio del texto; Hamlet, príncipe de Dinamarca. Me fascinó la coincidencia. Los epígrafes siempre me han parecido profundos, misteriosos. Su presencia los llena de anticipación, e invita a las relaciones y conexiones fuera del mismo texto (ya estoy sonando como Carlos Argentino). Leí el relato como leo siempre, rápido, mal, perdiéndome de muchas cosas importantes sólo para tener el placer de releer todo y entenderlo luego, una y otra vez, progresivamente. Me llenó de alegría, de curiosidad, de miedo, de dudas, de admiración… lo he leído ya varias veces y a cada momento lo siento más lleno, más vivo – como más real, si se entiende.
Es indescriptible el placer que me genera saber que lo que leo fue escrito en mi mismo lenguaje, que puedo entenderlo y profundizar en él conociendo textualmente lo que su creador concibió, escribió y muy seguramente corrigió y reescribió – es la obra original, es la idea misma salida de la mente de Borges. Está allí para leerla, para disfrutarla, para confundirse en ella.
Actualmente estoy en eso.
Y no quiero que se acabe.
Después: Recomiendo leer lo que sigue luego de leer el texto.
El Aleph es un relato corto del escritor argentino Jorge Luis Borges.
Se publicó por primera vez en 1946, como parte de un libro (con el
mismo nombre) que contiene otros tantos relatos cortos, casi todos también «fantásticos»,
en palabras del autor. La edición que tengo frente a mí incluye cuatro
relatos adicionales a los presentes en la edición original, y una
pequeña e interesante nota escrita por el propio Borges. Varios de los
relatos de la edición original terminan con una dedicatoria; en este
caso, el texto se dedica a Estela Canto, una locutora de radio de la
que muy probablemente Borges estaba enamorado.
En uno de los párrafos
anteriores dije que, entre otras cosas, el texto me había dejado dudas.
Aquí va una de ellas: cierto día que caminaba fascinado por la calle, me pregunté si en el
Aleph sería posible ver objetos futuros. Justo ahora creo que
no, pero no sabría como probarlo. En mi última lectura del texto
recuerdo haber encontrado una línea que justifica la posibilidad de ver
objetos pasados en el Aleph; Borges ve a Beatriz, quien para ese
entonces ya ha muerto. Sin embargo, no he podido comprobar lo
relacionado con objetos del futuro, cuya existencia aún no ha comenzado en
el momento en el que se ve dentro del Aleph.
Me pareció interesante la aparente inexistencia del Aleph durante la primera mitad del libro. Yo tenía una pequeña idea acerca del objeto como tal, y a cada cambio de página esperaba encontrármelo de frente, magnífico, descrito de forma magistral y clara. Pero no fue así como se me presentó; su aparición es casi fortuita, si se quiere. Es aparentemente sin intención que Carlos Argentino revela la existencia del Aleph (su Aleph) al narrador. Lo cual me lleva a otro punto interesante:
– ¿Cómo se llama el narrador?
– …
Exactamente; el narrador es el propio Borges. Y en medio de la lectura, es Borges quien me ve a mí, y te ve a tí, y lo ve todo. ¡Y ve el Aleph!. Ve el Aleph dentro del Aleph, y allí ve el mundo, y allí… allí es cuando llora, allí es cuando cierra (consternado) ese inmenso párrafo enumerativo que no es aburrido porque es mágico, es único, es fantástico… es increíble. Y aún así, Borges lo hace parecer real. Eso es, según me parece, lo que hace que un genio sea un genio.
Es increíble la cantidad de matices que puede crear Borges al escribir. Según tengo entendido, darle una apariencia histórica y comprobable a sus historias es algo típico en muchos de sus trabajos; eso es algo que se nota fuertemente en todo el libro.
Espero poder comentar los otros textos de este libro, los cuales
prometo (hasta donde me sea posible) entregar junto con sus versiones
completas (revisadas) en Internet.
dancastell89@gmail.com
Muy interesante sus comentarios, pèndulo de focault, Aenema… si todavìa existe usted, hablémos, reconozcamonos entre semejantes, leunamcrowley@hotmail.com
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Por último termino escribiendo sobre algo que lei hace poco. A mi me interesa mucho la cosmología de Borges de la biblioteca de babel. Hace poco, leyendo a stephen hawkins, lei como unos científicos pensaron un universo (con sus ecuaciones matemáticas por supuesto) donde, si un viajero «eterno» empezará a trasladarse en cualquier dirección, arrivaría eventualmente a su punto de partida. Al igual que uno llegá a su punto de partida cuando camina sobre una esfera, en un universo de cuatro dimensiones el movimiento espacial de tres dimensiones provocaría el mismo efecto. Esta teoría, sin embargo, no se ajusta a la realidad de nuestro universo, pero me pareció curioso que se repitiera la misma idea en la física y en la literatura.
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Y en realidad el centro de los laberintos del arte muchas veces son la vida del mismo artista…. La fascinación de Borges por el amarillo del tigre: ese era el único color que le quedaba en su ceguera. La leyenda, porque Borges ya es leyenda, es que el tenía una memoria mounstrosa. Se decía que el recitaba páginas enteras de memoria, asi como funes. Ahi toma sentido el aleph, para el puede que un recuerdo trajera a todos los demás, cada pensamiento era un aleph en si mismo.
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Lo más interesante de Aenema es que el laberinto lo crearon los fans. Maynard en sus canciones incluye toda clase de temas y sus fans han encontrado infinidad de explicaciones por estas incontables referencias a otros temas. Es como el péndulo de focault, cada pasaje es un «aleph» de recuerdos. Maynard(el cantante de tool) en este disco es muy polifacético, está en todos los temas, pasa de referencias al sexo anal, sicología jungiana, esoterismo, la necesidad humana de sacrificar a sus mesias y se da el lujo de incluir una receta de huevos, recitada como si fuera un discurso facista alemán.. Después de oir todos los discos de Tool, encontré el centro de este laberinto, es la vida del cantante. El utiliza su música para liberarse de su dolor, al parecer el fue abusado por su padrastro cuando su madre tuvo un accidente; tenía once años. Ahora está dedicado a su viñedo y a producir vinos en arizona…..
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He escuchado algo de Aenema, escéptico. En general Tool me parece un grupo extraño, estupendo, lo conocí hace ya algunos años. ¿Podría explicarme en dónde encuentra el laberinto? De Tool recuerdo justo ahora lo particular del artwork en sus discos, pero no tengo en mente lo de los laberintos. Sí, la obra de Borges es fantástica. Quizás esta noche escriba algo sobre otro de los relatos del libro. Todavía estoy decidiendo sobre cuál escribir. Muchas gracias por su comentario.
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He leido el aleph de Borges docenas de veces, pero nunca supe que existían números que llevaran el mismo nombre. Estos acertijos y laberintos que se forman alrededor de Borges son fascinantes. He encontrado este tipo de «laberintos» alrededor de muchas otras obras, no solo en literatura como lo es por ejemplo El Péndulo de Fucoault, sino también alrededor de la música (el album aenima de tool por ejemplo) y la pintura. Ojalá pudiera escribir más discusiones sobre el aleph y la obra en general de Borges.
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