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¿Habrá entre las grandes leyendas vivas del mundo del rock algún personaje más amable, más sonriente, carismático y despojado de pretensiones que el gran Richard Starkey?

Jagger, Richards o McCartney son, sumidos sus propios mitos, en su talento y en su magnificencia y su fama incomparables, dechados de un centenar de virtudes. Pero jamás de la simpleza.
El bueno de Ringo es la encarnación más pura de de aquello de lo que los contemporáneos de su especie, al margen de sus respectivos aportes y su narcisismo, no siempre injustificado, carecen. De una candidez a prueba de décadas aún presente en un hombre cercano a los  70.  De alguien capaz de llevar sin complejos ni vanidades el estigma de haber sido protagonista de uno de los fenómenos más importantes de la historia humana, sin la necesidad de estar corroborándoselo ni gritándoselo al mundo.
De quien no lleva cuentas acerca de la cantidad de veces en que lo han subestimado bajo la acusación de ser el músico con más suerte y menos talento en la historia. Porque incluso estando entre los más grandes sigue sin creérselo. Y no hay hombre más grande que el que lo es sin estar convencido de  serlo ni  sin andar promulgándolo por la tierra.
¿Quién habría cantado ‘Yellow Submarine’ mejor que él? ¿Cuál de los Beatles restantes con todo y sus estupendas cualidades vocales podría haberlo superado en ‘With a Little Help from my Friends’? ¿Quién con su actitud desprevenida habría podido abrir trocha ante el severo juez que fue el pueblo norteamericano cuando la Beatlemanía estaba por comenzar? ¿Habría habido alguien como él capaz de ser coautor de un clásico como ‘Photograph’, y a la vez comportarse como el mejor amigo de tres genios tan dispares? ¿Quién en medio de la discordancia fue el más simple y concordante, y el más consecuente con la consigna pacifista del momento? Ringo siguió y sigue siendo Ringo, inmejorable compañero y bufón de profesión.
El lunes Ringo, cuyo rostro radiante y bonachón aún destila toneladas de vida, ajustó 68 años de edad. Lo vi hablar con Larry King. Le oí pedir a la humanidad que abriera sus dedos en forma de V, para recordarnos a todos que aquella proclama de amor y paz fue más que un lema de hace 40 años, hoy obsoleto. Si se lo hubiera dicho cualquier otro lo habría encontrado oportunista y postizo.
Pero es que era Ringo. El mismo hijo de la madre abnegada y el pastelero que nunca volvió. El mismo que enfermó de peritonitis y que aprendió a leer a la edad tardía de ocho años. El mismo que, operado de las amígdalas tuvo que ver parte de la primera gira internacional de su banda por televisión. Al mismo al que una llamada le cambió el destino. El mismo del ‘Cavernícola’ y de la All Star Band. El mejor amigo de todos. Invariable, afortunada y graciosamente, Ringo.

Ringo en 10 frases

“–Es toda una medalla. La guardaré para usarla cuando sea viejo”.
Sobre la condecoración como miembro del Imperio Británico, 1965.
“–¿En cuánto tiempo piensas retirarte?–.
 –En unos 10 minutos”.
“–¿A quién gustarían los Beatles de conocer más que a nadie en el mundo–.
–Al verdadero Santa Claus”.
 “Mi madre solía decir que yo había sido la causa de la Guerra.

"Siempre me he sentido inseguro como vocalista"

"Me convertí en baterista porque era lo único que podía hacer. Sé que no soy bueno en lo técnico, pero lo hago bien con los movimientos y
sacudiendo mi cabeza".

"–¿Por qué eres el Beatle que recibe más cartas?
–Supongo que es porque soy al que le escribe más gente".

“–¿Por qué odias al Pato Donald?
–Porque no puedo ponérmelos en la nariz.
“Si Paul y yo nos reunimos queremos que seas tú quien toque la batería”.
A Larry King, el lunes 7 de julio de 2008.
“Tengo mi IPod en shuffle, y a veces suenan canciones de los Beatles”.

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