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A manera de antesala y abrebocas para una empresa que a la fecha lleva un año de oficialidad fraguándose, la siguiente es una muestra del diccionario enciclopédico ‘Bogotálogo… usos, desusos y abusos del español hablado en Bogotá’, un hijo ilegítimamente reconocido de El Blogotazo.

El proyecto, en el que se ha contado con la cooperación de un variopinto equipo de voluntarios y voluntarias, ha comenzado a funcionar a manera de versión 0.0 en la red, y al parecer será publicado en 2011 (si Dios y la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte nos dan licencia).

Mientras tanto, el ‘Bogotálogo’ está desde ya en su primera versión (en desarrollo) disponible en una suerte de Wiki, susceptible de aumentarse, corregirse o quemarse.

Con la gentil financiación del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (entidad a la que eximimos de cualquier acusación por la naturaleza del material contenido) hemos conseguido reunir miles de términos, lugares y personajes.

El ‘Bogotálogo’ (www.bogotalogo.com) no es un diccionario de habla cachaca, ni está concentrado en un lapso específico. La idea es congregar en él la historia de nuestra ciudad, desde cuando los muiscas la habitaban hasta la actualidad. Por ello no será raro encontrarse aquí con términos chibchas, acompañados de algunos propios de tiempos recientes.

La intención de que este no sea otro libro de anaquel al que sólo se acude con el propósito de cumplir con una aburrida asignación escolar, de culminar un crucigrama o de corroborar un abolengo dudoso, nos ha llevado, así mismo, en la dirección de la anécdota.

Quienes tengan la suficiente curiosidad y el suficiente tiempo como para intentarlo sabrán encontrarse con una buena cantidad de pistas acerca de nuestro pasado, de lo que hemos sido, de lo que aspiraríamos a ser, y de lo que hemos pretendido ser. De nuestras organizaciones y desorganizaciones. De nuestros prejuicios y nuestras intenciones vedadas de clase.

La promesa de que esta investigación no termina en este momento, queda consignada en la existencia de un sitio en la red, en donde, esperamos, sus alcances sean sometidos al juicio y a la intervención pública.

Aquí vamos…

acpm. Base nutricional de la dieta bogotana, conformada en dosis equivalentes por cuatro componentes (arroz, papa, carne y maduro) -todos ellos igualmente proteínicos, saludables y balanceados-, en una combinación que sin duda despertaría la envidia del más avezado experto en alimentación.

«Para mí almuerzo sin su buen ACPM no es almuerzo».

Véase ejecutivo, corrientazo, banano, principio, bofe.

biyi. Miembro de alguna de las desaparecidas pandillas enclavadas en sectores de clase media alta de la ciudad, cuyo auge tuvo lugar desde mediados de los 80 hasta el principio de los 90. Los biyis solían vestirse a la moda y buscar camorra con sus similares de vecindades enemigas. Los más famosos epicentros de la cultura biyi tuvieron origen en los sectores de Pablo VI, Unicentro y Niza. Según reza la leyenda, nunca comprobada, uno de sus  representantes, Esteban Araque, fue apuñaleado en los baños del desaparecido Charlie’s Roastbeef de la calle 82. Entre algunas de las pandillas reconocidas del momento se encontraban Las Pirañas, Los Piratas y Las Garzas. 

Véase alzado, montador, tribiyi, tropelero.

bola. Caja para embolar. Betún. El uso del término se remite al año de 1868, cuando un francés de apellido Deutienes comenzó a hacer uso de una caja de bocadillos para que sirviera como parapeto al calzado de los clientes, a su vez brillado con un betún elaborado por él mismo a base de ceniza de papel quemado, manteca y trementina.

«¿Le doy bola, mesió?».

Véase bolabotín, chapinero, mesió, embolador.

burundanga. Escopolamina. Alcaloide tropánico extraído de las hojas de diversas plantas. La más común de éstas en la Sabana de Bogotá es el borrachero o burladora (datura stramonium). La sustancia es un poderoso depresor del cerebro y de las terminaciones nerviosas, de uso generalizado por parte de quienes profesan cierta particular modalidad de hurto consistente en intoxicar a la víctima para privarla de su voluntad y uso de razón. En dosis excesivas los efectos de la burundanga pueden ser irreversibles e incluso letales.

«Ahora ni en taxi pedido se puede andar, porque le echan a uno burundanga».

Véase paseo millonario, paquete chileno, tumbe, farra, cascado, choro.

calvazo. Golpe seco y veloz, propinado con la palma de la mano abierta, sobre la cabeza de algún desprevenido ubicado de espaldas al agresor. Costumbre predilecta de los compañeros mayores de colegio, quienes, con el aval de los monitores de ruta, que por regla general suelen estar en su mismo curso, gustan de golpear impunemente a los pequeñuelos de primaria y preescolar.

«Profe: ¡Los de Décimo nos viven pegando calvazos en el bus!».

Véase monitor, ruta, chuzo, hueco, biyi.

chapín. Tipo de calzado fabricado y vendido por don Antón Hero de Cepeda en su zapatería, ubicada justo en donde, desde los años 40 del siglo XX se erige la estación de gasolina de la calle 60 con carrera Séptima, en el punto antaño conocido como El Triángulo. Algunos teorizan que el nombre se debió a la asociación onomatopéyica derivada del ruido que dichos zapatos hacían al chocar contra el piso húmedo y el barro. Otros suponen que es una derivación del árabe chipín, cuyo significado a su vez es el de alcornoque. Los chipines, de hecho, eran zapatos con suelas elaboradas a partir de la madera del mencionado árbol.

Véase lourdes, boló, embolador, bolabotín.

chepito. Antiguo y pintoresco empleado de empresa de cobranzas. Su atavío consistía en un vestido tipo sacoleva y su única dotación constaba de un maletín en el que, vergonzosamente visibles, estaban estampado un texto en mayúsculas que rezaba ‘COBRANZAS’. Su principal objetivo, despojado de agresividad, era el de poner en evidencia al deudor frente a sus vecinos y conocidos para así obligarlo a cancelar las deudas tan largamente pospuestas. Por desgracia y debido a una lamentable ley el oficio de chepito fue declarado ilegal, tan sólo para dar paso a una nueva especie de odiosos cobradores de call center, casi siempre estudiantes de segundo semestre de derecho, quienes en tono solemne y antipático suelen llamar los días domingos a las 8 de la mañana para mortificar al pobre acreedor con la consabida amenaza del ‘cobro jurídico’.

«El desgraciado de mi casero me mandó los chepitos».

Véase enculebrado, ratero, upac, uvr, engorilado.

copetín. Protagonista de una tira cómica bogotana del mismo nombre, creada y escrita por Ernesto Franco. Copetín es un clásico gamín bogotano, se baña en las aguas turbias de la fuente que rodea a La Rebeca, vive entre La Plaza de Bolívar y San Diego. Fue publicado de forma continua a partir de 1962 en los periódicos El Tiempo, El Espectador y en la revista Vea. Entre sus más íntimos amigos estaban Miss Universo, Querubina, Caracaucho, Bombardina, Cala Vera, Pepeguama y Pesadilla.

Véase querubín, mojicón, ernesto franco.

entecar. Basados en una creencia popular, supersticiosa, agorera, y sin fundamento alguno, restar lustre y pureza a un objeto o animal por el constante roce con el mismo. El término es de utilización generalizada entre ciertos pequeñuelos desde cuya juventud ya se adivinan ribetes de arribismo, clasismo, egoísmo e inmamabilidad.

«No me toques el hámster, que me lo entecas».

Véase inmamable, gente bien, uche.

ford tres patadas. Modelo de automóvil fabricado por la firma norteamericana Ford, bajo la referencia T. Comenzó a circular en los años 10 del siglo XX y se mantuvo en el mercado hasta bien entrada la década de los 30. La mayor parte de la primera flotilla de taxis en llegar a la ciudad estuvo conformada por Fords Trespatadas.

«Mi bisabuelo fue uno de los primeros taxistas que hubo en la ciudad y manejaba un Ford Tres Patadas».

Véase taxi, fercho, guereve, pichirilo.

garatec. Tipificación ficticia de la clásica universidad de garaje, a saber, entidad universitaria generada de manera informal, cuyo campus se circunscribe al aparcadero de una vieja casa o a un edificio de vivienda adaptado para tales fines, y cuyo pensum académico es a todas luces mediocre.

Véase hueco, chuzo, jorge paseo lozano.

gente bien. Categorización arbitraria y excluyente de uso generalizado entre las clases hegemónicas y endogámicas de la ciudad para aludir a quienes a su juicio también pertenecen a ellas.

«Mi familia, como te podrás dar cuenta, chinita, siempre ha sido de gente bien».

Véase farifafá, gentecita bien de tierra caliente, la jai, jailoso.

horchata de ajonjolí. Popular refresco de uso generalizado en las clases altas de la Bogotá republicana, servido en las fiestas con el propósito de calmar el calor de los danzarines y dispuesto en grandes botellones de vidrio.

Véase la seca, rumba, foforro.

juernes. Aborrecible noventerismo con pretensiones cómicas derivado de la expresión ‘hoy es juernes’ con la que se pretendía insinuar que ya desde las tempranas horas del penúltimo día de la semana comenzaba a respirarse el ambiente previo a las celebraciones subyacentes.

Véase after, chimba, rumbear.

lechuguino. Joven elegante en el vestir y gentil. Al parecer se denominó así a los de este tipo por su costumbre de emplear el afamado fijador Lechuga, especie de tónico para amansar cabelleras rebeldes.

Véase play, cocacolo, gomelo, glaxo, pepito.

mamerto. Individuo de fijaciones comunistoides anacrónicas, por lo general acérrimo seguidor de Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa y Pablo Milanés, y fanático irrestricto de mochilas arhuacas, palos de santo e indumentarias artesanales diversas. Por lo general es un estudiante algo antipático de universidad pública, o un profesor de sociología o antropología, experto en lanzar locuaces arengas contra Estados Unidos, el capitalismo, los monopolios y el gobierno de turno. Lleva barba hirsuta, y fuma pielroja y marihuana, más por convicción que por gusto. Su mayor desahogo consiste en escribir consignas con aerosol en las paredes de entidades universitarias o en lanzar piedras contra miembros de la fuerza pública. Se viste de manera simplista y no suele ser del todo adepto al aseo o al baño diario. Parte de su ajuar consiste en prendas de vestir o en afiches de deficiente calidad estampados con la figura de Ernesto Guevara de la Serna.

Véase la nacho, parque lourdes, cuentería, maracachafa, bareto, detallito, pechi, guerrillo.

mapa. Acumulación profusa de sudor ubicada en la zona axilar de batas, mangas, suéteres, camisetas y camisas, cuyo contorno semeja el relieve exterior de un croquis geográfico.

Véase chucha, grajo, fo, mapear.

«El overol del mecánico ese siempre está lleno de mapas».

metálica, música. Expresión errónea, fruto de la rampante desinformación en materia musical, de la que los bogotanos solemos ser objeto. Proviene de la creencia errónea de que Metallica es un género musical y no una banda, por lo menos tan absurda como aquella de que Rolling Stones es una revista de fans de la popular banda británica o de que los integrantes de Kiss son asesinos de polluelos.

«A mí me gusta toda la música, menos la metálica esa».

Véase guayigol, radioacktiva, zoroco, caspear.

pailander. Curiosa conjunción entre el término pailas y el título del largometraje y serie televisiva Highlander, el inmortal, producida en sus dos diferentes formatos durante las décadas de los 80 y 90, respectivamente.

Véase en la paila mocha, pailas, en la olleta.

patico discotequero. Popular espacio radial emitido durante finales de la década de los 70 y principios de la de los 80 del siglo XX, a través de la desaparecida estación Radio Tequendama, ubicada en los 610 de la amplitud modulada. Su fundador y director fue Marino Recio, y fue el programa responsable de dar a conocer al público bogotano algunos hitos fundamentales de la música popular de su momento, tales como ‘Stars on 45’ o ‘Da ya think I’m sexy’.

Véase sardino, disco, setentero.

paseo millonario. Ingeniosa modalidad delictiva consistente en forzar, mediante el uso de armas, maltrato verbal y demás medidas coercitivas, al desafortunado usuario de un servicio de taxis para que extraiga y entregue el dinero almacenado en sus cuentas bancarias a los malhechores, a través de cajeros electrónicos.

Para tales efectos -dado que el cupo admitido por cada retiro es limitado- la víctima suele ser transportada por diversas sedes de bancos y corporaciones de la ciudad, hasta agotar el saldo total de su cuenta.

Durante el recorrido los bandidos suelen castigar al desdichado viajante con todas suerte de improperios e injurias, muchas veces acompañados de golpizas y torturas, con el fin de incrementar su nerviosismo y obligarlo a suministrar su contraseña.

El paseo millonario se inicia en el momento en el que un incauto pasajero suele abordar un taxi, convencido de que quien lo conduce es un laborioso hombre de bien, y continúa con la triste decepción de notar que éste es en realidad miembro de una nefasta jauría de delincuentes, quienes en un callejón oscuro se suman a la tripulación del vehículo para iniciar la enriquecedora faena.

Véase burundanga, cascado, choro, tumbe.

pola, la. Marca de cerveza lanzada por Bavaria con motivo del primer centenario de la mal llamada independencia nacional. Por antonomasia, y con el tiempo, entre la clase obrera bogotana, una ‘pola’ es una cerveza cualquiera.

Véase cabrito, leo kopp, germania.

regalar. Extraña expresión que acaso permite entrever el carácter mendicante y proclive a solicitar dádivas gratuitas de parte del colombiano, aunque la intención sea la de comprar. De cuño reciente, la expresión ‘regalar’ ha ido suplantando al más contundente y real ‘vender’, y se usa indistintamente en tal sentido.

«¿Me regalas tres libras de sal?». Véase líchigo, amarrado, pedigüeño, recostado, goterero, regalado.

socialbacán. Individuo moderno de ideas izquierdistas, despojado de las maneras hostiles y rudas de sus antecesores. El socialbacán se mantiene fiel a dichos ideales, pero su actitud es sin duda más sofisticada, moderna y afín a la cultura, y menos antipática que la de los izquierdistas de viejo cuño.

Véase macarena, la , mamerto, lucho garzón.

urricoechea. Linajudo apellido propio del más rancio abolengo capitalino. Entre los bogotanos existe la creencia generalizada de que los apellidos terminados en ‘rrea’ gozan de cierta alcurnia peculiar.

Véase gente bien, gentecita bien de tierra caliente, clasudo, jailoso.

Más del Bogotálogo, aquí. 

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