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El Reino Unido ha apoyado continuamente la búsqueda de la paz en Colombia. Ayudamos durante el proceso de negociación del acuerdo con las FARC y ahora estamos contribuyendo a su implementación de tres maneras: técnica, política y financieramente. Por ejemplo, estamos facilitando intercambios entre Colombia e Irlanda del Norte para compartir nuestra experiencia de poner fin al conflicto y construir la paz. Dirigimos el proceso en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, lo que dio como resultado la aprobación unánime de la Resolución 2261 de 2016[1], que obligó a la Segunda Misión de las Naciones Unidas a verificar la reintegración y la seguridad de las FARC. También contribuimos financieramente, tanto directamente como a través de los fondos de la ONU y de la UE, a la construcción de la paz.

Negociar el acuerdo no fue fácil, pero su implementación será aún más compleja y tomará más tiempo. Aunque bastantes progresos se han llevado a cabo, como la histórica dejación de armas por parte de las FARC, la implementación aún está retrasada frente al cronograma inicial, la aplicación de la Ley de Amnistía no ha sido rápida y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) aún no se ha establecido.

Sentados en Bogotá estamos trabajando con los ministerios del gobierno y organismos para lograr la paz, pero sentarnos en la capital es fácil y nos aleja de la realidad de la paz en terreno. Así que yo y mis colegas de la Embajada estamos saliendo; en los últimos meses, hemos visitado Chocó, Guaviare, Cauca, Putumayo, Sur de Bolívar, Córdoba, Antioquia, Meta, Norte de Santander y Valle del Cauca; estas visitas son invaluables, nos muestran la verdad en campo, permitiéndonos entender los desafíos y cómo podemos ayudar a superarlos.

Francamente, los mensajes con los que regresamos de estas visitas son mixtos. La bienvenida al acuerdo de paz y el deseo de paz son claros; sin embargo, en muchos lugares otros grupos armados están activos, aunque el cumplimiento de las FARC con el acuerdo ha traído reales beneficios. Pero también escuchamos preocupaciones sobre otros grupos violentos, daños al medio ambiente, el impacto de la producción de coca, el reto de traer cosechas de cultivos legales al mercado, la impaciencia por la falta de reparación para las víctimas, entre otras.

Como nuestros visitantes de Irlanda del Norte nos recuerdan: Colombia lleva sólo unos meses en la implementación; en Irlanda del Norte, casi 20 años después de la firma de su acuerdo de paz, se ha visto una transformación, pero persisten algunos problemas, pues no es posible remediar las consecuencias de más de 50 años de conflicto en unos pocos meses.

Para mí fue un placer visitar Anorí en el norte de Antioquia hace unas semanas con colegas de la MAPP OEA. Viajamos 6 horas por tierra desde Medellín a través de un paisaje fabuloso y nos hospedamos allí un par de días. Como de costumbre, cuando viajamos por Colombia, la hospitalidad y el calor del recibimiento fueron muy generosos. Coincidentemente, encontramos vínculos históricos entre el Reino Unido y Anorí, pues gran parte de la ciudad, su enorme iglesia y caminos fueron construidos por ingenieros británicos en el siglo XIX.

La población del municipio sufrió bastante durante el conflicto, hay muchas víctimas. Escuchamos las quejas y preocupaciones, ya familiares para nosotros en otros lugares, pero también encontramos un consenso sobre el estado del acuerdo de paz, el cual ha traído un grado de seguridad a la zona, sin precedentes; esto hace una verdadera diferencia. Y los beneficios de la paz, más allá del simple fin del conflicto, ya están llegando.

El alcalde nos dijo que se había llegado a un acuerdo sobre la construcción de nuevas carreteras secundarias, esenciales para que las comunidades locales puedan transportar sus productos; él espera que los contratos sean firmados el próximo mes. También se concretó un acuerdo sobre la sustitución de coca por parte de las familias locales, cuya aplicación comenzaría pronto.

En otras palabras, lo acordado en La Habana está llegando a Anorí. Por supuesto, Anorí es sólo uno de los 170 municipios afectados por el conflicto en Colombia priorizados por el gobierno para los programas de desarrollo rural. Hay circunstancias de geografía y administración que facilitan la construcción de la paz allí más que en otras áreas del país. Tampoco se deberían pasar por alto los desafíos; me sentí honrado de que los líderes comunitarios viajaran hasta 6 horas en mula para reunirse conmigo. Hablaron de problemas de salud, educación, electricidad y de su preocupación por la reincorporación de las FARC, temas que deberán abordarse.

Pero aún así, el mensaje general era más optimista de lo que hemos escuchado en muchas otras de nuestras visitas y demuestra que, si los esfuerzos y recursos nacionales y locales se combinan efectivamente, se puede construir la paz en Colombia.

 

[1] Resolución para la Misión Especial de Monitoreo y Verificación del Acuerdo sobre el Cese al Fuego y de Hostilidades Bilateral y Definitivo y la Dejación de las Armas.

 

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