Moonlight, la de los negros americanos, por supuesto que merecía el Oscar
Felipe Motoa Franco
En Twitter: @felipemotoa
Inédito, sí, aquello de la equivocación que le dio el Oscar a mejor película a La La Land, en vez de a Moonlight. Pero una vez se corrigió la metida de patas, el premio dio reversa y se aclaró que Moonlight era la ganadora. Merecido. No es regalado. Tampoco es premio para consolar a la comunidad afroamericana que en el 2016 protestó por la falta de representantes de su comunidad entre los vencedores de las últimas galas.
Por supuesto, aquel jalón de orejas que en su momento lideró Will Smith sirvió para que la Academia de Hollywood fuera más incluyente en el 2017, a la hora de evaluar las centenas de obras fílmicas que anualmente produce su industria. Y quizás el premio a mejor actor secundario, que se llevó Mahershala Ali por la misma Moonlight, sí fue excesivo para el poco tiempo -aunque de calidad- que apareció en la película, comparado con otros nominados con mayor despliegue y mejores construcciones de personajes. Pero eso es arena de otro costal, y la idea es apuntar por qué creo que Moonlight sí mereció el galardón.
La La Land fue rotunda, sin duda. Llegó a un público masivo, nos hizo sonreír y soñar con la realización de los sueños, a despecho de dejar el amor atrás para conseguirlos. Creo que muchos salimos del teatro silvando ‘City of stars‘, la magnífica canción original que en la pasada noche del domingo fue catalogada como la mejor de la temporada. Y también, sin duda, será un musical que quedará en la memoria por largo tiempo. Sin embargo, su competidora, más sencilla en su historia, que no menos contundente y pertinaz, es una obra de arte en el completo sentido de la palabra. Ahí su ventaja a la hora decisiva.
Y cuando digo obra de arte quiero dar a entender que no puedes pensar igual después de verla. Hablar de negros en los suburbios estadounidenses es un cliché, total, pero si al protagonista le agregas que es discriminado por su homosexualidad y que vive con una madre drogadicta, los matices comienzan a aparecer. Es una apuesta arriesgada. Su puesta en escena es sobria, sin excesos, apenas casas y vecindarios corrientes. La fotografía, claramente de autor (James Laxton) es arriesgada por momentos (con cámaras al hombro e incómodos planos-secuencias que conllevan al propósito que el espectador sienta parte de las complejas sensaciones que vive el protagonista, Chirón) y apacible en otros.
Ahora, la conducción de las acciones se maneja con tal intensidad -amén de una mezcla de sonido magistral, que para mi gusto es la mitad del filme- que aún en los tiempos muertos sientes que algo ‘fuerte’ puede ocurrir. Es la maestría del equilibrio en todos sus aspectos, no hay nada excesivo. Y al final de cuentas, el protagonista de Moonlight busca su identidad, su verdadero lugar en el mundo y la palabra mágica en esta y en cualquier película que pretenda ganar en Hollywood: el amor. Por eso, la silenciosa búsqueda -quizás es más exacto decir la silenciosa espera- del amor y de la autoaceptación, fue el ingrediente que le dio el plus a esta obra.
En tiempos en que el mundo vive las amenazas de los populismos, del radicalismo y del renacimiento de los nacionalismos, Moonlight resuena como un grito de libertad y respeto por las diferencias. Deja un mensaje de amor (insisto), aunque una de sus esencias es la violencia.
El cine es una plataforma demasiado poderosa. Lo vemos miles de millones. Y para muchos (la mayoría, creo) es el arte que más consumen, si no el único. Entonces, es en este punto en que la decisión de Hollywood es, más que acertada, valiente y oportuna. No podían premiar a la fascinante La La Land en un momento bisagra de nuestro tiempo, porque hacerlo sería dejar de lado el compromiso de asumir partido frente a las amenazas que viven la libertad, los derechos y la democracia (Trump, Brexit, la ultraderecha en Francia, el totalitarismo venezolano, Corea del Norte, los excesos de Rusia, el Estado Islámico, entre muchos otros que acechan).
Moonlight es una metáfora de nuestro tiempo (de todos los tiempos, porque el hombre no hace más que repetir su historia), un manifiesto del respeto que debe primar sobre las diferencias. Es cine-arte del bueno y por eso aplaudo a su director (Barry Jenkins ), a sus actores, equipo técnico y claro, a los jurados que decidieron premiarla como la mejor película de la temporada.
En Twitter: @felipemotoa
https://www.youtube.com/watch?v=VzetxI2f22Y
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