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En Colombia vamos ya en el tercer pico de la pandemia, el primero y el segundo mostraron una evolución normal o una progresión más o menos lógica, si se tiene en cuenta la poca previsión de los actores institucionales, privados y hasta de algunos sectores de la ciudadanía, tema que ha sido materia de entregas anteriores de este blog.

El acabose en materia de contagio fue anunciado claramente en mi blog Ad Portas de un Récord Mundial de Irresponsabilidad, que prácticamente rompió la inercia de la difusión del virus y nos encaminó al nivel anunciado de contagio. Hubo algunos breves incentivos iniciales al contagio con el día sin IVA en todo el país, con el supuesto fin de reactivar y en momentos en que la vacunación eran un sueño, lo cual sirvió de base para un contagio cada vez mayor a la progresión normal, al cual se le inyectaron más de 5000 personas de una Minga en una caravana epidemiológica, en contra de todas las reglas de bioseguridad, pero también de seguridad vial y de la simple lógica, por todo el país.

En las curvas epidemiológicas todavía medio aceptables empezó el tercer pico de la pandemia, que en su secuencia lógica era más fuerte que las anteriores, entonces llegó la jugadita genial: el Gobierno presentó la reforma tributaria en la semana que se alcanzaba el pico máximo de la pandemia en Colombia y pocos días antes del anunciado paro nacional. No hemos podido saber si esto fue calculado así pensando que, con el alto pico de contagio, la gente se iba a aguantar semejante abuso de reforma y no iba a manifestarse, o simplemente fue incompetencia de sus asesores, en especial los de salud y seguridad, pero la presentaron, y no contentos con eso, a pesar del paro, aguantaron dos semanas su retiro, a pesar de ver lo que estaba causando y cómo era aprovechado por otras fuerzas políticas, vándalos y delincuentes, a los cuales se dejó accionar a sus anchas por el territorio nacional, sin cumplir con el deber constitucional de preservar la vida y honra de los colombianos, de lo cual perduran peligrosas acciones incluso hoy.

Las marchas, manifestaciones, tumultos, vandalismos, actos delincuenciales y aglomeraciones de todo tipo han logrado mantener ese tercer pico de la pandemia en una especie de meseta, que incluso ha dejado de serlo con picos en los cuales ya no se ruborizan hablando de 687 muertes diarias y no los lleva a modificar tantas actitudes y conductas, relacionadas anteriormente en esta serie de blogs. Parece que las autoridades locales y nacionales creyeran que decir que todo fue causado por el paro les da patente de corso para no tomar las medidas necesarias, para contrarrestar de manera decidida el contagio, tomando medidas a todas luces contrarias a la contención de la epidemia, cumpliendo el anuncio hecho de romper el récord mundial de irresponsabilidad que anuncié. Hemos llegado al punto de ser el décimo país del mundo con más muertes por Covid, a ese lugar no se llega gratis, hay que acumular muchos errores y no se pueden achacar solo a los ciudadanos. Países con nuestras mismas costumbres e idiosincrasia están menos mal que nosotros, se les acabó la comparación con otros países como disculpa porque ahora en todas salimos perdiendo.

Con base en mi artículo anterior, en el que menciono que se volvió absurdo restringir el aislamiento, el trabajo y las actividades de reactivación (mientras no se tenga la autoridad para evitar que los violentos sí salgan todos los días a hacer lo que se les viene en gana), la única tabla de salvación que tiene el país es la vacunación. Se han visto algunos esfuerzos e iniciativas para conseguir más vacunas, no suficientes por ahora, pero también se ha hablado de espaciar la aplicación de la segunda dosis de la vacuna, en el caso de Pfizer, con el cuento que se puede aplicar a las doce semanas, a lo cual el laboratorio y los expertos se mantienen en que la recomendación son 21 días.

Esta decisión es bastante peligrosa por muchas razones. La primera y más importante es que a la primera dosis de esa vacuna, para las cepas que teníamos en Colombia, se le atribuía una efectividad hasta del 80 %, con lo cual alguien podría pensar que muchos más vacunados con ese porcentaje era mejor que pocos con las dos dosis que lo subía al 90%, pero lo que no se quiere ver es que con la llegada de otras cepas, en especial la Delta, la efectividad de la primera dosis se calcula en un 30%, y nadie ha asegurado que doce semanas después la aplicación de la segunda sea acumulativa y no se vaya a perder la primera, prácticamente echando a la caneca esa primera dosis. Solo quedarían en las estadísticas millones de vacunados con primera dosis y una realidad diluida en una práctica ineficiente contra la pandemia.

Por lo anterior y hablando de estadística, ya se vuelve obsoleto mostrar resultados sobre una primera dosis de vacunas que requieren dos y casualmente la Pfizer, que hay quienes incluso avisan que se van a necesitar tres dosis. Las estadísticas mostradas cómo eficiencia del sistema de salud y de un cada vez más tambaleante plan de vacunación, deben ser una verdadera medida del avance del país hacia la inmunidad de rebaño, que como muchos dicen es la verdadera llave de entrada a la anhelada reactivación económica. De manera que una estadística honesta, y sobre todo útil, sería la de cuántas segundas dosis se han aplicado, excepto la vacuna Janssen que requiere una sola; en segundas dosis, se deben alcanzar este fin de semana el 14% de la población, quedando pendiente 30 millones de colombianos para alcanzar la inmunidad de rebaño. Cuando salen las estadísticas de @MinSaludCol, las cifras a mirar son segundas dosis para saber cómo vamos positivamente avanzando hacia esa inmunidad de rebaño y la triste y cada vez mayor cifra de fallecidos; las otras cifras son prácticamente inoficiosas, las de contagiados no es real ni completa, las de primeras dosis de nada sirven si nunca se aplica la segunda o se aplican muy tarde, etc., las únicas que dan una percepción aceptablemente real y útil son esas dos.

Ante la dificultad de adquirir la cantidad de segundas dosis necesarias, de algunas marcas, ya también hay quienes tratan de dar soluciones “creativas” como colocar una segunda dosis de otra marca, a pesar de la innumerable literatura que niegan cualquier tipo de efectividad y como siempre los encargados de respaldar semejantes iniciativas tratan de confundir con argumentos acomodados. En el caso de la “mezcla” de vacunas, una cosa es tratar de mezclar en el laboratorio para sacar una posible mejor vacuna, o unir esfuerzos, o hacer alianzas entre laboratorios, y otra muy distinta es “mezclar” empíricamente aplicaciones de primeras y segundas dosis. Al poner una primera dosis de una vacuna y una segunda dosis de otra se estarían recibiendo dos primeras dosis de vacunas – por la composición de unas que es completamente diferente a la de otras, obedeciendo principios activos diferentes, cuya compatibilidad no ha sido probada – , y volveríamos al cuento de que hasta que no tenga la segunda vacuna no contribuye a alcanzar la inmunidad de rebaño ni a disminuir la cifra de fallecidos.

Ante tantos errores, no solo en cuestiones de orden público del país, que no he tocado pero que contribuyen a exacerbar el interminable pico tributario de la pandemia, pero también en el manejo de la pandemia y la vacunación, resuena en el oído de los colombianos la proximidad de unas elecciones de congreso y presidencia, ante el inminente fin del actual periodo. Las preguntas obligadas serían: ¿Cuáles son los cálculos para esas elecciones? ¿Llegar sin inmunidad de rebaño a unas elecciones en medio de otro pico de la pandemia que obligue a decisiones menos democráticas? ¿Llegar en una situación de caos económico, sanitario y de seguridad que piensan algunos que les conviene? Quedan muchas dudas en el cálculo político para esas elecciones cada vez más cercanas, y ante tanto genio político en este país las más variadas situaciones se presentan, pero hasta ahora ninguna buena para los colombianos.

Se necesitan candidatos a Gobierno y congreso que solucionen la tragedia nacional, no que se aprovechen de ella para sus fines políticos.

A nadie se le oye que piense en un país tranquilo, sano y seguro, todos utilizan la tragedia colombiana para tratar de acomodarla a sus intereses políticos. Dicen que la pandemia es culpa del paro. Ya no son los chinos, ni el virus, ni la falta de previsiones de Gobierno, privados y ciudadanos, es del paro, al igual que la inseguridad, que a nadie parece importarle, como única solución es culpar al partido contrario, pero poco se oye de soluciones. Incluso, ya el legislativo se fue a vacaciones (que parece que mentalmente hubiéramos salido a vacaciones todos, unas vacaciones de más impuestos, micos, tasas, aprobaron la última en el último minuto para el combustible, mientras en las supuestas conversaciones se pide rebaja de precio de los combustibles, peajes, etc.) y ya tienen programado que al final de ellas arranca de nuevo el paro y las manifestaciones fustigadas por el Gobierno, que ya tiene preparada otra vez la reforma tributaria maquillada para volver a prender la mecha de la violencia, lo que muestra la posibilidad de llegar a las elecciones con la pandemia al tope y la violencia incontrolable. Muchos no entendemos cómo calculan que les va a convenir electoralmente y menos como le conviene a los colombianos.

Llegamos a las elecciones en una situación de pandemia, inseguridad y caos que descalifica a Gobierno, Congreso y oposición como candidatos válidos.

En el país de las excusas, incluso traídas de los cabellos, recurrentes y promulgadas por tanto fanático político, para unas próximas elecciones: ¿cuáles son los cálculos políticos de quienes están el Gobierno, partido y ejecutivo, que muestran una incapacidad de contener la pandemia y la violencia; una oposición que aparece exacerbando esa violencia y el resto no aparece nadie nuevo ni hacen nada para arreglar la situación? ¿Tendremos que votar entre el inútil y el malo o entre malo e inútil y el malo que no sabemos si también va a ser inútil?

No se ve en el horizonte nadie que nos muestre una posibilidad de un país mejor, ni desde el Congreso, ni desde el Gobierno, ni desde la oposición, lo que sí parece ser es que ninguno de los que ha ejercido esas posiciones, o parecidas, va a poder llevar al país a lo que a los colombianos nos gustaría, un país en tranquilidad, progreso y sana convivencia.

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