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50018958_10158048490958362_3333351576151523328_oTwitter: @jeronimorivera

Hace tres años salí profundamente conmovido de la sala de cine de la Avenida Chile después de ver Carta a una sombra, película documental basada en el libro El olvido que seremos escrito por Héctor Abad Faciolince sobre su padre Héctor Abad Gómez. La película es dirigida por Miguel Salazar y Daniela Abad Lombana, hija del escritor Abad Faciolince y nieta de Abad Gómez, médico y defensor de derechos humanos vilmente asesinado en Medellín en 1987.  En su momento escribí un artículo al que denominé «Carta a un país que olvida» (que puedes leer aquí) en el que enfatizo la necesidad de rescatar y recordar las historias de nuestros héroes y mártires del olvido que los colombianos usamos como mecanismo de defensa frente a la barbarie que hemos vivido.

Esta semana se estrena en Colombia The Smiling Lombana, segundo largometraje de la realizadora italo-colombiana, quien ha decidido continuar con la línea de su ópera prima para presentarnos esta vez a su abuelo materno: un personaje enigmático, cautivador, contradictorio y controversial.  Este nuevo trabajo le generó gran dificultad y no estuvo exento de polémicas en su familia, al punto que su madre y su abuela se resistieron a participar activamente en el proyecto. Se trata de un interesante espejo de aquellas historias y personajes que hay en casi todas las familias colombianas y de los cuáles preferimos no hablar. La película acierta en su ejercicio de reconstrucción audiovisual con un montaje sobresaliente y una narración heredera de la ficción para construir un personaje que nos repele tanto como nos atrae.

Daniela Abad construye un retrato de Tito Lombana, su abuelo materno, a partir de un gran archivo de fotografías y audiovisuales que lo muestra como un hombre atractivo, atlético, elegante y, sobre todo, poseedor de una enigmática sonrisa a medio camino entre la simpatía y la burla; entre la amabilidad y la picardía.

Aunque siempre creció con la figura de su abuelo paterno como referente; el personaje de Tito Lombana, el artista autodidacta, elegante y seductor, siempre llamó poderosamente la atención de Daniela, quien llevaba mucho tiempo pensando en emprender este proyecto, desde antes de iniciar Carta a una sombra.  Sus abuelos son dos personajes representativos de momentos claves de la historia de Colombia que, desde su posición ética, dicen mucho sobre las contradicciones de nuestra sociedad. Daniela Abad construye un retrato de Tito Lombana, su abuelo materno, a partir de un gran archivo de fotografías y audiovisuales que lo muestra como un hombre atractivo, atlético, elegante y, sobre todo, poseedor de una enigmática sonrisa a medio camino entre la simpatía y la burla; entre la amabilidad y la picardía.

 Alguien me dijo algo que me gustó mucho y es que la forma como me relaciono con Héctor Abad Gómez son los archivos sonoros, porque él era un hombre de la palabra y la forma como me relaciono con Tito Lombana es un archivo fílmico, porque él era un hombre de la imagen.

Estos dos personajes, a quienes la directora prácticamente no conoció, son representados en el documental tomando muchos recursos provenientes de la ficción para construirlos narrativamente. «Yo empecé a acercarme a los personajes desde la realidad, pero también desde la ficción. En ambas películas me sirvieron muchísimo los testimonios de personajes que los conocieron, parte fundamental de la investigación, y aunque no todos aparecen en la película,  su información me sirvió para construirlos como personajes y para generar la atmósfera. Alguien me dijo algo que me gustó mucho y es que la forma como me relaciono con Héctor Abad Gómez son los archivos sonoros, porque él era un hombre de la palabra y la forma como me relaciono con Tito Lombana es un archivo fílmico, porque él era un hombre de la imagen. Yo siento que conozco estos dos personajes a través del archivo». Llama la atención, en el caso de Tito Lombana, su obsesión por la imagen y la cantidad de horas de filmación en las que parece estar construyéndose a sí mismo como personaje sin abandonar su condición enigmática, fantasmal. «Yo sabía que era un hombre que ascendía y descendía, un hombre que empezaba bien pero que luego tenía puntos de quiebre y caía», afirma la directora. Veracruz-1967

Si Héctor Abad Gómez, el humanista y defensor de la salud pública y los derechos humanos, representa el altruismo de los colombianos que, desde su trabajo, buscan el bienestar de la sociedad, Tito Lombana representa la cultura del atajo, el individualismo y la «viveza».  Si Carta a una sombra homenajea a un hombre cuya sombra cobija a su familia y se extiende calladamente a la sociedad; The smiling Lombana representa a un fantasma cuyas imágenes espectrales están cargadas de preguntas más que de respuestas.

Como muchos jóvenes realizadores, Daniela Abad Lombana realizó sus dos primeros largometrajes tomando como punto de partida su propia familia porque, como ella misma afirma, «La familia es el mundo que nos rodea desde niños, leemos el mundo a través de ellos, en la familia encontramos arquetipos de la sociedad…en mi caso hacer retratos de familia fue más una casualidad, fueron las historias que primero me llegaron, es más fácil emocionarse con las cosas que son más cercanas y nos interesan emocionalmente». Escoger este camino, no obstante, no es fácil y trae consigo retos importantes que giran alrededor del interés que una historia cercana puede generar en un público que no está involucrado afectivamente con los personajes y la distancia que el realizador puede tomar frente a los mismos y las situaciones en las que se ven inmersos.

¿Cómo hacer, entonces, para que el público pueda conectarse con estas historias? Daniela Abad se refiere a la representación de las emociones humanas como el punto de entrada a esa conexión emocional pues «eso se vuelve universal en el momento en que uno subraya unos sentimientos que son universales, por ejemplo el amor de un hijo a un padre o la ausencia de un padre, es algo que sucede en las dos películas pues en The smiling Lombana hay dolor, pero también mucho amor por un padre«.

Otro gran reto de hacer una película sobre su familia es la negociación que el realizador tiene que hacer con sus propios familiares  y al respecto Daniela Abad encontró grandes dificultades: «La experiencia con las dos películas fue muy distinta, The smiling Lombana fue mucho más difícil. Para mi familia materna es una película que destapa un tabú, un secreto. Discute algo de lo que no se habla, que genera dolor. La película sigue siendo un tema complicado para mi familia Lombana. Mi mamá y mi abuela, por ejemplo, no están muy contentas con que la película salga en cines; pero mi tía representa otra posición y reivindica la posibilidad de rescatar la imagen de su padre y es más cercana a mí en la manera de ver esas contradicciones. Para mí fue muy difícil, éticamente, enfrentar la película, aun me genera muchos sentimientos encontrados».

El montaje de la película, haciendo uso de las imágenes de archivo para narrar la historia y construir los personajes, es uno de los puntos más fuertes del documental. Este proceso, a cargo de Andrés Porras, partió de la estructura planteada por la directora pero, más allá de la sala de edición, fue construido por medio de muchas horas de conversación, «yo creo que hacer una película se parece mucho a una conversación, un diálogo…entonces nosotros nos sentábamos horas a discutir, a profundizar sobre los personajes. Él me enseñó, por ejemplo, a ver el archivo de una manera poética y a usarlo de tal manera que me diera otra información complementaria a lo que la palabra decía», afirma Daniela.

Una de las grandes sorpresas durante el desarrollo de la investigación para The smiling Lombana fue el hallazgo de gran cantidad de información sobre el caso judicial contra Tito Lombana en Estados Unidos que le dio a la película un tono de thriller que inicialmente no había sido contemplado y que lo conecta más con la historia de Colombia. «A mí lo que más me gusta de las películas es que me motiven a una reflexión. Mi sueño con esta película es que genere una reacción en el público y que se ponga de nuevo sobre la mesa la discusión sobre los secretos familiares y sobre la presencia de la ilegalidad en muchas familias colombianas, un tema del que no se habla ni se asume. Muchas familias consideradas de bien han tenido que ver con estos temas y no se trata de satanizarlas pero sí de propiciar la discusión. Me encantaría que algún espectador saliera de la película y se preguntara por qué su casa tiene pisos de mármol y su carro vidrios polarizados. Esas decisiones estéticas en las que no solemos pensar conllevan también una violencia ética».

 

Daniela Abad

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