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Recuerdo la primera vez que vi una película en formato digital.  Mi cinefilia más ortodoxa me generó una gran indignación al sentir que el proyector «no parpadeaba», los colores se veían distintos y no había rayones ni pelos gigantes que aparecieran en la pantalla. Recuerdo que, muy molesto, pensé «¡Yo no pagué esta boleta para venir a ver televisión!». La pereza que me dan las discusiones estériles le ganaron a mi indignación cinéfila. Hoy, como cualquier nostálgico, asisto mudo a la agonía del celuloide cuyos días están claramente contados. 
Muchos espectadores quizás no saben que, desde el inicio del cine, la película se ha filmado, editado y exhibido en un formato de cinta digital de 35 mm que es proyectada a 24 cuadros por segundo (en los inicios era a 16 y por eso las películas antes de los años 30 se ven más rápidas).  Este formato traía ventajas y limitaciones para los realizadores: La gama de colores era más amplia (la calidad de la misma era «fotográfica»), pero los procesos eran más costosos y demorados.
Con el estreno de Avatar en diciembre de 2009, muchas salas de cine del mundo tomaron la decisión de remodelar para adecuarse al nuevo formato de lo digital.  De los proyectores de película en celuloide, las salas pasaron a una nueva tecnología basada en una proyección digital que no era contenida en film si no en soportes de datos ópticos (más cercanos a Blue Ray y discos duros digitales) y que se espera que en los próximos años pueda transferirse incluso por Internet. A ojo de buen cinéfilo, la calidad de la imagen en las primeras películas digitales aun dejaba mucho que desear y podían verse colores «lavados» y saturación de colores, entre otros aspectos, pero hay que reconocer que hoy, sin muchos saberlo, vemos la inmensa mayoría de las películas en multiplex en formato digital y ni lo notamos; la única pista es la ausencia del «parpadeo» y del «look visual» al que el cine nos tiene acostumbrados.
No se puede ir en contra de los hechos y el proceso de cambio de la película por lo digital es inevitable. Algunos datos ilustran este hecho: La National Association of Theatre Owners (el gremio de exhibidores de Estados Unidos) ha anunciado que la distribución de copias en celuloide en su país no durará más de dos años; Arri, Aaton y Panavisión, los mayores fabricantes de cámaras de cine, han abandonado definitivamente la producción de modelos con película física en favor de los formatos puramente digitales; Kodak y Fuji Film han anunciado en sus sitios oficiales que no producirán más cinta de celuloide desde finales de este año y Fox ha anunciado que ahora sólo producirá películas en formato digital. 
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La muerte del celuloide se veía venir, pero nunca pensamos que sería tan pronto y no podemos desconocer las ventajas prácticas del nuevo formato.  Exhibidores y distribuidores abaratan costos al reemplazar el transporte de pesados rollos de película por versátiles dispositivos, los productores encuentran ventajoso pasar de los 1.550 dólares de una copia en 35 mm a menos de 130 de una copia digital, los directores agradecen no tener que esperar hasta el proceso de postproducción (revelado y positivado, como en la fotografía analógica) para chequear la calidad visual de su película y nuevos realizadores independientes pueden acceder a hacer películas con un menor presupuesto. Los norteamericanos, tan amigos de las siglas, han llamado a este nuevo proceso WYSIWYG («What you see is what you get»-Lo que ves es lo que tienes).
Así las cosas parece que el formato digital es la solución a muchos problemas del cine actual, pero no todo es positivo. En primer lugar, la facilidad para producir películas puede llegar a facilismo, como ha sucedido con la fotografía digital que ha hecho que muchos fotógrafos confíen demasiado en los programas de retoque digital. Esa misma facilidad llevará a que muchas películas sean filmadas (¿todavía se mantendrá este término en lo digital?) con una narrativa más cercana a la televisiva.  Igualmente, la irrupción acelerada de la tecnología digital deja en clara desventaja a las salas de circuito independiente que no han podido hacer la transición por los altos costos que la misma implica (lee aquí la postura de las salas alternativas colombianas frente al tema). Finalmente, a pesar de que la calidad de la imagen digital ha ido en aumento, aun se perciben leves fallas técnicas en aspectos como la gama y el contraste de colores, que seguramente pronto serán superadas. 
Con nuestro querido celuloide agonizando somos muchos los que estamos alrededor de la cama esperando sus últimos suspiros.  Directores como Cristopher Nolan y Steven Spielberg se suman a las voces de nostálgicos que añoran el cine en film y la forma como se ven las películas en este formato. Aunque es muy probable que el celuloide no muera del todo y que, como ha pasado con el acetato, se convierta en objeto de culto y placer para cinéfilos; los nostálgicos extrañaremos los días en los que ir a cine se asociaba a escuchar el traqueteo del proyector y el parpadeo de la imagen en la pantalla. 
Pd: Muchas gracias por su colaboración para este artículo a Jorge Esteban Blein de Cinetécnica España y Andrés Murillo del Centro Colombo Americano de Medellín. 
 

Espere en mi próxima entrega: El 3D nuevo juguete del cine
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