Jhon, el peluquero comunista
En Washington, hace no mucho tiempo, un veterinario no podía curar legalmente una vaca o un gato sin antes haber jurado no ser comunista.
Y los barberos en Maryland tenían que recibir formación en histología del cabello, piel, uñas, músculos y nervios, además de lecciones de bacteriología, para poder ejercer legalmente.
Hoy, no sé si Jhon -mi peluquero- es comunista.
Tampoco sé si se formó en histología de nervios y uñas. Pero por los 14 mil pesos que me cobra, estoy más que satisfecho con su trabajo.
Y si bien estoy convencido de que Pelusa -mi gato- sí es un radical de izquierda, no me importa si su veterinario también lo es.
Comunista, socialista, capitalista, anarquista o lo que quiera ser, lo que a mi como consumidor me importa es que me presten un buen servicio.
¿Por qué entonces estas exigencias absurdas?
Por plata: Entre menos veterinarios y menos peluqueros haya, más podrán cobrar los que ya lo lograron.
Y exactamente así pasa en Colombia con las especializaciones médicas.
Hoy, en Colombia, las especializaciones en medicina son un cartel, en donde los médicos y los usuarios somos víctimas de una minoría que quiere poca competencia para cobrar mucho.
La lógica: – competencia es + plata
Entre menos radiologos, endocrinólogos, patólogos, etc., haya, más podrá cobrar cada uno.
Si en Bucaramanga, por ejemplo, solo hay una persona que sepa de cardiología pediátrica, y un familiar llega a necesitarlo, tendrá que pagar lo que le pidan.
Previsiblemente, será costoso.
Si por el contrario, hubiera 100, mi familiar podría elegir según precio y calidad, lo mejor para su particular situación.
Entonces, algunos de los hoy ya especialistas se agrupan para evitar que entren muchos.
Milton Friedman lo dijo así
“La esencia del poder de un sindicato es su capacidad para restringir el número de personas que pueden dedicarse a una ocupación en particular”
(Capitalismo y Libertad, p. 207).
Y eso hacen los hoy gremios de especialistas: le hacen la vida imposible a los aspirantes a especialistas, argumentando que quieren la mejor calidad, cuando lo que quieren es el mejor precio.
“Calidad”: Si no es ferrari le toca a pie
Supuestamente la restricción en las especialidades busca garantizar la máxima calidad en los especialistas.
¡Carreta!
Incluso si fuera cierto, sería absurdo por la escasez de especialistas que tenemos.
Prefieren que la gente se quede sin médico a que tenga un médico de ‘segundo nivel’.
Es como si los concesionarios vendieran únicamente ferraris porque ‘nadie debe conducir un auto de menor calidad’.
Colombia tiene 1,5 especialistas por cada 1.000 habitantes, menos de la mitad del promedio de la OCDE.
En 2020, de esos pocos especialistas, sólo el 7% estaba en zonas rurales.
¿Cuántas vidas no habrían salvado médicos especialistas de “segundo nivel”? ¿Cuántos padres, hermanos, hijos murieron porque no había suficientes ‘ferraris’?
¿Qué es un buen médico?
Nos tienen por estúpidos.
¿Qué es un buen médico? Básicamente, lo que un grupo de médicos dice que es un buen médico.
Es decir, que para que un hombre elija con inteligencia a un buen médico, tendría que ser él mismo médico.
¿Para elegir un buen abogado, debo ser abogado? ¿Y para un contador? Más aún ¿Cómo me monto a un avión sin saber si el piloto es bueno o no, porque yo no soy piloto?
Aceptemos que ponemos nuestra vida en manos de otros profesionales porque juzgamos, bajo la lógica y la razón, que son buenos profesionales.
Si es así ¿por qué no sucede igual en la medicina? Les aseguro que en un día un mal piloto puede matar más gente que un mal médico.
¿Qué hacemos entonces?
El problema, pienso yo, es de información.
En un país con tantas personas es difícil saber quién es mejor médico que otro.
Entonces, en vez de restringir la práctica de la medicina, se pueden utilizar registros o certificaciones de médicos que cumplen con requisitos mínimos de calidad.
Puede haber registros de médicos Ferrari, pero también de médicos Chevrolet o médicos Fiat.
Incluso, pueden surgir empresas que se dediquen a certificar la calidad de los servicios profesionales.
Que las personas sean libres de elegir si quieren médicos de primera o de segunda categoría, pero que cuando hagan la elección sean conscientes.
Conclusión
Es una propuesta radical, sí.
Pero el progreso pocas veces viene de aguas tibias.
Me parece innegable que hay un incentivo económico para reducir el número de especialistas.
Innegable es también que ese incentivo es perjudicial para la sociedad.
Colombia no se puede permitir ignorar esa realidad, no al menos con 1,5 especialistas por cada 1,000 personas.
Tenemos que mejorar las condiciones de nuestros médicos, aumentar el número de especialistas, y mejorar el acceso a los mismos no sólo en las principales ciudades del país, sino en todo el país.
Es, literalmente, una cuestión de vida o de muerte.
Y la solución, como casi siempre, parece estar en la libertad.
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