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«Perder con clase y vencer con osadía, porque el mundo pertenece a quienes se atreven» Charles Chaplin.
Las noticias que rondaban el inicio del 11 de septiembre aportaban un contexto hostil y trágico al duelo que portagonizó nuestra amada Tricolor ante Chile.
Nos despertamos recordando la ignominia de atentado a las torres gemelas; también, recapitulamos el derrocamiento de Salvador Allende y la asunción del anti demócrata e infame militar, Augusto Pinochet.
No pintaban bien las cosas, en ese aire gris y melancólico que se respiraba. Pero ahí estaban ellos, esos 11 guerreros forrados en una camiseta amarilla llena de energía positiva.
Todos atentos, el país paralizado y expectante de lo que se pudiera arañar en tierras australes. Si ellos ganaban, tenían la posibilidad de ser líderes; si nosotros lo hacíamos, se nos inflaba el corazón de ilusión. 
Puestas las esperanzas en nuestra bella actriz (la Selección), saltó al escenario y dio cátedra. Si bien fue una interpretación de alto ritmo, supo manejar su papel antagónico a la perfección: dañó todos los planes del rival. 
Las  revoluciones no bajaban de cinco mil, pero supo acoplarse, imponer su manual e intercambiar golpes con el rival de manera talentosa.
Los dirigidos por «Peks», conscientes que tienen capacidad suficiente para hacerle frente a cualquiera, rompieron ese prejuicio repetitivo y mediocre de defenderse cuando se juega de visitante. 
Repitió nómina (Salvo Yepes) y sistema, para darle continuidad y automatizaciones a un equipo que tiene poco entrenamiento. Un total acierto del DT argentino, pese a la notable diferencia de la prensa especializada, que en su mayoría insinuaba un cambio de esquema.
Al comienzo nos faltó esa pausa que Mac no pudo aportar en ese frenesí que era el encuentro. Amaranto mutó en una muralla donde Alexis Sánchez y Suazo (sobretodo este último) se cansaron de rebotar una y otra vez sin éxito.
Zúñiga y Armero se agotaron de erosionar las bandas, mientras que Valencia y Abel se multiplicaban en la medular para cubrir sus espacios. Simple y llana solidaridad que acabó con elaboraciones ofensivas óptimas, que si no hubieran sido por el portero Claudio Bravo, hoy estuviéramos contando una historia mucho más abultada.
Gastar líneas en nuestra delantera redundaría, pero igual lo voy a hacer porque lo merecen; Falcao es un delantero que verlo a través de la Tv es una materia pendiente, por la cantidad de movimientos que hace que no alcanzan a ser captados: suma ocho goles en cuatro partidos seguidos (Bilbao, Chelsea, Uruguay y Chile). ¡Qué bárbaro!
Teófilo, James y Mac son un brazo de apoyo para el Tigre, le ayudan a rotar las responsabilidades e interactúan de forma fluida y natural. 
Así pues, nuestra «consentida» se impuso en sus dos duelos de Eliminatoria sin oposición, como el El Comandante Chávez en la República venezolana. Increíble pero cierto, y así cambió todo.
Una vez más la Selección emocionó y sobretodo unió a todo un país. Tan es así que, el expresidente Uribe junto al actual mandatario, Juan Manuel Santos, mandaron sus trinos felicitando a la Tricolor. «No compartían una alegría desde la Operación Jaque», puso un twitero con un acierto quirúrgico.
Vamos indudablemente por buen camino, pero hay que recordar que en las Eliminatorias del 2002 a estas alturas y sin contar el partido contra Brasil, teníamos un punto más y, sin embargo, pasó lo que pasó: vimos el Mundial por televisión.
Así que calma, señores. Que aún faltan muchos obstáculos por superar, pero encarándolos con osadía y atrevimiento como lo decía Chaplin y lo plasmó Pekerman, no les quepa la menor duda que ahí estaremos. Sí, ahí en Brasil.
Twitter: @Nicopareja

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