La historia ‘Soy hijo de un policía’ publicada en el en la página digital del diario EL TIEMPO, el 11 de mayo del 2021, en medio de la protesta social, fue galardonada con el premio de periodismo Álvaro Gómez Hurtado, que concede el Concejo de Bogotá en la categoría de Opinión. Este es el relato galardonado en su edición XXIV.
“Profe, gusto de verlo”, exclamó mientras la pertinaz lluvia anunciaba que este encuentro iba a ser fugaz, pero fue todo lo contrario.
Los rayos, el cielo negro y la tormenta nos obligaron a hacer un pare y resguardarnos del imparable diluvio. Pensar rápido y resguardarnos en la primera cafetería que vimos.
Mojados, en segundos, le pregunté: ¿usted toma tinto?
“Claro, por supuesto”, al tiempo que replicó, “¿Y usted, profe, no lo ha dejado?” (risas)
¿Y a usted qué lo trae por aquí? ¿Qué lo motiva?, le pregunté. Si ya se graduó de su carrera de comunicador social y periodista. Usted es la nueva generación del periodismo.
Me contestó, mirándome fijamente: “justamente profe, no tener una oportunidad, así sea con esos sueldos de miseria, y además para ser seleccionado se tiene necesariamente que tener una recomendación o conocer a alguien o tener un amigo influyente que conozca a ese alguien.
Me tocó un momento difícil y una pandemia, profe, pero lo grave es que esto no mejora, por el contrario, a clavarnos en todo y con toda. Mi papá, usted sabe es policía, y ya no da más. Él dice que policía un día, policía por toda la vida.
Él es joven y me duele verlo cumpliendo con su institución a la cual le ha entregado más de 20 años y veo cómo se sacrifica y recibe un sueldo mensual de un millón y medio neto, y no ha tenido ningún reconocimiento, ascenso o aumento significativo por recorrer calles, por correr detrás de ladrones, hampones, asesinos y dueños de ollas peligrosas, que en ocasiones han sido hasta vecinos nuestros, y sus mamás son conocidas del barrio.
Las discusiones que he tenido con él han crecido en este paro y las confrontaciones, siempre de pensamiento, profe, han sido duras y difíciles. Nos hemos visto en las mañanas. El vistiendo su uniforme verde oliva y me mira de reojo, y yo, alistándome para ir a la calle a la protesta, por lo que considero son mis derechos, y él a su vez, también lo hace convencido de los suyos.
En algunas ocasiones nos hemos encontrado en la calle, como un día frente al Banco de la República, él defendiendo sus instituciones, los bancos, las entidades estatales, y yo, defendiendo mi pensar, mi ideal.
Eso es duro, profe, verlo allí y yo no digo ahí está mi padre, para no causar ninguna desconfianza, para que no me tilden y me señalen de sapo o el hijo del poli, sigo de largo con mi parche, pidiendo que no le pase nada.
Mis hermanos son pequeños. Yo les digo que no salgan a la calle y mi padre les dice que no vayan a ser policías. Mi madre reza por los dos y nos bendice todos los días, pero yo esta pelea me la doy hoy, porque esto no cambia, y si uno no protesta, nunca va a cambiar.
El miércoles en la noche recibimos una llamada que nos avisaba que mi padre estaba herido y en el hospital de la Policía. Mi madre me llamó y yo estaba en Los Héroes, allá en la 80.
Uy, qué susto, qué cagada. Y arranqué a correr y sufrí las dificultades para movilizarme y llegar a mi casa en Kennedy, todo taponado, no encontraba salida, todo estaba bloqueado, no había TransMilenio, que sería lo más rápido para llegar a auxiliar a mi madre. ¡Qué mierda! Y la angustia de pensar que no llegaba rápido a acompañar a mi madre, que no paraba de llorar, y me seguía llamando insistentemente se apoderó de mí y no me soltaba. ¡Qué video!
Este enfrentamiento no nos deja bien parados. Todos ponemos desde cada orilla, y perdemos. No aprendemos, no encontramos la salida, yo sigo marchando, creo que es mi deber ahora. Y mi padre sigue en el hospital de la Policía, recuperándose de varias quemaduras, la ruptura de varias costillas, y el codo que se le salió de su cavidad.
Él dice que seguirá siendo policía y yo, marchando, profe, soy el hijo de un policía”.
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