Queda muy poco o nada de Rojas Birry, el embera que creció en medio de una comunidad que trabaja la madera de espavé, cedro espino y pino amarillo. De esos indígenas que por esencia y tradición se dedican a la orfebrería.
Rojas Birry nació en el Alto Baudó, en la profundidad de las selvas del Chocó, el 14 de mayo de 1960. Posteriormente, salió de esta zona para encontrarse con la gran ciudad: pavimento, buses, carros, camiones y el ruido enloquecedor de una gran ciudad: Medellín. Atrás quedaron las canoas de madera, el canto de los pájaros y zigzagueo de las culebras.
Se formó como abogado, realizó una maestría en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Se interesó por lo constitucional, por lo administrativo, por la legislación especial indígena y de negritudes. Así logró ocupar un asiento en la Asamblea Nacional Constituyente con más de 25 mil votos.
Pero esos tiempos, cuando Rojas Birry se movilizaba por las calles de Bogotá en alpargatas y rodeado de tambores y acompañado de hombres indígenas de su comunidad, también pasaron.
Sus pecados empezaron a rodear su vida y a adoptar actitudes como los hermanos menores, como los indígenas describen a quienes no son indígenas. Como un meteorito, en muy poco tiempo pasó a convertirse en un hombre obeso, con zapatos, camisas y correas de marca y rodeado de escoltas y una toyota de color negra blindada.
Entendió que él siempre tenía que ir en la parte trasera, detrás del puesto del conductor. Era terco y se comportaba como el jefe, con voz de mando y dando órdenes: por dónde debería llevarlo la camioneta, los sitios por donde quería pasar y obsesionado por el poder.
Vertiginosamente entró en el mundo político: fue constituyente, concejal de Bogotá, congresista y personero de la capital. Poco a poco, Birry dejaba de ser embera. Se olvidaba de sus ancestros y sus costumbres para convertirse en un hombre desclasado de su pasado y empezaba a dar palos de ciego en el entorno político.
Dejó atrás la defensa de los indígenas, se olvidó de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), se olvidó de esa lucha, para convertirse en un exponente de la clase política corrupta.
En el Congreso de la república se recuerdan sus fiestas con el exalcalde de Bogotá Samuel Moreno Rojas, su mentor, en cuya administración resultó ser elegido personero.
Nunca ejerció el control ante la más grande defraudación que ha tenido la capital por el carrusel de la contratación, guardó silencio sobre contrataciones y adjudicaciones millonarias, incluido el gran fraude de las ambulancias. Se dejó sobornar con millonarias sumas de dinero por guardar silencio y no abrir ningún tipo de investigación, y así encubrir el gran robo a Bogotá.
Rojas Birry tiene denuncias por maltrato laboral y encubrir a Samuel e Iván Moreno Rojas. Se le encontró contando cajas repletas de dinero con los Moreno, producto del robo a la ciudad.
Como senador le descubrieron millonarias llamadas a ‘líneas calientes’ desde su oficina en el Congreso de la República.
Buscó ser investigado por la justicia indígena para refugiarse y eludir la justicia ordinaria. Al final, no lo logró, fue condenado por el delito de cohecho propio en concurso homogéneo y sucesivo, por recibir sobornos de contratistas y del exsecretario de Salud de Bogotá, Héctor Zambrano, por el escándalo de las ambulancias.
Hoy recuperó su libertad, después de pagar una condena de 8 años que le impuso la justicia al hallarlo culpable, pero se negó a devolver el dinero.
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