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Cuatro siglos de generaciones han pasado desde 1583 por Nuestra Señora de la Esperanza, como bautizó Gonzalo Jiménez de Quesada a nuestra maravillosa altiplanicie cundi-boyacense, a esa dimensión verde, gracias a sus cerros y a sus parques, que domina el santuario de Monserrate y Guadalupe que es nuestra amada Bogotá.

484 años cumple en este 6 de agosto del 2022. Cuatro siglos y más de ocho millones de habitantes guardan su historia, su pasado, por su calles, recodos y esquinas.

Hoy me pregunto ¿quién te ha convertido en egoísta, brutal y desconsiderada? ¿Cuándo perdiste tu generosidad, tu aseo, tu seguridad, tu amabilidad y cuándo, amada mía, te volviste desconfiada?¿Cuándo, mi bella Bogotá, tus calles se volvieron centros de atraco, robo, envenenamiento de la juventud, contaminación y peligro? ¿Cuándo te contaminaste, quién envenenó tus ríos y qué pasó con Doña Juana?

¿Cómo va tu salud? No hay respeto por las niñas y niños ni espacios dignos para la andar con la vejez. Todos dicen amarte, nadie responde por ti, nadie se encarga de ti, nadie hace nada por ti. Nadie se apropia de ti.

La Calle Real, la principal de la ciudad, la convirtieron en basurero, donde transcurre el hampa, el tráfico de drogas. Los alcohólicos terminales se alojan y viven aquí. Las ventas ambulantes, comidas callejeras que atentan contra la salud sin ningún control sanitario y la prostitución callejera e infantil ronda el centro de la capital.

Dime qué pasa con tus cerros explotados, invadidos y convertidos en tugurios, ¿quién te ha herido? Por tus calles deambulan y se arrastra la miseria humana. más de 10 mil hombres, mujeres y niños ocupan tus calles rebuscando entre las canecas y basura los desechos para sobrevivir y ocupan los andenes fríos de la capital como sus hogares, jalando día a día su existencia llevada en medio de la turbulencia que expide el humo de sus cigarros con el fétido olor del bazuco y la marihuana.

En medio de la indiferencia, del ‘no es conmigo’, ‘de malas’, se debate la existencia de estos seres humanos.

Como parte del paisaje, amada mía, en tu cumpleaños 484, te entregamos 472 asesinatos en los primeros siete meses del 2022, 178 bandas criminales dedicadas al narcotráfico, al secuestro exprés, al sicariato, al atraco, al robo, el cosquilleo y el robo de automotores con el dicho popular que ‘no hay que dar papaya’ y que ‘papaya puesta, papaya partida’. A nadie le importa que sean hijos, padres o hermanos.

Al año cientos de niñas y niños son atrapados por el tráfico o trata de personas que de la noche a la mañana, mágicamente, desaparecen de sus hogares y de las calles de sus barrios y son llevadas con engaños, trampas y mentiras a otros departamentos de Colombia y, en el peor de los peores infiernos, sacadas del país y vendidas en el exterior.

Tu transporte público, amada Bogotá, es una celda donde se pierde la tranquilidad y hasta la vida y se ha convertido en el día a día de un infierno de donde diariamente se entra y se sale a salvo dependiendo de la suerte.

¿Qué pasó con la cortesía? ¿Qué pasó con la solidaridad? ¿Qué pasó con la Atenas Suramericana de la que toda América y Europa hablaban? ¿Quién te hizo tanto daño, que hoy no sonríes como antes? Todos se sienten dueños tuyos, pero tu vida no le importa a casi nadie. ¿Qué pasó mi amada Bogotá?

Honro tu memoria, a los 2.600 metros más cerca de las estrellas, de Nuestra Señora de la Esperanza como la llamaron los conquistadores, a la Torre Colpatria, al casco histórico de La Candelaria y a Nuestra Señora de la Candelaria, al Museo Botero, a la biblioteca Virgilio Barco, al Museo del Oro y Nacional, a San Agustín, al parque Nacional, a sus iglesias, al parque Simón Bolívar y a tus cerros tutelares de Monserrate y Guadalupe.

Hoy te pido perdón, amada Bogotá, y abro mis brazos y mi corazón para decirte cuánto te amo.

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