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A Colombia no entran ahora los dineros, los dólares del narcotráfico. Recorren otros caminos, tienen otras rutas. Los narcos, los dueños de la exportación de cocaína a los Estados Unidos, países bajos, Holanda, Alemania, Rusia, Europa y Asia no tienen como destino Colombia.

Las nuevas estrellas del narcotráfico les cambiaron los destinos paradisíacos para tenerlos seguros y ya no los devuelven a Colombia para lavarlos, actualizarlos y convertirlos en terrenos en lotes, en edificios y construcciones, en mercancías de contrabando y edenes del turismo y el placer.

Esta investigación no es mía, es producto de días, meses y años de seguimientos, de investigaciones, de filtraciones, de análisis de entidades dedicadas al estudio del fenómeno del narcotráfico, de documentos de la DEA, de la Policía Nacional, de la Policía Antinarcóticos, la Interpol y otras agencias dedicadas a mirar y analizar el comportamiento de la nueva generación de narcotraficantes que, además, han dejado cientos de muertes y la pérdida de vidas de muchos investigadores.

Son hombres delgados, de buen vestir, de apariencia esquiva y falso reír parodiando a Rubén Blades en su canción ‘Plástico’.

La mayoría de ellos han estudiado en las más importantes universidades de Colombia y han obtenido sus grados como abogados, economistas, publicistas, son especialistas, otros tienen maestrías.

Tienen familias que viven en las mejores condiciones sociales y de los estratos más altos de la sociedad, tanto en Colombia como en el exterior, donde tienen propiedades y mansiones. Van a la Bolsa de Nueva York Wall Street, Madrid España, París, Italia, Bruselas, Luxemburgo, Suecia, Mónaco, Suiza, en el verdadero mundo de las finanzas.

Tienen servidores, manejadores, inversionistas, empresas reconocidas y participan en acciones en empresas de alto reconocimiento.

Administran sus inversiones, sus ofertas y sus demandas desde islas, mansiones, transatlánticos, muelles, viajan alrededor del mundo, cumplen fantasías inimaginables aún para los más ricos del mundo, son educados, saben vestir, están a la moda, saben de mesa, se transportan en lujosas avionetas privadas y viajan constantemente por el mundo.

Son hombres que fijan su atención inversionista en hoteles, grandes cadenas hoteleras, centros comerciales, empresas aéreas, astilleros, empresas de exportación e importaciones, en concesionarias multinacionales de compra y venta de automóviles, en empresas pesqueras y navieras, en caballerizas en Francia y otros países de Europa, en balnearios en islas y en los más ambiciosos proyectos de construcción, de infraestructura en Europa, Latinoamérica y África.

Son actores principales de las nuevas tecnologías, son apasionados, les encanta estar en lo último de los avances tecnológicos: relojes, teléfonos, aparatos electrónicos y automóviles de alta gama.

Participan en grandes apuestas en España, Francia, Italia, con los principales equipos de fútbol de estos países.

Se les ve caminar tranquila y elegantemente por la plaza mayor de Madrid, por exclusivos sitios de Roma (Italia), Berna o Zúrich (Suiza) y los campos Elíseos, y no es de sorprenderse de verlos en Leningrado y asiduos a eventos culturales, deportivos y deleitarse de la gastronomía francesa.

Estos son los hombres duros y civilizados de la nueva generación del narcotráfico colombiano. Hoy, han adquirido mayores alcances. Esta tercera generación hace inversiones grandes en el exterior, en los propios Estados Unidos y Europa, compran y venden con grandes asesores económicos internacionales.

Y encubren su negocio a través de firmas de terceros, poderosos, tienen relaciones con políticos de la Unión Europea, del Kremlin, y tienen amigos y socios en todo el mundo.

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