Distribuidos en 12 UPZ, en 525 barrios, 1’400.000 habitantes en Bogotá tienen una sola preocupación: llegar sanos y salvos a su hogar, levantarse y dar gracias por saber que están vivos.
En 3.859 hectáreas y una de las dos localidades de mayor extensión y con el mayor número de personas por metro cuadrado, la vida se les ha convertido en un infierno: en solo diez meses del 2024, 140 personas con nombres y apellidos han sido asesinadas, y medio centenar son NN. Y otras han sido asesinadas en la localidad y botadas en otras partes de la ciudad, mientras otras se encuentran desaparecidas.
El hampa azota a Kennedy, localidad octava. En su mayoría, los habitantes de esta localidad son personas trabajadoras que cada día se levantan con el propósito de construir una Bogotá más pujante, con esperanzas y con deseos de superar la pobreza cada día.
Pero los muertos son el resultado de enfrentamientos entre bandas de narcotraficantes, son violentos, sanguinarios y muestran su poder demencial dejando cadáveres descuartizados, desmembrados, por múltiples razones, una de ellas la extorsión a personas, a pequeños comerciantes, a tenderos, a vendedores de frutas y verduras. Pero también se dedican a asaltar apartamentos, casas y negocios de todo tipo; misceláneas, tiendas, restaurantes, supermercados, bares, expendios de carne, casas de juego, no se salva nada ni nadie. A lo que se suman dramas como el robo permanente a usuarios de bicicletas, automóviles y motos, el fleteo, el secuestro exprés de mascotas y la extorsión a los vendedores ambulantes, quienes se ven obligados a pagar peaje a los delincuentes por utilizar el espacio público.
El infierno de Corabastos está en la parte occidental, a espalda de la central de alimentos, donde se encuentra el mercado de lo usado, es decir, de lo robado: planchas, neveras, ropa vieja, calzoncillos usados, medias, cachivaches, cajas de dientes, tornillos, martillos, ollas, zapatos, chatarra, aluminio, cobre. Allí mismo, los malos olores invaden de fetidez este infierno, donde también se ven comidas callejeras. Todo esto es un cartucho, donde se ejerce la prostitución, el consumo de drogas, bazuco, marihuana, alcohol etílico, popers, pegante bóxer, y todo esto se hace a cielo abierto.
Los menores de edad también están expuestos a estas problemáticas, principalmente al expendio permanente de drogas a la salida de los colegios. El comercio de marihuana está presente en todas las esquinas. Todas son iguales para vender pepas, fentanilo, bazuco, a través de jíbaros y habitantes de calle.
Ríos de recicladores deambulan 24-7 y estas zonas consumidas por el bazuco y en cientos de centros de reciclaje, donde algunos de ellos venden lo recogido para el sostenimiento de sus adicciones. Las zonas de mayor movimiento para este negocio, Corabastos, María Paz y El Amparo.
La Constitución del 91 le dio el carácter de localidad de Kennedy a esta extensa zona, conservando sus límites y nomenclatura administrativa, gobernada en la actualidad por un alcalde y once ediles. Es una de las 20 localidades de Bogotá y está ubicada en el suroccidente de la sabana, rodeada por Fontibón, Bosa, Puente Aranda (al oriente) y colinda con Ciudad Bolívar y el río Tunjuelo.
Esta bella localidad, Kennedy, pide a gritos soluciones. Los ediles no tienen respuesta ni capacidad de acción. La actual alcaldesa, desconocida, y no aparece, su nombramiento fue eso, un nombramiento. Cero contundencia, cero presencia. El 50 por ciento de las extorsiones ha hecho que pequeños comerciantes cierren sus locales y, lo peor, que cambien de localidad ante la negativa de pagar para poder vivir.
Los testimonios en nuestro recorrido con comerciantes, vendedores, obreros, estudiantes y habitantes de toda la vida son contundentes, muestran su desesperación, su decepción y tienen el grave ingrediente de la impotencia.
A todo lo anterior se suma la violencia intrafamiliar y el consumo de bebidas alcohólicas están presentes todos los días en Kennedy. El 85 por ciento de las denuncias se quedan en la impunidad, sin respuesta, sin solución, y, en muchos casos, las mujeres no denuncian por físico miedo. Y en el peor de los casos por las amenazas de muerte por parte de sus parejas, sus amores, los padres de sus hijos. O simplemente por el miedo de quedarse solas.
Lesiones personales son cosa de todos los días. No hay un día específico de la semana, de domingo a domingo que no se oiga hablar de riñas, heridos, puñaladas, tiros, lesionados. El hospital de Kennedy, como le dice el personal médico, enfermeras, paramédicos, es un hospital de guerra. Llegan pacientes con el cuchillo enterrado en su cuerpo, heridas violentas, mujeres que pierden sus hijos por abortos provocados por una paliza de su compañero y los delitos sexuales que tienen otro capítulo.
Quienes transcurren por estos barrios caminan ‘enfierrados’, me cuentan, es decir, andan con armas blancas, con pistolas hechizas para realizar el recorrido por Patio Bonito, El Amparo, María Paz, Corabastos, Carvajal, el sector de la Virgen y todas aquellas calles que van del norte hacia el sur.
Los alrededores del parque Cayetano Cañizales se ven invadidos de carretas que transportan todo tipo de droga, libras de marihuana, armas, cuchillos, objetos robados y hasta cadáveres, que afectan a los barrios circunvecinos. Las tiendas, los negocios y los conjuntos residenciales han tenido que encerrarse con barras de hierro, las ventanas con rejas son su última medida de seguridad. Sin embargo, las personas son acorraladas contra las puertas de entrada a sus viviendas y son asaltadas, ultrajadas, golpeadas y amenazadas de muerte.
En los esfuerzos de la Policía y las autoridades por contrarrestar la violencia y la inseguridad en las calles de Kennedy se ha logrado la captura de muchos de los miembros de las bandas que afectan la localidad, como los Satanás, el Tren de Aragua, los Chontaduros, pero todas estas acciones no logran darles la tranquilidad a los habitantes de nuestra querida localidad de Kennedy, que han visto los barrios más residenciales y de mayor tranquilidad perjudicados por los robos permanentes.
Kennedy requiere de una intervención a fondo que le pueda brindar la seguridad a cientos de habitantes que quieren construir una localidad en paz.
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