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La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano. El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la libertad no perecerá.

Fragmento de la película El gran dictador (1940)

Charles Chaplin (1889-1977)

Después de trabajar en la gestión cultural alrededor de cinco años y más de diez en el oficio del periodismo independiente, hago una pequeña reflexión sobre arte y cultura para los próximos cuatro años.

El arte permite diversas expresiones que rompen los convencionalismos y transitan en muchos casos por los caminos de la disrupción. Sin embargo, el pensamiento crítico se alimenta del arte y el arte se convierte en el arma más potente de expresión que puede tener un pueblo.

La problemática surge cuando el desarrollo cultural no es prioridad para una Nación. Entonces, el arte continúa siendo para unos un lujo; para otros un desgaste, al nadar contra la corriente de un sistema enfocado en la inversión extranjera e infraestructura, y, para los que sobreviven, viven para el arte y han elegido la libertad, una idealización que finalmente no logra trascender por ese tipo de gobiernos.

El 19 de junio de 2021 se define la contienda electoral entre dos candidatos, Rodolfo Hernández Suárez y Gustavo Petro Urrego. La pregunta clave que surge alrededor del tema que abordo es cuál de los dos candidatos le apuesta a la cultura y la educación, por ende, al arte, como uno de los pilares en el fortalecimiento y crecimiento de Colombia en este campo que, lamentablemente, ha sido subestimado como aporte en el desarrollo de Nación.

Considero que es tiempo de que los gestores culturales, artistas, escritores, críticos de arte y demás integrantes de este circuito contrasten las propuestas de ambos candidatos, revisen si realmente la cultura y la educación deben presentarse como valuarte en un plan de gobierno o si es un asunto secundario que debe estar lejos de la política y fuera del alcance de todos y, con esa certeza, salgan a votar.

Desde Charles Chaplin el cine mudo se presentó como contrapoder bajo una mirada contestaria de la sociedad. Es cierto, era cine mudo, pero nunca indiferente.

 

 

[Eskarlata – D.R.S.]

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