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Es un acontecimiento que alegra a los colombianos en medio de tanta mala noticia. Puro desfile de carne fresca y cerebros muertos. Lo mismo de siempre: traje de baño, traje de fantasía, traje de noche y no me traje nada, por que solo gana una…

La belleza se protocolizó. Las niñas deben dar ejemplo de buenas costumbres, evitando ofertas de inofensivos catálogos, cirugias estéticas y hasta de matrimonios. Son señoritas, aunque nunca se sepa si lo son en el estricto sentido de la palabra, dado que el título ‘Señorita Tal’ se asocia inmediatamente a la virginidad de la susodicha, un atributo del que al parecer, por vía de un reinado, se enorgullece todo un país en donde el desempeño sexual de las mujeres, con o sin su consentimiento, se ha producido en edades más tempranas.

Cartagena es el pretexto para hacer de noviembre una fiesta en torno a las colas y los requisitos anacrónicos de un evento que tiene prioridad en los presupuestos departamentales por encima del arreglo de un colegio una cancha de fútbol o un programa de alimentación. No imagino las hojas de vida de las misses donde, subrayado en negrilla, aparezca «reina de su departamento». El calor del lugar también atrae a personajes non sanctos como parte de las coloridas delegaciones, entre las cuales siempre me divierte la figura de la ‘chaperona’ o guardiana de la beldad, una misión desagradecida si se tiene en cuenta que toda señorita tiene su novio calenturiento, celoso y ávido de publicidad a costa de su pareja.

¿Anécdotas? Muchas. El reinado es el tema del día y cualquier cosa que se refiera a él durante casi 11 días alimentará el morbo personal. Durante las transmisiones no faltará la mamá celosa, quien con papel y lápiz anotará puntajes, criticará diseños y señalará los defectos físicos al mejor estilo de una Amparo Grisales. Desde luego, la familia entera se reirá de las sesudas preguntas para descartar candidatas, y más aún, de las respuestas brindadas, momentos rescatables de este tipo de shows. Al final, esperarán la foto de la ganadora con la consecuente felicidad o decepción, según el caso, abogando por la desaparición del certamen por el bien de la cultura nacional. ¡Esa es la paradoja!  

Pregunto a los que me leen ¿Les interesa más que nunca un evento de belleza, cualquiera que este sea?

juanchopara@gmail.com

 

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